Los papeles del ¡®Guernica¡¯
Genoveva Tusell detalla la operaci¨®n Cuadro grande: un esfuerzo diplom¨¢tico para traer el mural de Picasso a Espa?a
Quiz¨¢, solo quiz¨¢, haya un cuadro m¨¢s famoso, pero nunca hubo uno tan pol¨ªtico como el Guernica de Picasso. Tom¨® el nombre de un pueblo bombardeado en la Guerra Civil, creci¨® como alegato contra la guerra, se exhibi¨® en medio mundo como herramienta de propaganda pol¨ªtica y es tan s¨ªmbolo de la paz como la paloma blanca. Lo encarg¨® la Rep¨²blica, lo quiso Franco, lo reclam¨® el Parlamento vasco, lo pidieron los catalanes, se lo han peleado algunos de los museos m¨¢s importantes de mundo, como el Prado, o el MoMA, de Nueva York. Pero finalmente, haciendo honor a su significado, puso de acuerdo a expertos, familiares y pol¨ªticos de todas las ideolog¨ªas: el mural deb¨ªa volver a Espa?a. Y volvi¨®. Era el 10 de septiembre de 1981, el ¨²ltimo viaje del cuadro m¨¢s famoso del mundo. Quiz¨¢s.
El mito de Lorca, asesinado, quemaba al R¨¦gimen franquista, y la fama de Picasso, que prometi¨® no volver a Espa?a hasta que no se restauraran las libertades, no dejaba de crecer en todas partes. Los gerifaltes de la dictadura quer¨ªan poner remedio a esto m¨¢s pronto que tarde y no dudaron en entrevistarse con el pintor malague?o en Francia por ver si torc¨ªan su voluntad y se iniciaba un periodo de colaboraci¨®n art¨ªstica, a pesar de que en las listas negras espa?olas figuraba se?alado como comunista.
De modo que, con todas las cautelas pol¨ªticas, hasta saber a qui¨¦n correspond¨ªa la propiedad del mural, el R¨¦gimen inici¨® sus pesquisas, el almirante Carrero Blanco pidi¨® permiso a Franco para eso, y un informe del consulado espa?ol en Nueva York alab¨® las virtudes de la obra que adem¨¢s, hoy, dec¨ªa, ¡°valdr¨ªa una millonada y ser¨ªa una atracci¨®n tur¨ªstica de primer orden¡±. Era 1968.
Domingu¨ªn dijo que no
Al matrimonio Picasso, Pablo y Jacqueline, y al que formaban el torero Luis Miguel Domingu¨ªn y Luc¨ªa Bos¨¦ les un¨ªa una gran amistad. A ellos recurri¨® la dictadura franquista para que mediaran en la vuelta del Guernica a Espa?a. Lo intent¨® el director de Bellas Artes Florentino P¨¦rez Embid, a finales de los sesenta, pero el torero no pod¨ªa hacer nada porque Picasso hab¨ªa roto su amistad con ¨¦l a ra¨ªz de su separaci¨®n de Luc¨ªa Bos¨¦. A ella le ofreci¨® P¨¦rez Embid "una sustanciosa remuneraci¨®n", que rehus¨® porque "no quer¨ªa poner en peligro", la amistad con el pintor, relata ?lvaro Mart¨ªnez-Novillo, subdirector general de Artes Pl¨¢sticas entre 1979 y 1982, que ha redactado el ep¨ªlogo del libro.
Franco dio orden de que no se vigilase el coche del torero Domingu¨ªn cuando volv¨ªa de Francia por si en ¨¦l quer¨ªa entrar Picasso.
Todos estos detalles, fruto de una investigaci¨®n de a?os, los ha recopilado Genoveva Tusell en un libro titulado El 'Guernica' recobrado. Picasso, el franquismo y la llegada de la obra a Espa?a (C¨¢tedra). Historiadora del Arte, la autora es adem¨¢s hija del fallecido Javier Tusell, uno de los hombres que jug¨® un papel determinante para la vuelta del cuadro a Espa?a, tal y como Picasso dej¨® dicho.
Pero el sigilo no fue suficiente y la noticia de que el R¨¦gimen quer¨ªa recuperar nada menos que el Guernica as¨ª como las facilidades que se ofrec¨ªan al pintor -homenajes, condecoraciones, exposiciones, halagos p¨²blicos-, se filtr¨® a la prensa y el New York Times lleg¨® a titular: ¡°Franco se vuelve fan de Picasso¡±. Pero el pintor no era en absoluto seguidor de Franco y aquellas noticias no hac¨ªan m¨¢s que alarmarle. Al¨¦rgico a los testamentos, el malague?o vio la necesidad de dejar por escrito su negativa a que el cuadro, que descansaba en el MoMA, volviera a Espa?a con el caudillo vivo. Los medios espa?oles hab¨ªan recogido tambi¨¦n declaraciones del pintor en las que pon¨ªa como condici¨®n para la recuperaci¨®n del mural la vuelta de la Rep¨²blica.
A instancias de su abogado y amigo Roland Dumas, una carta firmada el 15 de diciembre de 1969 asegura, finalmente, la voluntad del pintor en estos t¨¦rminos: el cuadro debe volver a Espa?a ¡°cuando se hayan restablecido las libertades p¨²blicas¡±, algo que deber¨ªa determinar el propio Dumas llegado el d¨ªa.
Poco despu¨¦s, en 1971, en una carta dirigida al MoMA, confirma de nuevo que tanto el mural como los estudios preparatorios ¡°est¨¢n destinados al gobierno de la Rep¨²blica Espa?ola¡±. All¨ª acabaron los intentos franquistas por hacerse con el cuadro, que, salvo iniciativas privadas, que siempre hubo, no se retomar¨¢n hasta la entrada de la democracia, que no lleg¨® en forma de Rep¨²blica.
¡°Picaso siempre dijo que el cuadro pertenec¨ªa al pueblo espa?ol y su deseo era que estuviera en el Prado. Eso no admite dudas, si bien es cierto que entonces no hab¨ªa un museo como el Reina Sof¨ªa, en el que est¨¢ ahora. Mi padre se opuso cuando lo pasaron del Cas¨®n del Buen Retiro al Reina, yo creo que ahora ya est¨¢ bien donde est¨¢¡±, dice la autora del libro, que siempre recuerda el gran trabajo en equipo que se despleg¨® en la democracia para que el Guernica volviera, unas negociaciones que la prensa segu¨ªa concienzudamente, a pesar de la clandestinidad con que se llevaron algunos asuntos debido a la seguridad amenazada del cuadro, tanto en Espa?a por la extrema derecha, que oblig¨® a proteger el mural con un enorme cristal a su llegada, como en Estados Unidos, donde hab¨ªa sufrido alg¨²n percance.Los comunicados que se intercambiaban los pol¨ªticos y conservadores del museo se refer¨ªan al asunto como operaci¨®n Cuadro Grande para garantizar su seguridad y la tarde del 9 de septiembre, cuando el MoMA cerr¨® sus puertas, los visitantes de aquel d¨ªa no sab¨ªan que era la ¨²ltima vez que ver¨ªan el cuadro fuera de Espa?a.
Se sabe que lo desprendieron del bastidor y lo enrollaron con sumo cuidado, que un cami¨®n atraves¨® Nueva York hasta el aeropuerto en medio de un atasco descomunal por un apag¨®n en los sem¨¢foros y que lleg¨® a Espa?a sin que los pasajeros del avi¨®n lo supieran hasta que el capit¨¢n, al aterrizar en Madrid se lo comunic¨®. Muchos recuerdan c¨®mo un gran despliegue policial lo escolt¨® hasta el Cas¨®n, que ya hab¨ªa sido acondicionado para recibir al ilustre inquilino y c¨®mo muchos espa?oles salieron a la calle para recibirlo entre aplausos.
Lo que Genoveva Tusell cuenta en este libro es la intrahistoria de aquel viaje, las negociaciones diplom¨¢ticas y los pu?etazos en la mesa hasta que el cuadro inici¨® por fin su camino a casa. Los avances y los retrocesos, la voluntad pol¨ªtica y el enredo con los herederos, la d¨¦bil democracia y aquel bigotudo golpe de Estado que por poco da al traste con todo.
?De qui¨¦n era el Guernica? En las negociaciones se tuvo en cuenta la voluntad expresada por el pintor, se tom¨® en consideraci¨®n el criterio de su abogado Dumas sobre las garant¨ªas democr¨¢ticas en Espa?a; tambi¨¦n el criterio de los herederos, en especial el de Maya Picasso, guardiana como ninguno de la memoria pol¨ªtica de su padre, que no acababa de ver aquella Espa?a plenamente democr¨¢tica; se prest¨® atenci¨®n a la voluntad de los museos, de los expertos. Pero el as en la manga que ten¨ªan los negociadores espa?oles era la factura que pag¨® la Rep¨²blica por el cuadro porque con ese papel en la mano no hab¨ªa m¨¢s que hablar. Pero antes hab¨ªa que encontrarlo. Mientras eso ocurr¨ªa, la diplomacia se abr¨ªa camino.
Se sab¨ªa que el escritor Max Aub hab¨ªa pagado 150.000 francos a Picasso por el cuadro, un encargo de la Rep¨²blica para el pabell¨®n espa?ol en la Exposici¨®n internacional de Par¨ªs de 1937. Pero la factura nunca apareci¨®. El diplom¨¢tico Rafael Fern¨¢ndez Quintanilla, muy relacionado con la cultura y la Administraci¨®n desde a?os atr¨¢s fue enviado a Francia en 1977 con dedicaci¨®n exclusiva para buscar aquel documento que acreditara la propiedad del Guernica. Los papeles estaban en el archivo del embajador de la Rep¨²blica en Par¨ªs Luis Araquistain pero su hijo ped¨ªa por el archivo completo cuatro millones de francos. A su muerte, la suma se rebaj¨® sustancialmente y el Gobierno de Adolfo Su¨¢rez pudo pagar esa parte del archivo.
Los herederos estaban reticentes, Maya, ya se ha dicho, m¨¢s que ninguno. Fueron tantas las conversaciones y cartas que Javier Tusell y ella llegaron a trabar amistad. Recuerda Genoveva Tusell que ¡°Maya estaba encantada con un presidente tan apuesto como Adolfo Su¨¢rez¡±, al que finalmente se recurri¨® para ablandar su voluntad. El presidente les escribi¨® a todos los herederos en enero de 1981 solicitando su colaboraci¨®n e invit¨¢ndoles a los fastos organizados para el centenario del nacimiento del pintor. Cuando ya el camino se allanaba por este extremo, Tejero entr¨® con las pistolas al Congreso. ¡°Aquello se crey¨® que ser¨ªa el final de las negociaciones¡±, dice la autora del libro. Pero muy al contrario, la respuesta del pueblo espa?ol y de las instituciones ante aquel golpe de Estado asent¨® las convicciones de que Espa?a avanzaba con solidez hacia la democracia.
El verano de aquel a?o, sin embargo, se hizo duro. Tusell pas¨® las vacaciones trabajando en Madrid y enviado cartas al MoMA para recordar que nada hab¨ªa cambiado y segu¨ªan intentando traer el cuadro. Y por fin lleg¨® a Madrid. El ¨²ltimo director de Bellas Artes que tuvo la Rep¨²blica, Josep Renau, fue invitado al montaje del cuadro en el Cas¨®n del Buen Retiro: ¡°Para m¨ª es el final de una pesadilla [...] Es un fen¨®meno curioso el hecho de que el Guernica,que no es un fen¨®meno pol¨ªtico, pueda llegar a ser tan beneficioso para la democracia¡±.
Un libro lleno de curiosidades
En 1939, Picasso, que ya viv¨ªa en Francia, prometi¨® no volver a Espa?a mientras durara el r¨¦gimen franquista.
El primer museo Picasso del mundo fue el de Barcelona, que se inaugur¨® en 1963. Algunos de los cuadros que engrosaron aquella colecci¨®n viajaron en la clandestinidad desde Francia, aprovechando d¨ªas festivos.
En 1961, se celebr¨® la primera y ¨²nica exposici¨®n organizada por un organismo oficial espa?ol en vida del artista. Se celebraba el 80? aniversario del pintor.
Boadella va a la c¨¢rcel en 1978. Era el cabeza del grupo de teatro Els Joglars y fue detenido por la obra La torna, sobre la ejecuci¨®n de Salvador Puig Antich. Paloma Picasso comunic¨® al ministro P¨ªo Cabanillas que suspend¨ªa las negociaciones sobre el Guernica.
La prensa de Estados Unidos dec¨ªa en 1962 que los comunistas sovi¨¦ticos consideraban el Guernica "una perversi¨®n est¨¦tica" con v¨ªctimas representadas como "monstruos" y que la exhibici¨®n de las obras de Picasso estuvieron prohibidas all¨ª hasta los cincuenta.
En 1940, Picasso solicit¨® la nacionalidad francesa. Los alemanes hab¨ªan entrado en Par¨ªs y a los extranjeros se les interrogaba a conciencia. No se la concedieron. Se record¨® su adhesi¨®n a la Rep¨²blica y que fue director del Museo del Prado. Nunca m¨¢s volvi¨® a pedir la nacionalidad. En 1944, se afili¨® al Partido Comunista franc¨¦s.
Dora Maar recibi¨® 240 francos por las fotos del proceso de creaci¨®n del Guernica en 1937, a cargo de la Rep¨²blica espa?ola. En 1998, el Gobierno volvi¨® a pagar por ellas 14 millones de pesetas en una subasta en Francia. Est¨¢n en el Reina Sof¨ªa.
El ministro Fern¨¢ndez Ord¨®?ez visit¨® el MoMA en 1978 y pregunt¨® si le dar¨ªan el Guernica a cambio de un vel¨¢zquez. Contestaron que mejor por dos.
Los socialistas (Felipe Gonz¨¢lez) hab¨ªan ido a ver el Guernica al MoMA, pero no acudieron a la inauguraci¨®n del cuadro en el Prado, a la que s¨ª fue la Pasionaria.
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