Los siete cap¨ªtulos olvidados de ¡®Cien a?os de soledad¡¯
Garc¨ªa M¨¢rquez public¨® episodios sueltos para sondear al p¨²blico antes de terminar la novela
Meses antes de terminar Cien a?os de soledad, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez arrastraba serias dudas sobre la calidad de una novela que acabar¨ªa convertida en un cl¨¢sico de la literatura. ¡°Cuando le¨ª lo que llevaba escrito¡±, confes¨® por carta a un amigo, ¡°tuve la desmoralizante impresi¨®n de estar metido en una aventura que lo mismo pod¨ªa ser afortunada que catastr¨®fica¡±. Algo poco conocido es que Garc¨ªa M¨¢rquez public¨® siete cap¨ªtulos de Cien a?os de soledadpara aplacar esas dudas. Y lo hizo cuando a¨²n no hab¨ªa acabado la novela (la concluy¨® en agosto de 1966) ni hab¨ªa firmado el contrato con la Editorial Sudamericana, que rubric¨® el 10 de septiembre del mismo a?o. La novela sali¨® el 30 de mayo de 1967. El pr¨®ximo martes se cumplir¨¢n 50 a?os.
Los siete cap¨ªtulos se publicaron en peri¨®dicos y revistas que circulaban en m¨¢s de 20 pa¨ªses. Representan m¨¢s de un tercio de la novela, que en total tiene 20 cap¨ªtulos. Ni siquiera hay copias de los mismos en el archivo personal de Garc¨ªa M¨¢rquez en el Harry Ransom Center en Texas, que guarda su legado. Para encontrar su rastro hay que recorrer bibliotecas en Francia, Estados Unidos, Colombia y Espa?a.
Los cap¨ªtulos cayeron en el olvido porque se cre¨ªa que eran id¨¦nticos a los publicados en la primera edici¨®n de 1967 de la novela. Pero la comparaci¨®n de las versiones descubre una realidad diferente. Desde la primera p¨¢gina hay cambios en el lenguaje, la estructura, la ambientaci¨®n y la descripci¨®n de los personajes. De ah¨ª que estos cap¨ªtulos olvidados sean de un gran valor literario para entender c¨®mo fue escrita la novela. Garc¨ªa M¨¢rquez afirm¨® haber quemado las notas y los manuscritos preparatorios tras recibir la primera copia del libro.
Hasta 42 cambios
El primer cap¨ªtulo sali¨® el 1 de mayo de 1966 en El Espectador de Bogot¨¢, cuando a¨²n le quedaban tres meses para finalizar la obra. Entre esa versi¨®n y la edici¨®n final de 1967 hay hasta 42 cambios significativos que aparecen desde la primera p¨¢gina. Las casas de Macondo, por ejemplo, no eran ¡°de barro y ca?abrava¡± como en la edici¨®n final, sino simplemente de ¡°adobe¡±. El escritor buscaba un lenguaje m¨¢s preciso.
Tambi¨¦n hay modificaciones importantes en la estructura general de la novela. Por ejemplo, en la edici¨®n de 1967, la acci¨®n destructora de las termitas que anuncia el declive de la casa de la familia Buend¨ªa se describe hacia el final de la novela. Pero en la versi¨®n de El Espectador, ¡°el comej¨¦n socavaba los cimientos de la casa¡± desde el primer cap¨ªtulo. Referencias tan iniciales a las termitas restaban dramatismo a la futura decadencia de la casa.
En la edici¨®n definitiva, Macondo es un pueblo aislado de la civilizaci¨®n, cuyo emplazamiento exacto se desconoce. Por el contrario, en el cap¨ªtulo de El Espectador, Macondo se localiza con facilidad, pues limitaba ¡°al occidente con los m¨¦danos del r¨ªo de La Magdalena¡± de Colombia. Garc¨ªa M¨¢rquez suprimi¨® este y otros detalles sobre la ubicaci¨®n concreta de la poblaci¨®n para crear en el lector la impresi¨®n de que pod¨ªa ser un pueblo t¨ªpico de cualquier pa¨ªs latinoamericano.
El llanto de Aureliano
Otro cambio sorprendente tiene que ver con el nacimiento del coronel Aureliano Buend¨ªa. En la edici¨®n final, el coronel ¡°hab¨ªa llorado en el vientre de su madre y naci¨® con los ojos abiertos¡±, mientras que en el cap¨ªtulo de El Espectador, el h¨¦roe recib¨ªa un trato poco heroico y hasta prosaico: la comadrona le daba ¡°tres nalgadas en¨¦rgicas¡± para hacerle llorar.
El siguiente cap¨ªtulo que Garc¨ªa M¨¢rquez prob¨® con los lectores sali¨® en la revista Mundo nuevo en agosto de 1966. Publicada en Par¨ªs, esa revista se convirti¨® en el principal escaparate de la literatura del boom latinoamericano. Sus 6.000 ejemplares mensuales se vend¨ªan en 22 pa¨ªses, incluidos Estados Unidos, Holanda, Espa?a, Portugal y casi toda Am¨¦rica Latina. En este cap¨ªtulo localic¨¦ hasta 51 diferencias con respecto a la edici¨®n final. Por ejemplo, Jos¨¦ Arcadio, cuya madre ?rsula tem¨ªa que naciese con una cola de cerdo, vino al mundo como ¡°un hijo saludable¡±, mientras que en la edici¨®n final, el autor aument¨® el dramatismo al escribir: ¡°Dio a luz un hijo con todas sus partes humanas¡±.
La alquimia, tan importante en los cap¨ªtulos iniciales, se mencionaba en el del Mundo nuevo con el t¨¦rmino experto ¡°la Opera Magna¡±. El escritor simplific¨® la lectura y opt¨® solo por alquimia.
Tras la publicaci¨®n del segundo cap¨ªtulo, pasaron cinco meses hasta la salida del siguiente. Garc¨ªa M¨¢rquez debi¨® emplear ese tiempo para revisar la novela, porque el nuevo cap¨ªtulo era el m¨¢s arriesgado: el ascenso al cielo de Remedios la bella. El escritor eligi¨® para su divulgaci¨®n Amaru, una revista peruana dedicada a la literatura de vanguardia internacional. Sus lectores eran exigentes escritores y cr¨ªticos literarios. Garc¨ªa M¨¢rquez no solo comprob¨® la solidez literaria de ese cap¨ªtulo con ellos, sino que tambi¨¦n se lo ley¨® en voz alta a su c¨ªrculo de amistades en su casa de la Ciudad de M¨¦xico. ¡°Convoqu¨¦ aqu¨ª a la gente m¨¢s exigente, experta y franca¡±, escribi¨® en una carta dirigida a su amigo Mendoza en el verano de 1966. ¡°El resultado fue formidable, sobre todo porque el cap¨ªtulo le¨ªdo era el m¨¢s peligroso: la subida al cielo, en cuerpo y alma, de Remedios Buend¨ªa¡±.
En la revista literaria colombiana Eco apareci¨® otro cap¨ªtulo ¡°peligroso¡±: la muerte de ?rsula tras vivir entre 115 y 122 a?os. Entre los cambios m¨¢s rese?ables destaca la eliminaci¨®n de una frase, ausente en la edici¨®n de 1967, de Fernanda del Carpio tras la marcha de Amaranta ?rsula a Europa: ¡°Dios m¨ªo ¡ªmurmuraba Fernanda¡ª, se me olvid¨® decirle que mirara a todos los lados antes de atravesar la calle¡±.
En marzo de 1967, sali¨® en la revista Mundo nuevo el cap¨ªtulo de la peste del insomnio que azot¨® a Macondo. Como Garc¨ªa M¨¢rquez explic¨® en varias entrevistas, su intenci¨®n era que el lenguaje de Cien a?os de soledad fuese m¨¢s anticuado en la primera parte (por ejemplo, us¨® el arcaico ¡°instrumentos m¨²sicos¡± en vez del moderno ¡°instrumentos musicales¡± o ¡°grande alboroto¡± en vez de ¡°gran alboroto¡±). Y luego, afirmaba el escritor, el lenguaje se ir¨ªa modernizando hacia el final de la novela.
?ltimo cartucho
Garc¨ªa M¨¢rquez dispar¨® su ¨²ltimo cartucho en abril de 1967, cuando la revista mexicana Di¨¢logos imprimi¨® el cap¨ªtulo de la lluvia que cay¨® sobre Macondo durante cuatro a?os. Entre los cambios importantes figura uno que revela c¨®mo el autor no solo suprim¨ªa frases o cambiaba palabras, sino tambi¨¦n su t¨¦cnica para a?adir nuevos contenidos. Cuando Fernanda del Carpio termina de abroncar a su marido Aureliano Segundo despu¨¦s de un mon¨®logo que ocupa varias p¨¢ginas, en la versi¨®n de Di¨¢logos ella concluye que su marido estaba ¡°acostumbrado a vivir de las mujeres¡±. Pero en la edici¨®n de 1967, Fernanda culmina su bronca monumental con una frase plet¨®rica, cargada de fuerza mitol¨®gica y religiosa. Afirm¨® que su marido estaba ¡°acostumbrado a vivir de las mujeres, y convencido de que se hab¨ªa casado con la esposa de Jon¨¢s, que se qued¨® tan tranquila con el cuento de la ballena¡±.
Por ¨²ltimo, la semana previa al lanzamiento de la novela, el magac¨ªn argentino Primera Plana public¨® un fragmento del cap¨ªtulo sobre las 32 guerras del coronel Aureliano Buend¨ªa. Primera Plana estaba dise?ada para el gran p¨²blico, y sus 60.000 ejemplares semanales circulaban dentro y fuera de Argentina. Aunque ya no ten¨ªa tiempo de a?adir cambios, Garc¨ªa M¨¢rquez envi¨® un cap¨ªtulo que deb¨ªa cautivar al p¨²blico de un continente que segu¨ªa marcado por las guerrillas insurgentes contra el poder, como la guerrilla del propio coronel Aureliano Buend¨ªa.
Como revela la correspondencia de Garc¨ªa M¨¢rquez, al publicar los cap¨ªtulos m¨¢s novedosos y ¡°peligrosos¡±, el escritor tom¨® buena nota de las sugerencias hechas por sus amistades y lectores. La historia detr¨¢s de estos cap¨ªtulos olvidados de Cien a?os de soledad descubre el arduo trabajo de edici¨®n que Garc¨ªa M¨¢rquez despleg¨®, en especial para aplacar esa ¡°desmoralizante impresi¨®n¡± que tuvo al leer lo que llevaba escrito de una novela que a partir del 30 de mayo de 1967 hab¨ªa de cambiar el rumbo de la literatura.
?lvaro Santana-Acu?a es investigador y profesor asistente de Whitman College
Una estrategia similar a la Dickens o P¨¦rez Gald¨®s
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez puso toda la carne en el asador al difundir los siete cap¨ªtulos. Salvo el final de la novela (por razones obvias), decidi¨® publicar los que para ¨¦l eran los m¨¢s innovadores y arriesgados, como los que narran el comienzo de la historia, el ascenso al cielo de Remedios la bella, la peste del insomnio y la lluvia en Macondo que dur¨® cuatro a?os, entre otros. El objetivo del autor estaba sondear la reacci¨®n de los lectores y as¨ª realizar cambios si fueran necesarios.
Esta estrategia literaria era parecida a la usada por escritores como Charles Dickens y Benito P¨¦rez Gald¨®s, que publicaron varias novelas por entregas y modificaban el argumento dependiendo de la reacci¨®n de sus lectores. En la correspondencia de Garc¨ªa M¨¢rquez queda constancia de ello. "Me ha dado mucha alegr¨ªa lo que me dices del cap¨ªtulo de Cien a?os de soledad. Por eso lo publiqu¨¦", le respondi¨® a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, quien ley¨® el primer cap¨ªtulo en El Espectador de Bogot¨¢.
Babelia
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