Castella queda en evidencia
El torero franc¨¦s naufrag¨® ante el mejor lote, Talavante cort¨® una oreja a un noble sobrero, y Javier Jim¨¦nez result¨® herido en el muslo derecho
Al final, la corrida deriv¨® en una mezcla de ingredientes diversos. Hubo dos fracasados ¡ªCastella y el ganadero¡ª; triunf¨® Talavante ante un nobil¨ªsimo sobrero al que mulete¨® con templanza y hondura, y result¨® herido Javier Jim¨¦nez en el muslo derecho cuando muleteaba al sexto, un toro sin clase y deslucido.
Sebasti¨¢n Castella baj¨® muchos enteros en su consideraci¨®n de figura del toreo; es imperdonable que a uno de los que dicen mandar se le vaya un toro de puerta grande en feria de tanto relumbr¨®n, pero que persista en el error y se le vaya otro que, al menos, le ofreci¨® en bandeja un tercer trofeo, ya es para que se retire a un monasterio unos d¨ªas y reflexione sobre las causas de tan grave fracaso.
Algo extra?o le ocurri¨®, sin duda, porque el torero franc¨¦s ha demostrado en esta plaza que sabe torear muy bien; pero ayer le abandonaron las musas, se enfund¨® el traje de la monoton¨ªa y ofreci¨® todo un recital de destoreo, mantazo va, mantazo viene, hasta la derrota final
Puerto / Castella, Talavante, Jim¨¦nez
Toros de Puerto de San Lorenzo, ¡ªel primero y el quinto, devueltos¡ª, muy justos de presencia, mansurrones, flojos, descastados y nobles. El primer sobrero, de Buenavista, bravo y muy noble y repetidor en la muleta; el segundo, de Torrealta, devuelto por inv¨¢lido; el tercer sobrero, del Conde de Mayalde, grand¨®n, manso y muy noble.
Sebasti¨¢n Castella: ¡ªaviso¡ª estocada trasera ¡ª2? aviso¡ª y un descabello (palmas); ¡ªaviso¡ª gran estocada (palmas); estocada en el que mat¨® por cogida de Jim¨¦nez (silencio).
Alejandro Talavante: pinchazo, media y cuatro descabellos (silencio); estocada ca¨ªda (oreja).
Javier Jim¨¦nez: gran estocada (silencio); cogido de gravedad por el sexto. El parte m¨¦dico indica que la herida fue en el muslo derecho y tiene dos trayectorias; hacia arriba, de 20 cent¨ªmetros, que produce destrozos en m¨²sculos aductores, y otra hacia abajo, de 15 cent¨ªmetros que afecta a los m¨²sculos vasto interno y aductor. Pron¨®stico grave.
Plaza de Las Ventas. Corrida de la Prensa. Novena corrida de feria. 19 de mayo. Lleno de 'no hay billetes' (23.624 espectadores). Asisti¨® el Juan Carlos I, que estuvo acompa?ado por Victoria Prego, presidenta de la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid, y Carmen Mart¨ªnez Castro, secretaria de Estado de Comunicaci¨®n.
Lo m¨¢s grave sucedi¨® ante el primero, un sobrero de Buenavista, que cumpli¨® en el caballo, acudi¨® alegre en banderillas y lleg¨® al tercio final con tranco, prontitud, fijeza y transmisi¨®n. El comienzo por alto y unos elegantes ayudados hicieron presagiar faena de triunfo grande. Mejor¨® el toro en cada tanda, persigui¨® la muleta con codicia y obedeci¨® los cites del torero antes de que este le mostrara el enga?o. Pero a medida que el animal asentaba su buena clase, Castella dec¨ªa a voz en grito que no era su tarde, ni su toro, ni su plaza¡ No dio pie con bola, mezcl¨® pases estimables con un aluvi¨®n de desatinos, alarg¨® la faena en un intento desesperado de encontrar una salida digna, pero no consigui¨® m¨¢s que cansar al bendito p¨²blico que consinti¨®, en respetuoso silencio, sus brochazos oscuros. Hasta dos avisos escuch¨® por su tardanza, y lo peor fue que el toro se march¨® con las orejas al desolladero. ?Imperdonable!
Pero es verdad que todo puede empeorar. El cuarto, de la p¨¦sima corrida titular, no tuvo la calidad de su compa?ero, pero no dej¨® de embestir al enga?o del peor Castella imaginable. Acelerado siempre, con la muleta enganchada, dijo que las ideas le hab¨ªan abandonado. Ojal¨¢ sea un retiro moment¨¢neo.
El segundo fracasado, el ganadero. Hasta dos toros de la corrida titular fueron devueltos, pero alguno m¨¢s pod¨ªa haber seguido el mismo camino. Todos estuvieron muy justos de presencia, y, a excepci¨®n del cuarto, evidenciaron una preocupante falta de fuerzas y ausencia de casta. Otra birria m¨¢s. El primero, por poner un ejemplo, se ech¨® en la arena tranquilamente en el tercio de varas, circunstancia que aprovech¨® el presidente para mandarlo directamente a la puntilla; pero es que el tercero se desplom¨® ante la muleta de Jim¨¦nez y le cost¨® un mundo recuperar la posici¨®n inicial.
La corrida iba a toda velocidad por el precipicio de la decepci¨®n m¨¢s absoluta cuando sali¨® un sobrero grand¨®n del Conde de Mayade que huy¨® del primer encuentro con el caballo, mejor¨® en el segundo tercio, lo que permiti¨® el lucimiento en banderillas de Juan Jos¨¦ Trujillo, y lleg¨® a la muleta con bondad y un temple exquisito. Lo aprovech¨® en toda su dimensi¨®n Talavante, quien se entretuvo en torear de sal¨®n, confiado y artista, por naturales hermosos, algunos de ellos bell¨ªsimos, y redondos rebosantes de torer¨ªa. Falt¨® la emoci¨®n de la casta, pero ah¨ª quedaron pinceladas del mejor toreo moderno.
Ese fue el mejor Talavante, pero hubo otro, no tan bueno, ante el segundo, un toro que iba y ven¨ªa sin gran fijeza. El torero dio muchos pases, pero no hubo ni un solo muletazo que recordarse pueda, ni un solo detalle m¨¢s all¨¢ de sus posturas flamencas tras el cierre de varias tandas anodinas. Es decir, que ante la m¨ªnima dificultad, queda patente que el toreo carece del m¨¢s m¨ªnimo sentido de la emoci¨®n.
El peor parado fue el joven Javier Jim¨¦nez. Un toro enfermizo y con cara de pena, lisiado, noqueado y moribundo, fue su primero. Sali¨® a por todas en el sexto, incierto de embestida y con la cara a media altura. Tan incierto que, en cuanto pudo, lo levant¨® cuando lo pasaba con la mano derecha, le clav¨® el pit¨®n en el muslo, lo zarande¨® y lo mand¨® directamente a la enfermer¨ªa a pesar de los deseos en contra del propio diestro.
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