La radicalidad del cuento
Arrieta, perro verde del underground y de la experimentaci¨®n audiovisual, aunque con una obra muy corta, ha compuesto una visi¨®n que a¨²na la cotidianidad y la fantas¨ªa
BELLA DURMIENTE
Direcci¨®n: Adolfo Arrieta.
Int¨¦rpretes: Niels Schneider, Agathe Bonitzer, Mathieu Amalric, Serge Bozon.
G¨¦nero: f¨¢bula. Francia, 2016.
Duraci¨®n: 82 minutos.
Que en estos tiempos de grandilocuente retorno cinematogr¨¢fico al cuento cl¨¢sico, de exagerado y un tanto hortera barroquismo formal y hasta publicitario, un septuagenario como Adolfo Arrieta haga una pel¨ªcula tan radical como Bella durmiente parece una exquisita provocaci¨®n. Pero, m¨¢s all¨¢ de eso, el acercamiento del veterano artista espa?ol afincado en Francia al universo de la f¨¢bula, llev¨¢ndola en cierto sentido a la actualidad, est¨¢ m¨¢s cerca de la a?eja vanguardia, valga el ox¨ªmoron, que de la verdadera aportaci¨®n art¨ªstica contempor¨¢nea.
Arrieta, perro verde del underground y de la experimentaci¨®n audiovisual desde hace m¨¢s de 50 a?os, aunque con una obra muy corta, y al que diversas instituciones culturales espa?olas y francesas han dedicado elogios, proyectos y ciclos, ha compuesto una visi¨®n del cuento de La bella durmiente que a¨²na la cotidianidad y la fantas¨ªa, bifurcando su pel¨ªcula en dos segmentos en paralelo. Eso s¨ª, una cotidianidad pasada por el tamiz de la extrema conciencia de la representaci¨®n, con los int¨¦rpretes poniendo caras de distanciamiento emocional bressoniano, y una fantas¨ªa que se pretende m¨¢s po¨¦tica que narrativa.
El resultado es una pel¨ªcula inclasificable y desde luego insobornable, con ciertos aspectos de poderosa comicidad cr¨ªtica (esos pr¨ªncipes contempor¨¢neos con polos pijos de Ralph Lauren y adictos al smartphone), aunque con una puesta en escena (esos espantosos planos frontales en las conversaciones), y un tratamiento de luz y de color (fotograf¨ªa levemente quemada y velada por las esquinas), que puede que algunos califiquen de sencillos y delicados, pero que en realidad solo resultan pedestres. Y aunque a lo largo de su carrera se le haya comparado no pocas veces con Jean Cocteau, lo que volver¨¢ a repetirse con esta Bella durmiente, Arrieta nunca se acerca en su nuevo salto mortal a la imaginer¨ªa visual del autor de La bella y la bestia (1946).
As¨ª que no es dif¨ªcil ver en la imagen que abre la pel¨ªcula una cierta met¨¢fora de todo el conjunto. En ella, el pr¨ªncipe protagonista, empe?ado en convertirse en estrella del rock, toca una bater¨ªa con gesto de tipo interesante y gui?os de expresiva genialidad. Pero toca fatal, no hay ritmo ni t¨¦cnica ni brillantez. S¨®lo aspavientos pomposos de estar haciendo algo grande.
Babelia
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