Arte por todas partes
La arquitectura es una de las artes de la ciudad. Tanto como el grafiti, merece ser vista sin que se la enfunde en pintura decorativa
En 1985, los vagones del metro de Nueva York eran un espect¨¢culo sorprendente. Entraban a toda velocidad a la estaci¨®n y yo esperaba el vag¨®n que estuviera cubierto de grafitis. En aquella lejana ¨¦poca se usaba encriptar el nombre del autor o, mejor dicho, convertirlo en el furioso motivo de su obra. ¡°Intervenir¡± los vagones del metro era ilegal (entonces no se usaba el verbo que escribo, por eso, entre comillas). Las bandas de grafiteros, antes que nada, deb¨ªan conseguirse las latas de pintura en ferreter¨ªas y supermercados donde estuvieran seguros de no ser detenidos por voluminosos guardias de seguridad. Despu¨¦s, de noche o a la madrugada, cortaban o saltaban alambradas para entrar en las playas de estacionamiento de los vagones, generalmente en el Bronx; se deslizaban en las sombras y, en los casos exitosos donde no llegaran los custodios con sus perros, despu¨¦s de pasar una noche entera de trabajo, completaban el dise?o del tag.
Por esa misma ¨¦poca, con esa rara asincron¨ªa que tiene la historia del arte, Basquiat hac¨ªa su entrada triunfal en las galer¨ªas de Manhattan y alcanzaba buenos precios. Pero esos vagones de la l¨ªnea roja, en la que yo viajaba con m¨¢s frecuencia, ten¨ªan la urgente vibraci¨®n punk de un arte producido en peligro. Eran grafitis rebeldes y electrizados, con mucho negro y ¨¢ngulos agresivos. Las autoridades de Nueva York combat¨ªan a los grafiteros porque los asociaban con una invasi¨®n a la propiedad y los ve¨ªan como parte de una cultura que se tocaba con la insurgencia de j¨®venes pobres, una rebeld¨ªa siempre proclive a ser considerada criminosa. El nombre del grafitero que ocupaba toda la superficie exterior del vag¨®n era un grito de guerra. Los ¨¢ngulos duros del tag expresaban admirablemente el potencial agresivo de esos muchachos que no se sent¨ªan parte de la sociedad afluente de Manhattan. Aunque los m¨¢s talentosos o los m¨¢s afortunados comenzaron a recibir el reconocimiento de las galer¨ªas, esos a?os ochenta est¨¢n marcados por una marginalidad dura y peligrosa.
Me encantaba el grafiti. Ve¨ªa all¨ª una especie de brote insurreccional en un lugar como Manhattan que se gentrificaba y convert¨ªa en pop al break dance callejero. El mercado es astuto. Pero en 1985 todav¨ªa no se conoc¨ªa del todo la direcci¨®n que tomar¨ªa el arte arriesgado del grafiti.
El arte urbano se ha vuelto peque?o burgu¨¦s y amable; en una palabra, kitsch
Hoy puede comprobarse, en la ciudad donde vivo y en otras, que el grafiti se ha convertido en ¡°arte p¨²blico¡±. El Gobierno de Buenos Aires asigna paredones para que se los decore; los centros barriales impulsan a los vecinos para que pinten gigantograf¨ªas en una zona hist¨®rica de La Boca y le adosen un mural mediocre al m¨¢s bello y audaz puente de hierro de la ciudad; los comerciantes, para evitar que los ¨²ltimos marginales les pinten sus paredes y persianas con grafitis desprolijos que todav¨ªa tienen un aire furibundo, contratan artistas que se anticipen y las decoren primero. Y uso la palabra decorar como deliberado juicio est¨¦tico, porque se mantiene muy poco de aquella fuerza descontrolada, dada¨ªsta, de los a?os ochenta.
Para decirlo r¨¢pidamente: lo que hoy se llama arte urbano est¨¢ m¨¢s cerca de las ilustraciones de cuentos fant¨¢sticos y de la literatura dibujada que se encuentra en las revistas. En Buenos Aires predominan los bergantines y platos voladores, los honguitos, las muchachas con el pelo al viento, abierto en abanico como en una publicidad de shampoo. El arte urbano se ha vuelto peque?o burgu¨¦s y amable; en una palabra, kitsch. Estos son los artistas que pueden pagar los comerciantes de muchos barrios de la ciudad. El Gobierno est¨¢ en condiciones de elegir mejor y, en los paredones ad hoc, los motivos son menos triviales y el oficio m¨¢s denso. Hace pocos a?os se realiz¨® una extraordinaria exposici¨®n en el Palais de Glace de Buenos Aires, y muchos de los que all¨ª mostraban su obra eran notables.
Pero es dif¨ªcil que existan centenares de artistas que realmente merezcan quedar en los muros. Esto no sucede con ning¨²n arte. Por otra parte, aunque existieran esos centenares de artistas, la abundancia de paredes, cerramientos, bajo puentes ¡°intervenidos¡± es una pesadilla visual, aunque la hubieran pintado una alianza de Mir¨®, Magritte, Hopper y Hockney. Conviene recordar que los muros son una parte fundamental de la est¨¦tica urbana. A ning¨²n Medici se le ocurri¨® que Rafael le cubriera con frescos las paredes exteriores de toda Florencia; a ning¨²n Papa se le ocurri¨® que se ¡°interviniera¡± el p¨®rtico de San Pedro.
La arquitectura es una de las artes de la ciudad. Tanto como el grafiti, merece ser vista sin que se la enfunde en pintura decorativa. Y esto vale no simplemente para la ¡°gran arquitectura¡±, sino para el conjunto que hacen los edificios con sus colores originales o los que les fue dando el tiempo. Tengo un problema: ?lo que se pinta en la ciudad queda all¨ª para siempre? ?El grafiti es como el cuadro en la galer¨ªa pero colgado del otro lado del muro? ?Est¨¢ naciendo en alguna parte el conservacionismo grafitero?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.