Un chiste tonto del 73
Las bromas sobre Carrero Blanco ya comenzaron a contarse a los pocos d¨ªas de la voladura del coche
La Audiencia Nacional que dict¨® sentencia contra Cassandra Vera?ha puesto una pica en Twitter: esta semana, Internet se ha plagado de chistes sobre Carrero Blanco. Enhorabuena. ?Sobre Carrero Blanco! Yo creo recordar que chistes sobre Carrero comenzaron a contarse a los pocos d¨ªas de la voladura del coche. Hab¨ªa uno muy tonto muy tonto que se hizo popular entre los ni?os: ¡°Tres jueves hay en el a?o que relucen m¨¢s que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el d¨ªa de la Ascensi¨®n¡±. Los tuits no estaban escritos ni en la ciencia ficci¨®n de aquel entonces; yo juro que pill¨¦ de refil¨®n este chiste tan de ¨¦poca cuando un profe se lo contaba a otro en el patio del colegio. Entonces, en aquel 1973, hab¨ªa una cercan¨ªa evidente con los hechos, as¨ª que el chiste no pod¨ªa provenir de eso que tradicionalmente define la comedia, suma de la tragedia m¨¢s tiempo, sino de que Carrero era para el pueblo llano la personificaci¨®n de la dictadura, con toda la lejan¨ªa y la falta de identificaci¨®n que eso procuraba a quienes so?aban o luchaban por su fin. Aunque si mal no recuerdo en aquel momento no hac¨ªa falta ser muy progre para contarlos, en las reuniones familiares siempre ca¨ªa alguno.
Carrero era un ser humano, desde luego, como lo son desde el mejor de nuestra especie hasta su peor encarnaci¨®n, y ten¨ªa hijos, buena prueba de ello es Luc¨ªa Carrero-Blanco, su nieta, que public¨® una carta muy bien tra¨ªda en este peri¨®dico para decir que los chistes sobre su abuelo no le parec¨ªan ¡°enaltecimiento del terrorismo¡± sino del mal gusto, y que consideraba el paso por la justicia de quien los hiciera un disparate. Desde luego, mucho m¨¢s ha aprendido sobre tolerancia democr¨¢tica la nieta de un almirante de la dictadura franquista que aquellos que ahora exigen pena de c¨¢rcel para quien escribe un tuit.
Mal vamos si dejamos en manos de la justicia lo que debiera ser un debate ciudadano. A los que escribimos en la prensa nos dicen tantas barbaridades a diario que uno podr¨ªa pasarse la vida acampado en la Villa de Par¨ªs, la de la Audiencia, con una pancarta pidiendo no ya justicia sino consideraci¨®n, piedad, respeto, una lectura desprejuiciada, exenta de misoginia, desprecio y crueldad. ?Saben sus se?or¨ªas lo dif¨ªcil que es enfrentarse a una inmensa cuarta pared con los colmillos afilados cada semana? No nos ayudan con este numerito de pasar a una an¨®nima contadora de chistes por los tribunales, porque ponen el acento en algo anecd¨®tico que no estimula el debate hacia el lugar que nos preocupa sino que lo anula de ra¨ªz: a partir del momento en que una persona de 21 a?os puede quedar marcada para siempre por una gracieta hay que manifestarse de inmediato a su favor, eso es lo urgente, lo que debemos hacer.
La consecuencia es que la sentencia nos aparta de los asuntos que debi¨¦ramos estar debatiendo en estos a?os locos: c¨®mo est¨¢ interviniendo en la libertad de expresi¨®n el salvajismo en la red y c¨®mo nos hemos rendido a que los algoritmos cibern¨¦ticos decidan sobre qu¨¦ informaci¨®n nos llega y cu¨¢l no. El debate, se?or¨ªas, est¨¢ en otro sitio: solo recibimos informaci¨®n masticada, sesgada, la de nuestro equipo, partido o c¨ªrculo de amigos. No estamos expuestos a lo que nos incomoda, de tal forma que cuando algo nos ofende reaccionamos desproporcionadamente exigiendo que quien nos ¡°agredi¨®¡± cierre el pico para siempre.
No hay libertad posible porque nos han dado el caramelo de la opini¨®n inmediata, leemos torciendo el morro, en una pantalla diminuta y pasando el cursor a toda leche, sin llegar hasta el final de una pieza period¨ªstica, decididos desde la primera frase a entrar en cualquier red para expresar una opini¨®n a favor o en contra, marcados por la furia, el entusiasmo o el desprecio, dispuestos a unirnos a una paliza verbal colectiva sin pensar en que quien lo recibe est¨¢ al otro lado, siente y padece. ?D¨®nde queda en todo esto, d¨®nde queda, Carrero Blanco? Es tan rid¨ªculo en los tiempos de la posverdad, de la exageraci¨®n iluminada y sectaria, del partidismo fervoroso, de la crueldad colectiva, que penalicen ustedes un pu?etero chiste; es est¨²pido para muchos de los que tratamos de estirar los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n a diario que una sentencia nos obligue a centrarnos en el hecho de que una chica puede acabar estigmatizada judicialmente por 13 tuits sobre algo que ocurri¨® hace m¨¢s de cuarenta a?os. Aunque desde luego nos define como pa¨ªs: no somos capaces de concentrarnos en lo esencial.
El debate de nuestros tiempos habr¨ªa de centrarse en qu¨¦ tipo de personas saldr¨¢n de este universo de comunicaci¨®n irreflexiva y abrumadoramente reactiva, ?ser¨¢n capaces los que se exponen p¨²blicamente de sobreponerse al miedo a ser vejados o malinterpretados? ?C¨®mo podremos defendernos de la informaci¨®n mentirosa, de los bulos masivos? Es tan preocupante lo que nos pasa que la irrupci¨®n abusiva de la justicia solo conduce a enmara?ar a¨²n m¨¢s el presente.
Y otro d¨ªa hablamos del humor juvenil inspirado en ETA. Da para un ensayo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.