Ant¨ªgona en Kandahar
El indio Joydeep Roy-Bhattacharya regresa a los territorios transitados por Alejandro Magno para reflexionar sobre el absurdo de la guerra de Afganist¨¢n
![Un afgano busca minas antipersona en Kandahar.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YOOSXC5PJSIKBYXR3QBUHGA6ZY.jpg?auth=c65903c980d30a12f6aefdbdc8ec5204800925fd8dce16c9990beaa65054c4c8&width=414)
Despu¨¦s de la Il¨ªada, contar una guerra se ha vuelto algo imposible. Porque Homero agot¨® casi todos los registros morales, argumentales, simb¨®licos y ret¨®ricos relativos al tema, y porque hoy d¨ªa las guerras ya no se rigen por c¨®digos de honor universales, sino por intereses econ¨®micos y pol¨ªticos m¨¢s o menos disfrazados. Joydeep Roy-Bhattacharya (Jamshedpur, India, 1971) sabe esto y por eso, para relatar el episodio de la guerra de Afganist¨¢n que protagoniza La guardia, les pide a los cl¨¢sicos griegos que le gu¨ªen. Para no perderse en ese laberinto de tribus (pastunes, talibanes, uzbekos, afganos y norteamericanos), de sectas religiosas y de cosmovisiones diminutas que se creen gigantescas, usa como principal hilo de Ariadna la Ant¨ªgona de S¨®focles, pero tambi¨¦n cita a Her¨®doto, Tuc¨ªdides, Esquilo, Pericles o T¨¢cito. Este libro, que de hecho estuvo a punto de titularse Ant¨ªgona en Kandahar, regresa a los territorios transitados por Alejandro Magno (Kandahar proviene de Iskandar-Alejandro) para reflexionar sobre una guerra actual con los instrumentos mitol¨®gicos y filos¨®ficos de las guerras antiguas.
El autor conf¨ªa en que los mitos occidentales nos ayuden a comprender la realidad del mundo isl¨¢mico
La acci¨®n se sit¨²a en una base de combate norteamericana alzada en Tarsadan, que est¨¢ en medio de una tierra ¨¢rida y frente a unas monta?as en las que se esconden sus enemigos. Un d¨ªa, proveniente de estas, aparece una mujer past¨²n que las ha atravesado obligada a impulsarse con las manos sobre un peque?o carro porque sus piernas fueron convertidas en mu?ones por una bomba mientras asist¨ªa a una boda. Lo ¨²nico que pretende es enterrar a su hermano, que ha fallecido poco antes a ra¨ªz de un enfrentamiento con los ocupantes de la fortaleza. Desafiando el fr¨ªo de la noche y el calor del mediod¨ªa, as¨ª como los buitres y las hienas que la acechan, exige que le devuelvan el cad¨¢ver para inhumarlo de acuerdo a los rituales de su pueblo. Esa mujer, que es descrita primero como una cucaracha y m¨¢s tarde como una trampa (un caballo de Troya), en p¨¢ginas posteriores ridiculizada como una Calamity Jane de pacotilla, luego invocada como una especie de l¨ªmite moral y por fin tenida como encarnaci¨®n de la misma Ant¨ªgona, dinamita, con su mera presencia, la l¨®gica oscura de un enfrentamiento militar que, como todos, por una parte sacrifica seres humanos de carne y hueso en el altar de las abstracciones enarboladas por leyes, Estados y gobernantes, y por otra parte impone a las mujeres un papel muy secundario y las silencia (las desarma) en favor de los hombres. A partir de ese momento, cada uno de los cap¨ªtulos da la palabra a alguno de los personajes que intervienen en el conflicto: un int¨¦rprete local, un m¨¦dico, un capit¨¢n, un sargento y, en especial, un teniente experto en literatura cl¨¢sica, Nick Frobenius, que pronto se convierte en el otro eje principal de la novela.
La guardia habla del absurdo de la guerra, que tritura individuos en beneficio de instituciones. Y lo hace, gracias a ese coro de voces que impiden que haya un ¨²nico y dictatorial punto de vista, denunciando al tiempo que describe (hay diatribas contra los payasos insensibles que nos dirigen y tambi¨¦n combates crudos que cortan el aliento) y formulando preguntas cuyas posibles respuestas uno aprende pronto que han sido robadas, escamoteadas o, en el mejor caso, compradas en un saldo de principios ¨¦ticos. La noche, el sim¨²n, el polvo levantado por las aspas de los helic¨®pteros y la niebla, casi omnipresentes, obligan a los habitantes de esta novela, que se esfuerzan por estar de guardia de manera continua, al insomnio, las visiones, las alucinaciones, los delirios, los abatimientos emocionales y las pesadillas. Para contrarrestar esto, sue?an con piscinas, lagos y columpios; escuchan el r¨¦quiem de Mozart, m¨²sica electr¨®nica y blues; recitan a poetas occidentales como Shelley o Tennyson y a m¨ªsticos isl¨¢micos como Ibn Arab¨ª o Attar, o se acuerdan de sus novias y familiares. Y miran (con prism¨¢ticos, con la mirilla de un fusil, a pocos metros) a esa mujer que se llama Nizam (armon¨ªa), que toca un rubab para acortar las madrugadas y cuya determinaci¨®n, orgullo de raza y valent¨ªa ha devuelto a esos soldados endurecidos por la frecuentaci¨®n de la muerte el sentido de la vida o, al menos, algo que se le parece.
Joydeep Roy-Bhattacharya conf¨ªa en que los mitos occidentales nos ayuden a comprender sucesos que se desarrollan en Oriente y, sobre todo, en el mundo isl¨¢mico. Ya lo hizo en Mortal, inmortal, basada en Los siete contra Tebas de Esquilo, y en la anunciada Afterland, que lo est¨¢ en el?yax de S¨®focles. Una loable labor de traducci¨®n de paradigmas mentales y de provechosa confrontaci¨®n hist¨®rico-sociol¨®gica que adem¨¢s da como fruto novelas que entretienen dando que pensar. Y que tambi¨¦n son s¨®lidos alegatos antibelicistas, algo muy de agradecer en los violentos tiempos que corren.
La guardia. Joydeep Roy-Bhattacharya.Traducci¨®n de Magdalena Palmer. Sexto Piso, 2016. 305 p¨¢ginas. 23,90 euros
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