El Cervantes rinde homenaje a la estirpe de Mario Muchnik
El editor, autor y fot¨®grafo deposita un legado en la sede madrile?a del Instituto y cede una colecci¨®n de 133 fotos
Los libros son esos objetos imbatibles que quedan dormidos en las estanter¨ªas y despiertos en nuestra memoria cuando son buenos. La m¨²sica, en cambio, es ese suspiro inaprensible que vuela por el aire desde la infancia hasta la vejez. Quiz¨¢s por eso, Mario Muchnik, uno de los ¨²ltimos mohicanos de cierta estirpe editorial, eligi¨® este mi¨¦rcoles el arte de los sonidos para depositar en el Instituto Cervantes (IC). As¨ª que, como legado en la sede madrile?a dej¨® una caja de m¨²sica, una flauta y una fotograf¨ªa de Shirley Temple dedicada: ¡°A mi amiguito argentino MM¡±.
Eso fue por la ma?ana. Cuidadosamente, Muchnik fue contando la procedencia de los objetos. ¡°Lo de Shirley Temple, no es por presumir¡±, dijo. ¡°La cajita de m¨²sica la compraron mis padres en Estados Unidos, en 1937¡±, record¨®. Fue un trozo de infancia con retranca y un poso de sana melancol¨ªa lo que deposit¨® entonces en la c¨¢mara acorazada del Cervantes ¨C¡°este lugar en donde me siento muy a gusto, pese a que les estorbe a algunos¡±, asegur¨®-, dentro de la caja 1509.
Por la tarde continu¨® el homenaje: Juan Manuel Bonet, director del IC y amigos como Jos¨¦ Carlos Llop, Marcos-Ricardo Barnat¨¢n o Juan Cruz lo celebraron con sus recuerdos y semblanzas de viva voz. Fue despu¨¦s de que Muchnik (Buenos Aires, 1931) cediera una colecci¨®n de 133 fotos que ser¨¢ expuesta en varios centros del IC, comenzando por Par¨ªs y Nueva York.
Entre todos trazaron al editor de genes ¨Csu padre, Jacobo, le precedi¨® en el oficio-, que dej¨® la f¨ªsica nuclear para adentrarse en la f¨®rmula vaporosa y nada probable del secreto de los libros, acompa?ando la tarea de imprimirlos con la escritura y la fotograf¨ªa tambi¨¦n.
¡°Luch¨® siempre a favor de algunos de los factores que hacen que el editor sea mucho m¨¢s que un hombre que pone a navegar los libros", dice Juan Cruz
De hecho, Muchnik ha confesado alguna vez que acab¨® su carrera de editor sin blanca. Quiz¨¢s por la auto exigencia medio mesi¨¢nica de preferir calidad por encima de las ventas. Pero el caso es que con car¨¢cter, una cierta b¨²squeda de c¨¢nones propios y desempolvando rarezas, ha marcado una senda original en sellos como El Aleph o el Taller de Mario Muchnik.
Lo reconoci¨® as¨ª Bonet: ¡°Mario, inteligent¨ªsimo, agud¨ªsimo, divertid¨ªsimo, ha sido editor a trancas y barrancas. Ha publicado a Tolstoi, al George Grosz memorialista, a Lion Feuchtwangwer, a Julien Green, a Cort¨¢zar, a Jorge Amado, a Primo Levi y a ?lie Wiesel, a Juan Jos¨¦ Saer, a Bruce Chatwin, a Eduardo Arroyo¡, hasta gastronom¨ªa, como por ejemplo el maravilloso libro de la norteamericana M.K. Fisher sobre las ostras¡±.
Tambi¨¦n Juan Cruz puso de relieve su b¨²squeda de la calidad: ¡°Luch¨® siempre a favor de algunos de los factores que hacen que el editor sea mucho m¨¢s que un hombre que pone a navegar los libros. No s¨®lo organiza o completa lo que saca a circulaci¨®n, sino que estima su oportunidad y alecciona, sin decirlo, al lector contempor¨¢neo: crea la atm¨®sfera, restituye el entusiasmo del autor contrito o deprimido y lleva a las librer¨ªas la esencia de ese entusiasmo con que trabaja¡±.
El mundo de la literatura en lengua espa?ola le debe a¨²n otro tributo a Muchnik, coincidieron todos. ¡°?l no ha sido tan solo un editor entusiasta y culto. Ha sido, en el doble sentido, el patr¨®n de todos nosotros. Porque lo representa en sentido estricto, no es santo pero es patr¨®n, en ¨¦l se fundan ahora las ra¨ªces del oficio, y adem¨¢s representa, en su manera de ser, la calidad del oficio de editor¡±, a?adi¨® Cruz.
Algo que a¨²n se percibe dentro del oficio en varios, pero que fue crucial en una generaci¨®n como la suya: ¡°Esa que ha ido desapareciendo, de esos que aprendi¨® a la vera de su padre o de sellos franceses como Gallimard o colegas italianos de la talla de Giangiacomo Feltrinelli o Giulio Einaudi y que, recordando a George Steiner, ha llegado a la Tierra como invitado y ha hecho lo posible por agradar a ese poderoso anfitri¨®n que es el mundo¡±.
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