Diego Ventura, caricatura del triunfo
Cort¨® una oreja en cada toro y sali¨® por decimotercera vez por la puerta grande ante una corrida mal presentada, muy mansa y descastada de Los Espartales
El d¨ªa que Diego Ventura decida enfrentarse en una plaza como esta a un toro habr¨¢ escalado el pelda?o definitivo para ser reconocido como figura hist¨®rica del toreo a caballo.
Un toro bravo, se entiende, con el trap¨ªo suficiente, fortaleza, fiereza, casta, nobleza¡ y en puntas.
Mientras eso no ocurra, Ventura seguir¨¢ siendo un buen rejoneador, en la cima, sin duda, que enardece a los p¨²blicos generosos y festivos, pero cuya huella es pasajera y olvidable.
Ventura posee una cuadra extraordinaria y unas condiciones excepcionales como caballero y torero para no tener necesidad de enga?ar a nadie. Y lo de ayer, en Madrid, fue un burdo enga?o; o, al menos, a eso sonaba.
LOS ESPARTALES / CARTAGENA, VENTURA, HERN?NDEZ
Toros despuntados de Los Espartales, mal presentados y de feas hechuras, muy mansos, blandos y muy descastados.
Andy Cartagena: pinchazo y rej¨®n contrario (silencio); rej¨®n en lo alto (ovaci¨®n).
Diego Ventura: pinchazo y rej¨®n en lo alto (oreja); pinchazo y rej¨®n en lo alto (oreja). Sali¨® a hombros por la puerta grande.
Leonardo Hern¨¢ndez: pinchazo trasero (ovaci¨®n); rej¨®n trasero y dos descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. D¨¦cima corrida de feria. 20 de mayo. Lleno de 'no hay billetes' (23.624 espectadores).
Una supuesta figura del rejoneo no puede venir a Madrid con los toros de Los Espartales, una corrida impresentable, de esas que igual valen para Las Ventas que para una plaza port¨¢til, con toros que derrocharon mansedumbre y falta de casta. Y algo peor, toros con un comportamiento extra?o, enfermizo, impropio de un animal en plena madurez. M¨¢s que toros parec¨ªan perritos falderos, juguetes, mu?ecos de laboratorio con el ¨¢nimo corto para que planteen los menos problemas posibles.
Un perrito era su primero, sin fuerza ni casta, bondadoso hasta la extenuaci¨®n, con el que Ventura jug¨®, se divirti¨® y anim¨® a los tendidos. Se luci¨® a lomos de Nazar¨ª, un caballo torero, con el que templ¨® en dos vueltas al ruedo completas, con el toro imantado a los costados de la cabalgadura. ?Si hubiera sido un toro en lugar de un perrito faldero¡!
Triunf¨® ante el quinto con Sue?o, otro caballo para la historia, con el que templ¨®, tore¨® y realizo todas las filigranas imaginables. Todo muy bonito, solo que no hab¨ªa toro, sino una caricatura con cuatro patas y color negro.
Sali¨® a hombros ¡ªes ya la decimotercera vez que cruza la puerta grande de esta plaza¡ª, y esbozaba una sonrisa de jovial y comprensible satisfacci¨®n. Pero en su fuero interno, sabe o, al menos, debe saber, que una figura solo se cincela ante toros de verdad. Y Ventura se est¨¢ enga?ando a s¨ª mismo y a los dem¨¢s.
El caso de Andy Cartagena tiene otros argumentos. Este caballero prefiere el espect¨¢culo circense al toreo aut¨¦ntico. No tuvo toros, esa es la verdad. Su primero estaba cogido del pechito o padec¨ªa alguna enfermedad propia o sobrevenida porque su semblante era m¨¢s que preocupante; parec¨ªa mareado o con sus facultades f¨ªsicas muy perjudicadas. Pero no era menos sobresaliente su mansedumbre. En consecuencia, falt¨® toreo, emoci¨®n y torero. La lidia del cuarto fue un tormento, un sopor, un dolor¡ Hu¨ªa de su propia sombra y buscaba una salida con lastimoso inter¨¦s. Y a falta de toreo, el caballero opt¨® por divertir al p¨²blico con el caballo que anda a pie cojito, el otro que se alza de manos y un tercero que se sienta en la arena y saluda todo ufano al respetable. Un p¨²blico, por otra parte, que se lo pasa en grande con estas veleidades.
Y el joven Leonardo Hern¨¢ndez no tuvo mejor suerte. Su primero no quer¨ªa pelea y miraba hacia las tablas con desesperaci¨®n; fue tal su fijaci¨®n que consigui¨® saltar al callej¨®n, motivo por el que se dio un tremendo costalazo sobre el cemento del que sali¨® pr¨¢cticamente lisiado. Solo la entrega del caballero consigui¨® alg¨²n momento de inter¨¦s. Lo mismo sucedi¨® en la lidia del sexto, otro manso de libro, al que Hern¨¢ndez le clav¨® un par de banderillas a dos manos a toro parado, lo cual tambi¨¦n debe tener su m¨¦rito.
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