La Edad Media no fue como cuentan en ¡®Juego de Tronos¡¯
En contra del manido estereotipo que resalta su oscuridad, el periodo medieval fue clave para asentar las bases pol¨ªticas, urbanas e institucionales de la era moderna.
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La Edad Media es, probablemente, el periodo m¨¢s parad¨®jico de la historia. Tierra de nadie, un tiempo intermedio entre un Imperio Romano al que la civilizaci¨®n occidental debe casi todo (?qu¨¦ han hecho los romanos por nosotros?) y un mundo nuevo de imprentas y tierras aparentemente v¨ªrgenes, su evocaci¨®n suele asociarse con la violencia irracional, el gobierno tir¨¢nico y una pobreza material, cultural e institucional generalizada. Lo feudal se asocia a las formas pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales m¨¢s nefastas para la humanidad; la intransigencia, la superstici¨®n, la misoginia, el miedo a lo desconocido y la persecuci¨®n de cualquier otro remiten a la hegemon¨ªa del pensamiento eclesi¨¢stico y a la ruindad de muchos de sus representantes. Junto a ello, una visi¨®n m¨¢s complaciente ¡ªe ingenua¡ª del periodo rescata la imagen de almas sencillas incapaces de entender el mundo en que viven: pac¨ªficos campesinos que trabajan sus campos o artesanos urbanos que fabrican sus mercanc¨ªas, todos ellos representados en las miniaturas de los c¨®dices medievales.
La unidad de la Edad Media es falsa, como lo es la de la antigua, de la moderna y qu¨¦ decir de la contempor¨¢nea
Entre una y otra, emerge la fascinaci¨®n por un mundo extra?o y contradictorio ¡ªsofisticado y primitivo, moderno y arcaico, forjado en la encrucijada de diversas civilizaciones¡ª exacerbada por la ¨¦pica visual de fantas¨ªas medievales como la de Juego de tronos, una de cuyas tramas se inspira ¡ªcomo reconoce su propio autor¡ª en la Guerra de las Rosas entre las casas de Lancaster y York en la Inglaterra del siglo XV.
Si un peri¨®dico como este hiciera una encuesta al respecto, ser¨ªa probablemente la Edad Media la ¨¦poca hist¨®rica en la que casi nadie querr¨ªa vivir. No en vano, de los diez peores a?os de la historia de Inglaterra que los lectores de The Guardian eligieron en 2014 (quiz¨¢s ahora hubieran cambiado alguno), cinco corresponden al periodo medieval. Como etapa en la historia de la humanidad, se situar¨ªa por m¨¦ritos propios en el lado oscuro. Y de edad oscura caracteriz¨® a los siglos posteriores a la ca¨ªda del Imperio Romano el gran Edward Gibbon, en el ¨²ltimo tercio del XVIII.
El rechazo de este concepto de edad oscura, por obsoleto y cargado de prejuicios negativos, hizo que estallara en la primavera de 2016 una peculiar guerra en Twitter que, con el hashtag #stopthedarkages, moviliz¨® a medievalistas y arque¨®logos de todo el mundo, en particular a los anglosajones. Quiz¨¢ fue una tormenta en un vaso de agua, pero, dado que un alto cargo de la Universidad de Belfast hab¨ªa afirmado poco antes que ¡°estudiar el siglo VI no era ¨²til para la sociedad¡±, asumir la oscuridad del trabajo que uno lleva a cabo es condenarlo a la irrelevancia.
Fue Flavio Biondo, humanista italiano del siglo XV, quien acu?¨®, desde una perspectiva de superioridad intelectual y cultural, el t¨¦rmino de Edad Media cuando dividi¨® la historia en tres edades: antigua, media y moderna. El medioevo, la edad intermedia, era poco m¨¢s que el tr¨¢nsito entre dos ¨¦pocas gloriosas: una larga noche de 1.000 a?os entre la Antig¨¹edad, cuna de las civilizaciones occidentales, y el Renacimiento, marcado por el genio art¨ªstico, el nacimiento de los Estados modernos y la exploraci¨®n del mundo.
Nuevas formas y estructuras pol¨ªticas cristalizaron en los siglos posteriores a la desintegraci¨®n imperial romana. La l¨®gica territorial se impuso.
Los periodos cronol¨®gicos son herramientas de clasificaci¨®n ¨²tiles, pero tambi¨¦n construcciones abstractas elaboradas a posteriori para ordenar los conocimientos. La unidad de la Edad Media es falsa, como lo es la de la antigua, de la moderna y qu¨¦ decir de la contempor¨¢nea. Los extremos de unas y otras enmarcan sociedades diferentes y transformadas en el curso del tiempo y de los acontecimientos. Un desprecio similar al de los humanistas, no ajeno en este caso al objetivo de abatir las estructuras de poder de su tiempo, mostrar¨ªan 300 a?os m¨¢s tarde los fil¨®sofos ilustrados franceses al no ver en la Edad Media m¨¢s que una ¨¦poca de b¨¢rbaros e ignorantes, de lenguas surgidas de los despojos del lat¨ªn y de un arte grotesco y de baratijas. El cristianismo hab¨ªa debilitado el Estado romano y la Iglesia hab¨ªa ejercido un dominio tir¨¢nico.
Para Voltaire, la Inquisici¨®n y la masacre de los herejes albigenses en el siglo XIII fueron los acontecimientos m¨¢s viles de la historia. Montesquieu acu?¨® una noci¨®n de r¨¦gimen feudal bastante ajena a la realidad del mundo medieval; la noche del 4 de agosto de 1789, cuando la Asamblea Nacional francesa proclam¨® la abolici¨®n del sistema feudal, el t¨®pico se fij¨® para siempre.
Muchos son los lugares comunes asociados a la Edad Media. No s¨®lo los relativos a sus tir¨¢nicas formas pol¨ªticas y a la violencia del sistema. Tambi¨¦n a su aislamiento, su ausencia de curiosidad y su temor reverencial a cualquier cambio. Sin embargo, un somero recorrido por algunos de sus rasgos distintivos revela que la modernidad no se construy¨® contra lo medieval. La investigaci¨®n reciente y los hallazgos de la arqueolog¨ªa muestran que la Edad Media fue mucho m¨¢s que una Europa cristiana encerrada en sus fronteras defendi¨¦ndose de sus enemigos. Fue una sociedad din¨¢mica, tanto econ¨®mica como culturalmente, donde las personas, los objetos y las ideas viajaron m¨¢s all¨¢ de los confines de lo conocido.
Las cruzadas y las peregrinaciones entre Oriente y Occidente, de Jerusal¨¦n a Santiago de Compostela, se evocan al instante, contribuyendo adem¨¢s a fijar la imagen t¨®pica. Pero la Edad Media no es solo europea y cristiana. Es un mundo global e interconectado. Adem¨¢s de personajes singulares como Marco Polo, otros muchos transitaron las rutas de la seda y los caminos terrestres y mar¨ªtimos, en todos los sentidos y desde fechas muy tempranas, y se establecieron en lugares lejanos.
Sofisticados an¨¢lisis han permitido conocer el origen chino de dos esqueletos descubiertos en un cementerio en Londres de ¨¦poca bajoimperial o de los primeros siglos medievales; las sagas islandesas narran las expediciones vikingas a Groenlandia en el siglo X; los relatos de los enviados por los reyes cristianos a Oriente ¡ªcomo el de Guillermo de Rubruck, embajador en 1253 de Luis IX de Francia ante los mongoles, o el de Ruy Gonz¨¢lez de Clavijo a Samarcanda, enviado en 1403 por Enrique III de Castilla¡ª se refieren a desconocidas comunidades occidentales previamente establecidas.
Las primeras universidades establecieron un sistema de t¨ªtulos y grados como mag¨ªster o doctor que constituyen a¨²n los jalones fundamentales
Tambi¨¦n la movilidad de los objetos refleja ese mundo globalizado: granates de Sri Lanka en joyas merovingias, cristal de roca tallado procedente de Egipto en los tesoros de las grandes catedrales occidentales, monedas de oro bizantinas encontradas en tumbas en China, abalorios del este de Java encontrados en puertos controlados por Bizancio. Un barco hundido construido en la pen¨ªnsula ar¨¢biga y descubierto en 1998 junto a la isla de Belitung, en el mar de Java, confirma el intercambio a larga distancia entre el califato abas¨ª y la dinast¨ªa Tang en el siglo IX: 60.000 piezas de fin¨ªsima cer¨¢mica china extraordinariamente preservadas, oro, plata, especias y resinas constituyen un tesoro ¨²nico que habr¨ªa, probablemente, obligado a Voltaire a revisar su afirmaci¨®n sobre las baratijas medievales.
La Edad Media tambi¨¦n nos ha legado millones de documentos escritos. La mayor parte de lo que se ha conservado de la literatura ¡ªy de la filosof¨ªa, y de la ciencia¡ª grecolatina se transmiti¨® a trav¨¦s de las copias producidas en los escritorios de los monasterios, en las cortes principescas y en las mesas de los copistas de multitud de ciudades orientales y occidentales. Las traducciones ¨¢rabes y los textos bizantinos redescubrieron tratados antiguos desaparecidos durante siglos que hicieron posible, precisamente, el surgimiento del humanismo. Desde el siglo XII se dispon¨ªa ya de traducciones de Arist¨®teles al lat¨ªn realizadas en Toledo; en ese mismo siglo, la codificaci¨®n del derecho a partir de compilaciones jur¨ªdicas previas como la del emperador bizantino Justiniano fue un factor clave en la institucionalizaci¨®n y el desarrollo pol¨ªtico y constitucional del mundo moderno; el dinamismo de la medicina a partir del siglo XIII debe mucho a principios de la fisiolog¨ªa y la terap¨¦utica desarrollados y sintetizados por los autores musulmanes.
La revoluci¨®n de la forma de transmisi¨®n de los saberes cristaliz¨® en una instituci¨®n totalmente nueva que se ha mantenido en su forma casi original hasta nuestros d¨ªas: la universidad. Las primeras universidades ¡ªBolonia, Oxford, Salerno, Par¨ªs¡ª establecieron un sistema de t¨ªtulos y grados como mag¨ªster o doctor que constituyen a¨²n los jalones fundamentales del curr¨ªculo de la educaci¨®n superior.
Muchos aspectos de nuestra vida cotidiana tienen un origen medieval: esa es la procedencia de buena parte del l¨¦xico de nuestras lenguas modernas, forjado en ese periodo entre la desaparici¨®n del lat¨ªn, el fin de los movimientos migratorios en Europa y la puesta por escrito ¡ªque fij¨® su transmisi¨®n¡ª de las lenguas ver?n¨¢culas.
De la Edad Media procede nuestra forma de identificaci¨®n de las personas, con un nombre de pila (bautismal) y un apellido o nombre de familia, hereditario. La imagen cl¨¢sica de un pueblo api?ado en torno a su iglesia y a su cementerio no es de ninguna manera inmemorial, lo mismo que las ciudades rodeadas de sus murallas, sino un producto puramente medieval. Miles de edificios son testigos mudos de la transformaci¨®n del paisaje y de la fijaci¨®n de unas estructuras territoriales que surgen de la concentraci¨®n de poblaciones en torno a la centralidad de los lugares del poder como iglesias, castillos y fortalezas.
Nuevas formas y estructuras pol¨ªticas cristalizaron en los siglos posteriores a la desintegraci¨®n imperial romana. La l¨®gica territorial se impuso a la identidad de la estirpe en la constituci¨®n de los nuevos reinos europeos, dejando el rastro de esa transformaci¨®n incluso en la forma de denominarlos ¡ªel reino de los francos pas¨® a llamarse Francia, por ejemplo¡ª, mientras que una enorme vitalidad institucional cuaj¨® en las ciudades, en los Gobiernos urbanos y en las asambleas gubernativas, donde algunos han querido ver los or¨ªgenes del parlamentarismo moderno.
El control de la violencia arbitraria fue una de las consecuencias del desarrollo institucional medieval. La Edad Media no fue una ¨¦poca de paz y amor universal, pero a lo largo de ella se teorizaron y se pusieron en pr¨¢ctica formas de justicia, de mediaci¨®n y de resoluci¨®n de conflictos. La guerra era, en cierta medida, el ¨²ltimo recurso, ya que los Estados no pod¨ªan sostener la violencia en unos niveles muy altos y constantes. Las batallas campales con grandes contingentes de guerreros a pie y a caballo enfrentados en una lucha a muerte fueron escasas y, por ello, magnificadas en los relatos de la ¨¦poca. La violencia brutal e impredecible es distintivamente moderna.
Fue Bernardo de Chartres, y no Isaac Newton, el autor original al que se le atribuye generalmente, hacia 1120, una de las citas m¨¢s famosas de la historia de la ciencia: ¡°Somos enanos a hombros de gigantes¡±. En medio de dos edades aparentemente de oro, la medieval no fue una edad de hierro. Tuvo, m¨¢s bien, tiempos de enanos y tiempos de gigantes. Como todas.
Ana Rodr¨ªguez es investigadora cient¨ªfica en el Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales-CSIC. Actualmente dirige el proyecto?Petrifying Wealth. The Southern European Shift to Masonry as Collective Investment in Identity, c. 1050-1300, financiado por la Uni¨®n Europea.
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