Lo dif¨ªcil
El pianista Pierre-Laurent Aimard convierte a Schubert y Beethoven en un intrincado reto intelectual
¡°Lo que es dif¨ªcil es bueno, bello, grande y as¨ª sucesivamente¡±, escribi¨® Beethoven en 1817 dentro de una carta al editor Tobias Haslinger. Se refer¨ªa a su Sonata en La mayor, op. 101, una especie de portal hacia el futuro que dibujan tantas composiciones de su etapa final. ¡°Todo el mundo se dar¨¢ cuenta de que es la mayor alabanza que se puede hacer¡±, contin¨²a Beethoven, ¡°pues lo dif¨ªcil le hace a uno sudar¡±. Una declaraci¨®n que anuncia la llamada ¡°m¨²sica del futuro¡±. Y que Pierre-Laurent Aimard (Lyon, 1957) reivindica en la actualidad. El pianista franc¨¦s ha hecho el camino inverso de otros colegas. M¨¢s de tres d¨¦cadas ahondando en la m¨²sica contempor¨¢nea, como resultado de su trabajo con Messiaen, Boulez, Ligeti o Kurt¨¢g. Para continuar buscando el nexo y hasta la convivencia o conversaci¨®n con los cl¨¢sicos.
PIERRE-LAURENT AIMARD
Obras de Schubert y Beethoven. Sociedad Filarm¨®nica de Bilbao, 16 de marzo.
Su recital en la Filarm¨®nica de Bilbao fue un intrincado reto intelectual. Ayud¨® el ambiente de esta sala exquisita, que tanto recuerda en ac¨²stica y solera al m¨ªtico Wigmore Hall londinense. Aimard sud¨®, pero nosotros tambi¨¦n. Ofreci¨® dos sonatas monumentales de Schubert y Beethoven. Sendas lecturas desnudas, arriesgadas y pol¨¦micas, pues el franc¨¦s prefiere leer a interpretar. Aplica la misma modestia con Schubert y Beethoven que con Boulez y Kurt¨¢g. Act¨²a m¨¢s como ejecutante que como creador. M¨¢s m¨²sico que pianista. Lo dej¨® bien claro en la Sonata en sol mayor, D. 894, de Schubert, cuya sobrenombre de Fantas¨ªa se lo a?adi¨® Haslinger. Aimard subray¨® lo arm¨®nico y contrapunt¨ªstico en una lectura a pecho descubierto de la obra. Asegur¨® en el teclado la articulaci¨®n y la din¨¢mica, pero sacrific¨® varios pasajes t¨¦cnicos como meros peones en su personal partida de ajedrez. El cerebro gan¨® al coraz¨®n en una versi¨®n dif¨ªcil y sin remansos para la fantas¨ªa. Para crear el cl¨ªmax del primer movimiento o para elevar ese vol¨¢til impromptu que Schubert coloca por sorpresa en medio del Allegretto final.
La segunda parte se centr¨® en ese opus m¨¢ximum del pianismo beethoveniano que es la Sonata ¡°Hammerklavier¡±. Un ¡°Everest¡± que Aimard escal¨® con la misma valent¨ªa que Schubert, pero tambi¨¦n con id¨¦ntica dependencia de los pentagramas. Hubo hasta un momento de suspense donde el pianista estuvo a punto de despe?arse por un problema en el paso de las p¨¢ginas. Aimard volvi¨® a aferrarse a lo contrapunt¨ªstico y a la modernidad. Por esa raz¨®n, el Adagio sostenuto pas¨® casi sin pena ni gloria, y toda la intensidad se concentr¨® en el movimiento final. Pocas versiones se han escuchado tan conscientes de la complejidad intelectual de esta m¨²sica. Eso que Busoni resumi¨® diciendo que Beethoven hab¨ªa inventado la fuga dentro de la fuga como Shakespeare el teatro dentro del teatro. Aimard termin¨® su recital con dos miniaturas de J¨¢t¨¦kok, de Kurt¨¢g, como propinas, que casi parecieron cronol¨®gicamente anteriores. ?Qu¨¦ dif¨ªcil eres, Beethoven!
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