Glenn Gould, una broma musical
El visionario pianista nunca toc¨® las versiones que se oyen en sus discos. Su m¨²sica es pura ficci¨®n, un juego extremo de edici¨®n y montaje para llegar al alma humana
?Qu¨¦ no se ha dicho ya, bueno o malo, sobre Glenn Gould? Disponemos de sus grabaciones sonoras, de sus programas de televisi¨®n y de radio, y de una ingente cantidad de estudios sobre su vida y milagros. Buena parte de sus escritos, una selecci¨®n de sus cartas, algunas conversaciones y una biograf¨ªa han sido publicados en castellano por Turner y Global Rhythm. ?Fueron suficientes todos esos textos para dejar claro que el mundo de Gould era mucho m¨¢s intrincado pero tambi¨¦n mucho m¨¢s divertido de lo que se pensaba? No est¨¢ claro. Acantilado nos ofrece ahora una estupenda traducci¨®n del tercero de los libros que Bruno Monsaingeon edit¨® sobre Gould entre 1983 y 1986, Glenn Gould. No, no soy en absoluto un exc¨¦ntrico. Tiene dos partes. La primera recoge entrevistas realizadas entre 1959 y 1980 dedicadas a temas musicales y biogr¨¢ficos, asuntos t¨¦cnicos y existenciales. La segunda es una imaginaria conferencia de prensa de Gould con 10 periodistas, un ingenioso montaje realizado por el propio Monsaingeon dedicado a temas similares: compositores, e interpretaci¨®n, concierto y grabaci¨®n. En el pr¨®logo de 2013 de este paciente franc¨¦s que logr¨® convivir con ese exc¨¦ntrico que no se sent¨ªa nada exc¨¦ntrico se lee: ¡°El mayor peligro para aquel que intenta expresar su ideas m¨¢s serias con humor es el de no ser cre¨ªdo¡± (p.27).
No se puede decir mejor. Si uno se toma en serio a Gould, tiene que estar dispuesto a tomarse con otro humor la m¨²sica, y ah¨ª empieza el l¨ªo, porque la m¨²sica cl¨¢sica, ya se sabe, ha desem?pe?ado muchas veces el papel que antes ten¨ªa la religi¨®n (los mel¨®manos a veces parecen feligreses y hasta beatos). El humor de Gould result¨® peligroso justo porque ten¨ªa algo de herej¨ªa. Despu¨¦s de todo ¡ªlo dijo una antrop¨®loga¡ª el bromista es un ¡°m¨ªstico menor¡±. Gould fue un m¨ªstico de ese orden y el libro de Monsaingeon quiz¨¢s ayudar¨¢ a acabar de entenderlo.
El int¨¦rprete pod¨ªa hacer en tres a?os
dos tomas de distintos pianos y simular con ecualizador que eran uno
Hay que recordar que cuando Gould deja los escenarios y se encierra en los estudios est¨¢ atacando dos dogmas musicales. El primero dec¨ªa que la m¨²sica en vivo proporciona una experiencia m¨¢s intensa y espiritual que la m¨²sica grabada. El segundo dogma afirmaba que la linealidad es una garant¨ªa de veracidad, o sea: la m¨²sica fabricada cortando y pegando tomas, la m¨²sica resultado del montaje en una mesa de sonido no es aut¨¦ntica m¨²sica. Gould pregon¨® justamente lo contrario: la m¨²sica grabada y editada ¡ªdijo¡ª es m¨¢s espiritual y m¨¢s verdadera que ninguna otra. ?Herej¨ªa?
Algunos de sus cr¨ªticos (incluidos los que le ten¨ªan cari?o, como Yehudi Menuhin) pensaron que Gould renunciaba a toda trascendencia, cuando en realidad era un puritano en busca de una espiritualidad menos espectacular pero mucho m¨¢s profunda. Monsaingeon, en cambio, lo entendi¨® perfectamente desde el principio. Cuando contact¨® con Gould en los a?os setenta y empez¨® a colaborar con ¨¦l, no dud¨® en manejar jerga pseudorreligiosa para defender las ideas del visionario canadiense. A trav¨¦s de libros y documentales realizados desde mediados de los setenta hasta el Hereafter de 2006, act¨²o, de hecho, como una especie de divulgador para p¨²blico profano de su evangelio tecnol¨®gico.
Cuando Gould se lanz¨® a grabar como loco, el disco ya no era un testimonio de algo inefable, una copia aproximada de un original. La fonograf¨ªa empezaba a ser un arte en s¨ª mismo y el oyente no compraba un disco pensando que deb¨ªa conformarse con un suced¨¢neo. O¨ªr m¨²sica por la radio o en un disco pod¨ªa transformar su vida sin necesidad de visitar ning¨²n templo sagrado de la m¨²sica. Gould no era ning¨²n exc¨¦ntrico. Sab¨ªa muy bien lo que hac¨ªa cuando trat¨® de controlar todo lo posible la producci¨®n y posproducci¨®n de una grabaci¨®n. Lo divertido es que su modo de trabajo era inseparable de un mont¨®n de ideas que iban mucho m¨¢s all¨¢ del fen¨®meno estrictamente musical. Su principio m¨¢s divertido y profundo (la take-twoness) era toda una defensa de la repetici¨®n. Musicalmente, el principio significaba que una obra no es m¨¢s aut¨¦ntica si se interpreta de un tir¨®n o si no se edita mucho en la mesa de sonido. Gould conceb¨ªa sus interpretaciones negando las dos cosas, la linealidad y la irreversibilidad. Pensar hacia atr¨¢s (como un cangrejo ¡ªdec¨ªa ¨¦l¡ª) no tiene nada de malo. La comunicaci¨®n es mucho m¨¢s importante que la naturalidad o la espontaneidad. As¨ª que, si en aras de esa comunicaci¨®n se repiten pasajes muchas veces y se mezclan las veces que haga falta hasta dar con un todo coherente, ?qu¨¦ tiene de malo la edici¨®n musical? Si el fin de la m¨²sica es conmover al p¨²blico, ?por qu¨¦ no se habr¨ªa de usar un medio tan eficaz para llegar al fondo de su o¨ªdo y de su alma? La gran excentricidad de Gould (si se quiere llamar as¨ª) era esa: estaba convencido de que la m¨¢xima intimidad e intensidad que se puede obtener con el oyente es fruto del artificio y no de la naturalidad. ?Qu¨¦ podr¨ªa aducirse como prueba en su contra? ?Que no vendi¨® discos o, al rev¨¦s, que vendi¨® tantos porque enga?aba a sus oyentes?
Gould no manipul¨® a nadie. Nunca toc¨® las versiones que se oyen en sus discos; esas interpretaciones no existen, son una pura invenci¨®n, una ficci¨®n. Lo que o¨ªmos siempre es un montaje hecho de tomas empalmadas. Pero ah¨ª no acaba el truco. Gould pod¨ªa hacer dos tomas separadas por tres a?os de dos pianos diferentes, con distintas sonoridades, y luego simular con un ecualizador que eran el mismo piano. Tambi¨¦n pod¨ªa grabar una pieza para piano usando distintos micr¨®fonos, colocados a diferentes distancias, y luego mezclar con sus amigos ingenieros las ocho pistas (cuatro por canal) hasta crear distintos efectos sonoros (eco, zoom¡), como en la incre¨ªble versi¨®n que hizo de la Sonata n? 5 de Scriabin. El material sonoro de los discos de Gould proced¨ªa de tantas v¨ªas y se somet¨ªa a tantas transformaciones que trastornaba las reglas del juego de la cl¨¢sica. Su m¨²sica no solo no era m¨²sica en vivo, sino peor: era m¨²sica retocada al extremo, editada una y otra vez. Era un montaje, ?pero dejaba por eso de ser especial? Al contrario.
Gould ten¨ªa mucho de ilusionista y gozaba de sus trucos, pero tambi¨¦n albergaba las ilusiones de un puritano reformista. No s¨®lo exigi¨® m¨¢s libertad para el int¨¦rprete. Tambi¨¦n lleg¨® a so?ar con una tecnolog¨ªa que permitiera al oyente manipular un disco tanto como su productor (p. 203). Si alg¨²n sello discogr¨¢fico fuera coherente con el evangelio de Gould, no vender¨ªa las dos versiones de las Variaciones Goldberg, como hizo Sony con el doble A State of Wonder, sino un disco descomunal con datos, un archivo lleno de tomas y descartes con el que los consumidores podr¨ªan componer distintas versiones cortando y pegando en casa. El propio Gould sab¨ªa que sus discos eran s¨®lo una posibilidad entre otras, y cuando los o¨ªa volv¨ªa a alterar el volumen de su aparato reproductor para producir otra escucha diferente. ?Excentricidades? S¨ª y no. Musicalmente, actuar as¨ª es de una coherencia absoluta. S¨®lo es reconocer que la escucha, por as¨ª decir, siempre sale del o¨ªdo y no s¨®lo entra por ¨¦l. Psiqui¨¢tricamente puede llegar a ser peligroso, pero eso es otro tema: Gould lleg¨® a consumar muchas de sus ideas est¨¦ticas, pero tambi¨¦n se consumi¨® a s¨ª mismo en una espiral de variaci¨®n imparable que ten¨ªa algo de diab¨®lico. Desde luego que a veces se le iba la cabeza: usar la toma 6 para abrir y cerrar una fuga insertando entre medias la toma 8 no es un acto de locura, pero editar 143 veces, casi una por segundo, una intervenci¨®n de 2 minutos y 43 segundos para un documental sobre Strauss¡ raya en ella.
Gould consum¨® muchas de sus ideas, pero tambi¨¦n se consumi¨® en una espiral de variaci¨®n imparable
Su conducta fue peculiar, sus h¨¢bitos bien raros, su vida entera un delirante viaje sin salir de casa, pero no fue un malogrado ni un infeliz, como muy bien dice Monsaingeon. ¡°No creo que mi estilo de vida sea com¨²n, pero la diferencia no me disgusta, ya que mi estilo est¨¢ bastante integrado con el tipo de trabajo que quiero hacer¡±, afirma en una entrevista. Cuando se le reproch¨® la cantidad de injertos, manipulaciones y modificaciones que hac¨ªa en sus discos, su respuesta fue sencilla: si se hace en el cine, ?por qu¨¦ no se deber¨ªa hacer en m¨²sica? En el cine no se ruedan las escenas secuencialmente, sino seg¨²n las necesidades del rodaje, y luego se montan: ?por qu¨¦ es un tab¨² hacer algo parecido en m¨²sica? Si el cine encontr¨® sus propias reglas al margen del teatro, ?por qu¨¦ la grabaci¨®n no deber¨ªa encontrar las suyas m¨¢s all¨¢ del mundo del concierto?
El mel¨®mano, claro, dir¨ªa justamente que ah¨ª est¨¢ el origen de todos los males. Si el cine mat¨® al teatro, la grabaci¨®n acabar¨¢ matando al concierto. Gould, en cambio, antepuso los fines a los medios: gracias a la tecnolog¨ªa ¡ªproclam¨® una y otra vez¡ª, la m¨²sica llegar¨ªa finalmente hasta donde siempre so?¨® llegar. Como dijo en un pasaje cargado de iron¨ªa en una de las entrevistas editadas por Monsaingeon (p. 196), ¡°la est¨¦tica roza en realidad la teolog¨ªa¡±, pues si el fin ¨²ltimo de la m¨²sica es alg¨²n tipo de ¨¦xtasis, entonces lo inmoral ser¨ªa no aprovechar cualquier medio que conduzca a ese fin. ¡°En materia de arte, el fin justifica todos los medios¡±, dice en otro momento (p. 201). En otras palabras: Gould no neg¨® que existiera el m¨¢s all¨¢; lo que en realidad quer¨ªa es llegar hasta ¨¦l por medios m¨¢s directos.
Mientras no llegara el momento definitivo de su encuentro con lo desconocido, Gould no dej¨® de pensar en c¨®mo llegar con su m¨²sica hasta el fondo del alma humana. Desde luego se sent¨ªa m¨¢s c¨®modo y cre¨ªa m¨¢s en la comunicaci¨®n en diferido, dado que ¨¦sta deja mucho m¨¢s margen de edici¨®n; si viviera hoy d¨ªa, no usar¨ªa Skype, aunque podr¨ªa mandar a sus amigos v¨ªdeos editados. Tampoco participar¨ªa en una videoconferencia como la simula Monsaingeon en el libro. Las tecnolog¨ªas le encantaban, pero eso no significa que todas le sirvieran para lo que ¨¦l buscaba: una comunicaci¨®n sumamente controlada por sus participantes.
Viajar a trav¨¦s del espacio en forma de disco le ten¨ªa que agradar. Y de hecho lo hizo, pero no en la sonda espacial que menciona su ap¨®stol franc¨¦s en el libro. Monsaingeon afirma que el d¨ªa que recibi¨® la primera carta de Gould, el 2 de marzo de 1972, fue el mismo en que despeg¨® la Pioneer 10 con un disco con grabaciones musicales que inclu¨ªan a Bach interpretado por Gould. ?Por qu¨¦ dice eso Monsaingeon? ?Otra broma, o un despiste provocado por un exceso de fervor? La Pioneer despeg¨® ese d¨ªa, es cierto, pero el disco preparado por Carl Sagan con la m¨²sica de Gould y muchas otras muestras musicales no viaj¨® al espacio sideral en esa sonda, sino en la Voyager, que despeg¨® el 5 de septiembre de 1977 y que hoy d¨ªa es el objeto fabricado por la humanidad m¨¢s alejado de la Tierra.
Vaya en la sonda que vaya, la grabaci¨®n de Gould es un mensaje en una botella con pocas probabilidades de entenderse. Si alg¨²n extraterrestre lograra descifrar las instrucciones y hacer sonar el dichoso disco (cosa casi imposible, como explic¨® Robin Maconie en La m¨²sica como concepto), ?por qu¨¦ le deber¨ªa llamar la atenci¨®n esa versi¨®n de Gould del Preludio y fuga n? 1 en Do mayor del segundo libro de El clave bien temperado? Si pasara, quiz¨¢s el m¨¦rito ser¨ªa de Bach, m¨¢s que de Gould, pero eso alegrar¨ªa a Gould porque estar¨ªa desempe?ando el papel que siempre busc¨®: el de mensajero, el de mero instrumento de un lenguaje que Bach cre¨® para ser o¨ªdo sin muchos aspavientos ni grandes gestos.
Lo divertido, pero tambi¨¦n lo triste, es imaginar lo que habr¨ªa hecho Gould si la sonda Voyager hubiera sido interceptada por los extraterrestres antes de su muerte en 1982. Quiz¨¢s habr¨ªa querido hablar con el marciano a solas, pero no es probable que participara en el encuentro colectivo con el marciano durante su aterrizaje en la Tierra. No se suele contar, pero Gould tuvo sue?os recurrentes en los que aparec¨ªa solo en otro planeta. ?C¨®mo y qu¨¦ comunicar¨ªa a otros seres?, se preguntaba. El problema es que para ¨¦l todos esos sue?os siempre acababan mal: en todos aparec¨ªa otro terr¨ªcola que evidentemente pod¨ªa ver las cosas de forma diferente a ¨¦l y generar conflicto. Ciertas formas de autismo son as¨ª: ampl¨ªan al m¨¢ximo la imaginaci¨®n, pero tambi¨¦n generan distintos grados de reclusi¨®n. Las limitaciones de Gould como ser social, da igual cu¨¢les, fueron compensadas con creces por su ingenio y tes¨®n. Logr¨® comunicarse maravillosamente con mucha gente y lo seguir¨¢ logrando mientras se sigan descubriendo sus discos, sus escritos, sus documentales y sus programas de radio. En realidad, la clave de su ¨¦xito con los oyentes (terr¨ªcolas o extraterrestres) no se basa en que deban tener tanta inteligencia como ¨¦l, sino que lleguen a compartir su profundo y c¨®smico sentido del humor.
¡®Glenn Gould: No, no soy en absoluto exc¨¦ntrico¡¯. Bruno Monsaingeon. Traducci¨®n de Jorge Fern¨¢ndez Guerra. Acantilado, 2017. 280 p¨¢ginas. 20 euros.
Ram¨®n del Castillo es profesor de Filosof¨ªa y Estudios Culturales en la UNED
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