Pierre Boulez vuelve a Berl¨ªn para quedarse
Barenboim inaugura una nueva sala de conciertos en la capital alemana dedicada al compositor franc¨¦s y dise?ada por el arquitecto Frank Gehry
Tras la inauguraci¨®n de la Elbphilharmonie en Hamburgo el 11 de enero, el pasado s¨¢bado era la otra gran fecha del calendario musical alem¨¢n en esta temporada. Un hijo adoptivo de Berl¨ªn, Daniel Barenboim, acaba de hacer realidad su viejo sue?o de contar con una sede estable para su Academia Barenboim-Said y con un auditorio que viene a colmar una importante laguna de la ciudad. La sala de c¨¢mara de la Philharmonie es demasiado grande, poco ¨ªntima. La sala de conciertos que le ha dise?ado gratis et amore su gran amigo Frank Gehry, con algo m¨¢s de la mitad de ese aforo, ofrece, en cambio, la cercan¨ªa justa. En forma de falsa elipse, y con una ac¨²stica concebida ?como en la Elbphilharmonie¨C por el omnipresente Yasuhisa Toyota, esta sala modulable tiene mucho de ¨¢gora griega, sin apenas fronteras entre el espacio para los oyentes y para los m¨²sicos. Parte del p¨²blico se sienta, de hecho, casi literalmente pegado a estos ¨²ltimos.
Daniel Barenboim y Pierre Boulez coincidieron por primera vez sobre un escenario en la Philharmonie de Berl¨ªn. Fue en 1964, cuando el pianista ten¨ªa tan solo 21 a?os y el director era a¨²n treinta?ero. Interpretaron el Concierto n¨²m. 1 de Bart¨®k con la Filarm¨®nica y la corriente rec¨ªproca de simpat¨ªa y admiraci¨®n que naci¨® entonces perdur¨® hasta la muerte de Boulez en 2016. La flamante Philharmonie de Par¨ªs bautiz¨® recientemente su sala sinf¨®nica con el nombre del creador de Le marteau sans ma?tre, pero que Barenboim haya hecho ahora lo propio en Berl¨ªn trasciende con mucho el mero gesto de homenaje. Boulez vivi¨® en Alemania (en Baden-Baden) durante m¨¢s de medio siglo, dej¨® o¨ªr alta y clara su voz en Darmstadt, protagoniz¨® muchas tardes de gloria al frente de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn y ¨¦l fue quien pronunci¨® la laudatio cuando Barenboim recibi¨® en 2006 el prestigioso premio Ernst von Siemens. El argentino agradece ahora lo mucho que aprendi¨® de ¨¦l, la pasi¨®n por la m¨²sica contempor¨¢nea que le imbuy¨® e impregna con su esp¨ªritu un edificio en el que no solo se har¨¢ m¨²sica, sino que tambi¨¦n se ense?ar¨¢ a interpretarla y se reflexionar¨¢ sobre ella, dos de las pasiones del compositor franc¨¦s durante toda su vida.
Barenboim dise?¨® un programa inaugural que, in nuce, mostraba todas sus cartas: compa?eros fieles de su largo viaje (Mozart, Schubert), cl¨¢sicos modernos (Alban Berg y el propio Boulez) y creadores actuales (J?rg Widmann). En los atriles del Boulez Ensemble, que hac¨ªa al mismo tiempo su presentaci¨®n en sociedad, conviv¨ªan instrumentistas de la Staatsoper y de su West-Eastern Divan, o algunos que empezaron en esta orquesta y acabaron en aquella, como Cristina G¨®mez Godoy, la excepcional obo¨ªsta e int¨¦rprete de corno ingl¨¦s, que no fue la ¨²nica espa?ola de este concierto inaugural: la acompa?aron el trombonista Jaume Gavil¨¢n y el percusionista Pedro Torrej¨®n. Entre los solistas, Michael, el hijo de Barenboim, ya convertido en un violinista de campanillas, el pianista jordano Karim Said, el violonchelista de origen iran¨ª Kian Soltani, la soprano Anna Prohaska y el propio Widmann en su faceta de clarinetista. A este ¨²ltimo ha ofrecido tambi¨¦n Barenboim el honor de ocupar la c¨¢tedra que lleva el nombre de Edward Said en la Academia y ¨¦l ser¨¢ quien ofrezca la primera conferencia de esta semana inaugural, que lleva el t¨ªtulo, de estirpe adorniana, de Pasajes hermosos.
El concierto se abri¨® con Initiale, una breve fanfarria para siete instrumentos de metal compuesta por Boulez para la inauguraci¨®n del museo de la colecci¨®n Menil, en Houston, en 1987. Una obra menor, circunstancial, pero con rasgos inequ¨ªvocos de la impronta genial de su autor. Barenboim y sus m¨²sicos se situaron arriba, en la galer¨ªa, como har¨ªa igualmente en la segunda parte J?rg Widmann para interpretar la que se ha convertido casi en su tarjeta de visita: una Fantas¨ªa que hace honor a su nombre y que ¨¦l consigue que suene diferente cada vez que la toca. Ya abajo, Anna Prohaska, vestida de Fidelio, cant¨® admirablemente, y con arrojo, El pastor en la roca, de Franz Schubert: Barenboim, que la ha dirigido con frecuencia en la Staatsoper, y Widmann, que la eligi¨® para un importante papel de su ¨®pera Babylon, la arroparon con mimo.
El Cuarteto con piano K. 493 de Mozart, falto de vuelo y, ocasionalmente, de ligereza, aunque con un espl¨¦ndido Kian Soltani, fue lo menos conseguido y m¨¢s desangelado del concierto, que alcanz¨® luego un punto alt¨ªsimo, estratosf¨¦rico, con el Concierto de c¨¢mara de Alban Berg, que Barenboim grab¨® hace exactamente 40 a?os con Pinchas Zukerman, Pierre Boulez y su Ensemble intercontemporain en la que sigue siendo una versi¨®n de referencia. Barenboim lo dirigi¨® sin batuta, ¨¤ la Boulez, y con una claridad extrema, regal¨¢ndonos una interpretaci¨®n intens¨ªsima, a ratos casi desaforada, de esta partitura diab¨®licamente dif¨ªcil que su hijo y Karim Said tocaron con un dominio y una seguridad incontestables. El concierto concluy¨® con sur Incises, escrita para el nonag¨¦simo cumplea?os de Paul Sacher, una muestra del mejor Boulez, el m¨¢s avasalladoramente complejo, el m¨¢s rabiosamente radical, que consigue que tres pianos, tres arpas y diversos instrumentos de percusi¨®n (con tres int¨¦rpretes) suenen a mucho m¨¢s, y muy diferentemente, que la suma de todos ellos. Aqu¨ª se puso a prueba, y de qu¨¦ manera, la ac¨²stica de la nueva sala, que respondi¨® al reto de absorber din¨¢micas extremas, andanadas y r¨¢fagas de notas rapid¨ªsimas y leves remansos con largas resonancias con matr¨ªcula de honor. Las aclamaciones se prolongaron m¨¢s a¨²n que en Berg y, al final, Barenboim reparti¨® personalmente flores a todos y cada uno de los int¨¦rpretes, comenzando con Gehry ¨Cradiante a sus 88 a?os¨C y Toyota, coart¨ªfices de una velada dif¨ªcil de olvidar, y no s¨®lo por sus tres horas y media de duraci¨®n.
Se har¨¢ camino al andar
Sin discursos, y con mucho menos boato que en la inauguraci¨®n de la Elbphilharmonie, la Pierre Boulez Saal ha abierto tambi¨¦n sus puertas con la presencia del presidente de la Rep¨²blica Federal Alemana, Joachim Gauck. Y no ha querido faltar a la cita el ministro de Finanzas, Wolfgang Sch?uble, o el exministro espa?ol de Asuntos Exteriores, Miguel ?ngel Moratinos, aunque entre el p¨²blico predominaban, claro est¨¢, los m¨²sicos, como el director Simon Rattle, el compositor Aribert Reimann o el cantante Ren¨¦ Pape.
Esta misma semana tocar¨¢ aqu¨ª Radu Lupu (obras para piano a cuatro manos de Schubert con Daniel Barenboim, que ofrecer¨¢ a su vez la integral de las sonatas del austr¨ªaco) y cantar¨¢ Christian Gerhaher, nada menos que Winterreise, poco antes de que acabe el invierno, excepcionalmente no con Gerold Huber, sino con el propio Barenboim al piano. Martha Argerich, Andr¨¢s Schiff, Lang Lang, Lisa Batiashvili, Pinchas Zukerman, Juliane Banse y John McLaughlin son solo algunos de los grandes nombres que actuar¨¢n en la nueva sala en las pr¨®ximas semanas, en cuya programaci¨®n tendr¨¢n tambi¨¦n una importante cabida ¨Cotro sello distintivo¨C las m¨²sicas no occidentales. El lema que ha elegido Daniel Barenboim para esta Pierre Boulez Saal lo dice todo: "M¨²sica para el o¨ªdo que piensa".
Puede estar contenta Berl¨ªn de contar con Daniel Barenboim entre sus vecinos: el argentino ha aupado a la Staatsoper hasta el olimpo, ha protagonizado conciertos memorables con la Filarm¨®nica y ahora lega a la ciudad este edificio cl¨¢sico por fuera y moderno por dentro que atraer¨¢ a m¨²sicos noveles y consagrados como un im¨¢n. Una nueva sala de conciertos es un espacio ganado para la convivencia, una palabra que se reviste de una doble relevancia por la nacionalidad de muchos de los m¨²sicos que se formar¨¢n y tocar¨¢n aqu¨ª (as¨ª lo ha demostrado ya este concierto inaugural), y porque Berl¨ªn sigue exhibiendo como pocas ciudades las cicatrices que han dejado la sinraz¨®n y la barbarie del siglo xx. Un auditorio es un territorio acotado y protegido para el placer y la reflexi¨®n, algo de lo que sab¨ªan mucho los dos grandes ausentes en esta inauguraci¨®n: Edward Said y Pierre Boulez. Pero ellos han sido, al mismo tiempo, quienes han dejado sentir con m¨¢s fuerza su presencia.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.