Enormes minucias
Debemos a Alfonso Reyes el t¨ªtulo de Enormes minucias con el que tradujo una breve reuni¨®n de breves ensayos de G.K. Chesterton como un ejemplo m¨¢s de la elevada calidad con la que el autor ingl¨¦s practicaba el pensamiento andante, la reflexi¨®n sobre el instante ef¨ªmero y la ponderaci¨®n precisa del peso variable de las cosas. Nada mejor para contextualizar la digesti¨®n de una corrida de Lagunajanda que lidiaron con dignidad Juan del ?lamo, Fortes y Rom¨¢n, m¨¢s sus respectivas cuadrillas. No tengo m¨¢s que decir, salvo que cada vez que se lidia una corrida de toros el aficionado de veras ha de reconocer que son muchos los detalles que justifican la irracional pasi¨®n inquebrantable de su afici¨®n. Minucias enormes como la del hombre que traza las rayas de ese polvo llamado Blanco de Espa?a¡ªque no cal viva ni anilina¡ªsobre la arena ¨Cque no albero¡ªfaltando pocos minutos para el pase¨ªllo, confirmaci¨®n que se dilata m¨¢s de un minuto en cada vuelta blanca, andando contra las manecillas del reloj que corona Las Ventas o la distra¨ªda dama que asiste todos los d¨ªas para moverse ligeramente al comp¨¢s de cada uno de los pasodobles que interpreta la banda del maestro D. Francisco Garc¨ªa.
Previo a la labor de los areneros y monosabios, hay quienes se hipnotizan con la cartograf¨ªa callada que dejan sobre la arena las pisadas de las modernas zapatillas con suela acanalada y las pezu?as a veces ensangrentadas de los toros de media tonelada que imprimen con su peso un breve libro de arena en el palmo de terreno donde viven su lidia al filo de la muerte. Otros se fijan en los rayones que dejan los pitones en los burladeros como cicatrices con astillas del ef¨ªmero encontronazo de un minotauro con el l¨ªmite de su laberinto o las rayas que se imprimen sobre el percal de ciertos capotes que no lograron templar las primeras embestidas de un volc¨¢n en erupci¨®n.
Enormes minucias la colocaci¨®n exacta de los puyazos de los picadores, los pares de banderillas y la curva met¨¢lica de los estoques en la suerte suprema que determinan el aplauso, la consagraci¨®n, la denostaci¨®n o el derrumbe de un torero y tambi¨¦n minucias enormes los insultos a rienda suelta que lanzan desde el tendido o en las redes sociales quienes se sienten ofendidos por la opini¨®n del Otro, sabios por gracia de la estulticia y eternamente resentidos por razones ajenas a la corrida o la cr¨®nica.
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