¡°Estaba preparado para la decepci¨®n cubana¡±
Su nueva obra, ¡®Prosas infiltradas¡¯, vuelve al origen de su libro sobre Cuba: ¡®Persona non grata¡¯, publicado en 1973


Jorge Edwards ten¨ªa 16 a?os, era un adolescente, cuando conoci¨® a Pablo Neruda, de quien fue amigo hasta su muerte; y ten¨ªa 39 a?os cuando conoci¨® a Fidel Castro, l¨ªder de la Revoluci¨®n cubana. Con Castro, al que fue enviado por Salvador Allende como encargado de negocios cuando el poder popular lleg¨® a Chile, las relaciones fueron muy dif¨ªciles desde el comienzo. De esa experiencia en Cuba naci¨® un libro, Persona non grata,que hasta ahora mismo marca la relaci¨®n de Edwards (Santiago de Chile, 1931) con la an¨¦cdota y la categor¨ªa del progresismo hispanoamericano. Castro no le perdon¨® jam¨¢s que pusiera en cuesti¨®n el modo en que aquella Cuba (que es como esta) trataba la libertad de sus intelectuales y escritores.
En un libro en el que otra vez vuelve al origen de Persona non grata (Prosas infiltradas, Reino de Cordelia, Madrid, 2017), Edwards narra los encuentros y desencuentros con Castro que culminaron en su expulsi¨®n de Cuba y en ese libro que tanto le har¨ªa sudar. En el nuevo cuenta el escritor chileno, Premio Cervantes de 1999, que hab¨ªa conocido a Castro en Princeton, la universidad estadounidense, cuando el l¨ªder cubano era un l¨ªder adorado, tambi¨¦n por Hollywood y por la multitud estudiantil de Estados Unidos. Ah¨ª supo hasta qu¨¦ punto Fidel quer¨ªa m¨¢s la revoluci¨®n por las armas (como hab¨ªa pasado en Per¨², donde hab¨ªa triunfado el golpe del general Alvarado) que lo que habr¨ªa de producirse en Chile, una revoluci¨®n sin armas.
Cuando lo vio en Cuba, nada m¨¢s llegar, escuch¨® de nuevo esas comparaciones: lo de Chile no va a ninguna parte. El encuentro final con Fidel lo llev¨® a Edwards a ser considerado persona non grata. Hab¨ªa llegado en 1971 y fue expulsado tres meses m¨¢s tarde. Se hab¨ªa hecho con amistades indeseables para el r¨¦gimen castrista, hab¨ªa dejado que lo contaminaran Heberto Padilla y otros disidentes del interior. Todo eso est¨¢ en Persona non grata. Lo que escribe ahora est¨¢ en el frontispicio de Prosas infiltradas es una reconsideraci¨®n melanc¨®lica de aquella decepci¨®n. Le hemos preguntado ahora si ¨¦l se esperaba esa decepci¨®n y c¨®mo le afect¨® el ninguneo universal, como intelectual hispanoamericano, que se produjo cuando fue expulsado de Cuba y dio a la estampa, en 1973, ese libro.
Amigo de Neruda
¡°Estaba preparado para esa decepci¨®n¡±, dijo Jorge Edwards en entrevista con EL PA?S. ¡°El propio Allende me dijo que yo no era adecuado para esta misi¨®n; algunos intelectuales mexicanos me hab¨ªan alertado de que me iba a encontrar con focos de descontento que me har¨ªan abrir los ojos demasiado. Neruda, que era mi amigo, hab¨ªa sido en cierto modo repudiado por intelectuales de la izquierda cuban¨®fila porque acept¨® ir a Nueva York en 1966, a una reuni¨®n del Pen Club¡ Todo conspiraba para que aquello saliera mal¡±.

Y sali¨® como se cuenta en Persona non grata y como ahora ratifica en Prosas infiltradas. ¡°Fidel me recibi¨® bien¡±, dice Edwards. ¡°Pero la segunda noche de Cuba estuve en el bar del hotel con Heberto Padilla, con Jos¨¦ Lezama Lima. Y era evidente que las intuiciones que me hab¨ªan hecho llegar no estaban lejos de la realidad que ellos me contaban en ese momento. El embajador de la Yugoslavia de Tito me avis¨® tambi¨¦n de que aquello no era lo que se esperaba de la Revoluci¨®n¡±.
?Y por qu¨¦ escribi¨® un libro que le iba a perjudicar tanto en su relaci¨®n con el lugar com¨²n de entonces en la intelectualidad hispanoamericana? ¡°Porque yo observaba que en parte del Gobierno chileno se ve¨ªa Cuba como una panacea. Y quise advertirles. Si eso pasaba, me dije, yo ser¨ªa un exiliado de Chile, como lo era ya Guillermo Cabrera Infante de Cuba¡±.
Y escribi¨® el libro; tuvo mucho ¨¦xito, pero tambi¨¦n alcanz¨® el ninguneo universal: ¡°S¨ª, hubo para m¨ª muchos vetos. Se alej¨® de m¨ª Julio Cort¨¢zar, por ejemplo. Pero otros vinieron, como Octavio Paz. Editores como Seuil, donde estaba Regis Debray, que segu¨ªa siendo proclive a la Revoluci¨®n, o Gallimard, donde estaba Ugn¨¨ Kurvelis, entonces compa?era de Cort¨¢zar, se negaron a publicar el libro¡ Siempre he sido un inconsciente con respecto a lo que me puede pasar por las cosas que cuento. Ha sucedido ahora con La ¨²ltima hermana, sobre parte de mi familia. Y s¨ª, sufr¨ª vetos, bloqueos. Soy un sobreviviente de toda aquella situaci¨®n. Neruda me dec¨ªa, cuando yo le contaba lo que pas¨¦ y vi en Cuba, me dec¨ªa siempre: ¡®Eso est¨¢ muy bien, escr¨ªbelo¡ Pero no lo publiques todav¨ªa¡¯. Si ¨¦l siguiera vivo a¨²n me estar¨ªa diciendo eso: ¡®?Pero no lo publiques todav¨ªa!¡±.
Y lo public¨®. Ahora dice que lo que pasa en Venezuela, por ejemplo, y lo que pasa con la izquierda emergente en Espa?a le recuerdan lo que vio al llegar a Cuba. ¡°Aqu¨ª, por ejemplo, observo que Podemos llega atrasado al invento. Y el invento ya se cay¨® all¨ª. Y aqu¨ª se les est¨¢ cayendo a cada rato¡±.
Esta semana Edwards presentar¨¢ este libro en el que, entre otras cosas, recapitula sobre el periodo m¨¢s duro de su vida como persona non grata y sobre autores como Paz, Jorge Luis Borges, Cort¨¢zar y Neruda. ¡°Neruda era mi amigo, yo nunca fui su secretario. A ver si logro que eso se diga de una vez: no fui secretario de Neruda, fui amigo suyo¡±.
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