Un carret¨®n para ?lvaro Lorenzo
Solo Jos¨¦ Garrido cort¨® una oreja de una muy justa y blanda corrida de Torrestrella
?lvaro Lorenzo se perfil¨® para la suerte suprema; fij¨® la mirada en el morrillo del toro, levant¨® los talones y se fue al encuentro. La primera impresi¨®n fue que hab¨ªa enterrado la espada hasta los gavilanes. Pero hete aqu¨ª que el animal se dio la vuelta y ense?¨® a los incautos espectadores la verdad de la historia. Sin saber por qu¨¦, la mano del torero se hab¨ªa ido hacia los costillares del toro, cerquita del n¨²mero que identifica a la res, y en lugar de atravesar la carne, qued¨® la espada ensartada en la piel como en los espetos de sardinas, y asom¨¢ndose al final. ?Mala suerte la del chaval! Cualquier artista echa un borr¨®n.
Se perfila de nuevo (¡°A esta va a ser¡±, comenta el vecino); apunta con m¨¢s atenci¨®n a lo negro, y otra vez yerra con la punter¨ªa. El estoque cay¨® m¨¢s abajo que el primero, si tama?o desatino es posible. Suspenso. Queda para septiembre. Es dif¨ªcil ejecutar de forma m¨¢s fea la suerte suprema. Y es que Lorenzo ven¨ªa a Sevilla a examinarse; y lo hac¨ªa como alumno aventajado, al igual que sus compa?eros de cartel. Pero el borr¨®n fue may¨²sculo. Una vez, vale, pero dos¡ Inexplicable.
TORRESTRELLA / GARRIDO, LORENZO, MAR?N
Toros de Torrestrella, mal presentados, blandos, mansos, nobles y descastados.
Jos¨¦ Garrido: media atravesada y dos descabellos (silencio); estocada (oreja).
?lvaro Lorenzo: estocada ensartada que hace guardia, bajonazo descarado ¡ªaviso¡ª y dos descabellos (silencio); bajonazo descarado ¡ªaviso¡ª y un descabello (silencio).
Gin¨¦s Mar¨ªn: estocada (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Plaza de La Maestranza. Tercera corrida de abono. 26 de abril. Casi tres cuartos de entrada. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria del torero Sebasti¨¢n Palomo Linares, fallecido el lunes.
Tuvo suerte, no obstante, porque cuando acab¨® la faena de dos descabellos, el p¨²blico, generoso, guard¨® un respetuoso silencio. Si le toca hace unos a?os, todav¨ªa le resuenan en los o¨ªdos la m¨¢s que merecida bronca.
Y lo cierto es que no mulete¨® mal a ese primer toro de su lote, blando y noble como los dem¨¢s, y con escaso fuelle. Sus tandas son cort¨ªsimas, no se recrea en los muletazos y su toreo emociona con cuentagotas. Dijo poco, que es de lo que se trataba: contar a Sevilla que quiere ser figura. De momento, en su primero, lo que dijo ser es un pincha¨²vas de nulo acierto.
Repiti¨® ante el quinto el defecto de las tandas cortas; dio la impresi¨®n de traer la lecci¨®n aprendida, y el p¨²blico lo esper¨® con paciencia y la generosidad que merecen los toreros nuevos. La faena avanzaba, surgi¨® una brisa fresca y las palmas con desgana cantaban a leguas que el misterio de Lorenzo sonaba a moderno. Su oponente no era gran cosa, y acudi¨® a los cites con m¨¢s obligaci¨®n que br¨ªo. Llegado el momento de la muerte, parte la plaza se puso los prism¨¢ticos y el resto afin¨® la vista. Pues otra vez se fue a los bajos. ?Vaya tarde¡! Un carret¨®n para Lorenzo¡ Esa es la pena que debe autoimponerse tan mal matador de toros.
El que tore¨® bien de verdad, especialmente con el capote, fue Jos¨¦ Garrido, torero que ofreci¨® una imagen de madurez y buen gusto. Recibi¨® a su primero de rodillas frente a la puerta de chiqueros y el toro le hizo poco caso. Ya de pie dibuj¨® un buen manojo de ver¨®nicas pre?adas de temple; galle¨® por chicuelinas, y, momentos despu¨¦s, se luci¨® por delantales. Cuando tom¨® la muleta, el animal ya hab¨ªa llegado al l¨ªmite de su capacidad pulmonar, y opt¨® por mostrarse como una caricatura birriosa de toro bravo. En fin, que hubo decisi¨®n y ganas de agradar, pero poco m¨¢s.
Volvi¨® a lucirse a la ver¨®nica ante el cuarto, excelentes algunas de ellas. Se ech¨® de rodillas en el inicio de la faena de muleta e ilusion¨® a los tendidos con ayudados por alto muy ajustados. El toro, el mejor hasta entonces para la franela, repetidor y noble, le permiti¨® algunas tandas apasionadas que no alcanzaron el cl¨ªmax deseado. Coment¨® el vecino que el toro estuvo por encima del torero. Quiz¨¢, tuviera raz¨®n. Lo cierto es que le concedieron una oreja que supo a orejita.
?Y Gin¨¦s Mar¨ªn? All¨¢ que se fue a toriles antes de la salida del sexto de la tarde, pero lo pens¨® mejor y se qued¨® casi en el centro del ruedo. De rodillas, eso s¨ª, pero lejos de chiqueros. Una larga cambiada, un par de ver¨®nicas, otro par de chicuelinas, una media y una larga. Todo a la velocidad de la luz, sin tiempo para paladear el toreo. Pero bien.
Hab¨ªa aburrido de lo lindo ante su primero, que embest¨ªa con la cara alta, y con el que se mostr¨® vulgar y pegapases. Solo le quedaba un tema para el aprobado. Noble tonto y escaso de fortaleza era el animal, y el muchacho se puso bonito, dibujo algunos muletazos aceptables, pero no consigui¨® calentar a la fresquita parroquia.
?Y los toros? Decadentes animales sin casta. Otra corrida para el olvido.
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