El placer del descubrimiento cin¨¦filo

Al inmenso placer de ver una pel¨ªcula extraordinaria solo se acerca el descubrimiento previo de lo que apunta a una pel¨ªcula extraordinaria. ?sa que puede cambiarte no solo el d¨ªa sino tambi¨¦n la visi¨®n de las cosas, quiz¨¢ no tanto de la vida pero s¨ª del arte y del espect¨¢culo. Una recomendaci¨®n, con gozosa explicaci¨®n incluida, lo que la transforma de simple chivatazo en razonada cadena de transmisi¨®n de conocimientos, que supo ver a la perfecci¨®n en forma de documental Martin Scorsese, carisma, pasi¨®n y conocimientos, en los imprescindibles A personal journey with Martin Scorsese through american movies (1995) e Il mio viaggio in Italia (1999).

Dos pel¨ªculas que se sal¨ªan del estilo enciclop¨¦dico, estructurado y did¨¢ctico de otras grandes obras ensay¨ªsticas audiovisuales, entre las que destaca una posterior en fecha, La historia del cine, una odisea (2011), de Marc Cousins, y un modelo al que tambi¨¦n se apunta el cineasta y gran conocedor del cine franc¨¦s Bertrand Tavernier en Las pel¨ªculas de mi vida. Una gozada de tres horas y diez minutos, m¨¢s asentada en el traslado de la emoci¨®n que en la historiograf¨ªa, con la que el director de Ley 627 y Hoy empieza todo traslada amor y sabidur¨ªa a ese constante y perpetuo descubridor de pel¨ªculas nuevas, aunque sean del pasado, que deber¨ªamos ser todos. B¨¢sicamente porque esto del cine no se acaba nunca.

Conformada por una larga entrevista, que seguro que ser¨¢n varias, en su despacho, foto de La carnaza detr¨¢s, que quiz¨¢ se podr¨ªa haber iluminado y escenificado con un punto m¨¢s de elegancia, y una conversaci¨®n con el director del Festival de Cannes, Thierry Fr¨¦maux, junto a jugosos materiales de documentaci¨®n, tanto de rodajes como de charlas con los artistas en cuesti¨®n, Las pel¨ªculas de mi vida despunta, sin embargo, en la excelencia del material expuesto, el puramente cinematogr¨¢fico, el de las pel¨ªculas en s¨ª. Obras de directores desigualmente conocidos en Espa?a, incluso por los especialistas, caso de Marcel Carn¨¦ y Jacques Becker, o de los insignes, al menos para el que esto escribe, Jean-Pierre Melville y Claude Sautet. Tavernier salta de los cineastas a los actores, como Jean Gabin, y de estos a los m¨²sicos (impagable la explicaci¨®n de Antoine Duhamel sobre la m¨²sica militarista de estilo antimilitarista en las pel¨ªculas), con el ardor guerrero del gran apasionado. Todo ello sin eludir cuestiones peliagudas, como los devaneos pol¨ªticos de Jean Renoir ("como cineasta, un genio; como ser humano, una puta"), y dejando para posteriores secuelas a autores tan ineludibles como Louis Malle o Jacques Tati.

?As¨ª, el espectador ir¨¢ apuntando, en su memoria o a l¨¢piz y papel, toda una serie de pel¨ªculas por descubrir, que convertir¨¢n el gustazo de estas tres horas y pico en la satisfacci¨®n de cientos de horas de placer cin¨¦filo futuro. Y poder emular ese glorioso viaje de Melville a Inglaterra durante la II Guerra Mundial, a medio camino entre el espionaje para la resistencia francesa y el deseo de ver por fin Vida y muerte del coronel Blimp, de Powell y Pressburger.