Fallece a los 95 a?os el fil¨®sofo alem¨¢n Karl-Otto Apel
Colega de Habermas, el pensador fue uno de los te¨®ricos m¨¢s influyentes de la llamada Escuela de Fr¨¢ncfort
El nombre de Karl-Otto Apel (1922-2017), fallecido el pasado lunes en la localidad de Niedernhausen (centro-oeste de Alemania) a los 95 a?os seg¨²n ha confirmado este martes su familia, resulta inseparable de la Escuela de Fr¨¢ncfort. ?l y J¨¹rgen Habermas forman parte de lo que se ha dado en llamar la segunda generaci¨®n de ese centro. Escuela de Fr¨¢ncfort es el nombre popular del Instituto de Investigaci¨®n Social, fundado en 1923 y en el que se integraron fil¨®sofos como Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Max Horkheimer, Erich Fromm y algo m¨¢s tarde y desde la distancia, Walter Benjamin. El nazismo supuso su dispersi¨®n. Su pensamiento, de ra¨ªz hegeliano-marxista, pas¨® a ser denominado ¡°teor¨ªa cr¨ªtica¡±, ante los problemas que en Estados Unidos supon¨ªa el t¨¦rmino ¡°marxista¡±. Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, el Instituto recuper¨® su vitalidad en torno a Habermas y Apel. Ambos han trabajado en lo que se ha dado en llamar ¡°¨¦tica del discurso¡± o ¡°acci¨®n comunicativa¡±. La parte central de sus trabajos, sobre todo en las ¨²ltimas d¨¦cadas del pasado siglo, pretende dejar claro que la democracia empieza en el lenguaje. Es la igualdad comunicativa lo que facilita la igualdad en la capacidad de decisi¨®n, es decir, la participaci¨®n en una ¨¦tica colectiva de aspiraci¨®n universalista. Ambos coinciden mucho, pero no siempre, como muestra el curioso volumen de Apel (Siglo XXI, 1994) titulado Pensar con Habermas contra Habermas.
Nacido el 15 de marzo de 1922 en D¨¹sseldorf, estudi¨® filosof¨ªa en Bonn y se integr¨® en la docencia, primero en la Universidad de Maguncia, luego en la de Kiel y, finalmente, en Fr¨¢ncfort. Hasta ese momento, sus trabajos mostraban una clara influencia de la hermen¨¦utica heideggeriana pero tambi¨¦n de la obra de Ernst Cassirer. Ambas v¨ªas lo llevaron hacia sus dos preocupaciones principales: el lenguaje y la ¨¦tica. Y la relaci¨®n entre ambas.
El lector castellano dispone de una traducci¨®n excelente (realizada por Adela Cortina, Joaqu¨ªn Chamorro y Jes¨²s Conill) de una de sus obras principales: La Transformaci¨®n de la Filosof¨ªa (Taurus).
Buena parte de sus tesis se hallan sintetizadas en un texto incluido en la obra dirigida por Raymond Klibansky y David Pears y patrocinada por la Unesco, La philosphie en Europe,?que Apel titul¨® con una pregunta: ?Es posible una ¨¦tica universalista? La respuesta es, desde luego, positiva, lo que no implica que d¨¦ receta alguna. Apel parte de la propia idea de Europa. Pese a que se haya podido dar un pensamiento que se pretend¨ªa universal, criticado como eurocentrista, hay que reconocer que las cr¨ªticas a ese eurocentrismo se hacen inevitablemente desde las aportaciones europeas que defienden el universalismo de los derechos humanos y la igualdad. Hay, sostiene, una afinidad interna entre la tradici¨®n del pensamiento europeo y su universalismo que se expresa en lo que el propio Apel y Habermas llamaban la ¨¦tica del discurso. Tras revisar las cr¨ªticas a una posible ¨¦tica universal de autores como Foucault o Lyotard, defiende que en el presente tiende a una ¨¦tica pluralista y axiol¨®gicamente universal.
El papel de la comunicaci¨®n resulta crucial. La capacidad de decisi¨®n del hombre se produce en la medida en que reconoce al otro como libre e igual y acepta debatir con ¨¦l desde la racionalidad. Como ha se?alado el actual director de la Escuela de Fr¨¢ncfort, Axel Honneth, al final se vota, pero antes es imprescindible el debate; el reconocimiento de que el lenguaje es un lugar de encuentro, confrontaci¨®n y acuerdo. Enti¨¦ndase bien: el lenguaje, no el idioma.
Apel y Habermas inician el reencuentro del marxismo con Kant, oscurecido durante unos a?os por la potencia de Hegel. En Kant, Apel (siguiendo la estela de Cassirer) encuentra un camino que da v¨ªa libre a una ¨¦tica de voluntad universal. O, cuando menos, a la posibilidad de superar el mero subjetivismo. No era tarea f¨¢cil porque su obra coincide en el tiempo con el esp¨ªritu relativista defendido por los posmodernos y tambi¨¦n, con la cr¨ªtica mucho m¨¢s fuerte encabezada por Foucault. De hecho, no puede decirse en serio que Apel haya triunfado en sus intentos universalistas, pero s¨ª ha logrado que esa pretensi¨®n no est¨¦ sepultada. De hecho, ya Descartes intuy¨® que una ¨¦tica universal era problem¨¢tica y acept¨® regirse por una moral provisional, pero no renunci¨® a la posibilidad de una moral v¨¢lida para todos. Es decir, decidi¨® no renunciar a la idea del bien y a la idea del mal. En eso andaba tambi¨¦n Apel.
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