Rel¨¢mpago
En ¡®Los d¨ªas de Jes¨²s en la escuela¡¯, Coetzee ahonda en el sentido del puesto del hombre en el cosmos
Siguiendo el mismo hilo narrativo de parodiar aleg¨®ricamente la vida de La Sagrada Familia, iniciada en una anterior novela, La infancia de Jes¨²s, el escritor J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) vuelve sobre el tema con otra titulada Los d¨ªas de Jes¨²s en la escuela (Random House), donde se nos relata la instalaci¨®n del sagrado tr¨ªo en una peque?a ciudad llamada Estrella, donde se hab¨ªan refugiado para impedir que se censase al prodigioso infante, llamado en esta ficci¨®n David, como sus padres responden a los nombres de In¨¦s y Sim¨®n. Sin m¨¢s detalles anecd¨®ticos, ahora, como se anuncia en el t¨ªtulo, asistimos a la problem¨¢tica escolarizaci¨®n de David-Jes¨²s, que, finalmente, solo encaja en una singular Academia de Danza, dirigida por una extra?a pareja casada, los Arroyo, Ana Magdalena y Juan Sebasti¨¢n, cuyas respectivas tarjetas de identidad tienen unas obvias resonancias bachianas, los cuales creen que toda la formaci¨®n infantil debe estar cortada por el patr¨®n de la unidad intr¨ªnseca entre la m¨²sica y la danza; es decir, por la voluntad de retrotraerse al despertar hist¨®rico de la consciencia humana.
Simplificando mucho, lo que pretende Coetzee es ahondar en el sentido original y, por tanto, determinante, del puesto del hombre en el cosmos. Al margen de esta meditaci¨®n sobre nuestro destino antropol¨®gico, el autor se las arregla para urdir una trama narrativa, plena de intrigantes incidencias, que cautivan la atenci¨®n del lector hasta el inconcluso final. En un momento del relato, a instancias de la insistente pregunta de Sim¨®n-Jos¨¦ sobre la finalidad de su m¨¦todo pedag¨®gico, Juan Sebasti¨¢n Arroyo afirma: ¡°Por tanto, si deseamos escapar del ciclo, tal vez deber¨ªamos estar recorriendo el mundo no en busca de una respuesta verdadera sino de la pregunta verdadera. Tal vez sea eso lo que nos falta¡±. ?Exacto! Esta es, a mi modo de ver, la cuesti¨®n candente, sobre todo, para el atribulado hombre contempor¨¢neo, ah¨ªto de respuestas, cuya verdad se acredita por su eficacia pr¨¢ctica para nuestro inmediato confort, pero sin m¨¢s alcance.
Este brutal achatamiento simplificador de nuestra perspectiva mental casi nos arrebata el don del pensamiento creador o lo encadena a una producci¨®n y rentabilizaci¨®n de objetos materiales comercializables que nos esclavizan. Despojados de todo sentido cr¨ªtico, perdemos la memoria de lo que fuimos y de nuestras capacidades originales, lo que nos encamina maquinalmente a nuestra obsolescencia como especie de un ser que nos trasciende. ?C¨®mo salir del atolladero? Esa es una buena pregunta sin respuesta concreta, aunque no por ello menos conminatoria. Tampoco la da, por supuesto, J. M. Coetzee, pero acierta en la aut¨¦ntica pregunta y busca a sus inquisidores genuinos: un ni?o, sus inocentes padres putativos y unos artistas ensimismados, que se preocupan por lo que a nadie les interesa. En la pesquisa de estos seres err¨¢ticos, que se consumen por una innominada pasi¨®n in¨²til, vemos fraguarse, sin embargo, el sacrificio y la redenci¨®n. Un rel¨¢mpago de esperanza que ilumina la noche de los tiempos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.