Un estoconazo sin premio
Gonzalo Caballero protagoniz¨® el momento culminante de una tarde plomiza a causa de la falta de clase de los toros de Pereda
Hasta no hace mucho, se dec¨ªa, y se manten¨ªa, que un estoconazo val¨ªa una oreja; pero las cosas han cambiado una barbaridad y la ley de anta?o carece ya de validez.
Ayer, hubo un torero, Gonzalo Caballero, que realiz¨® a la perfecci¨®n la llamada suerte suprema, el momento de la verdad, y su gesta pas¨® pr¨¢cticamente desapercibida para el p¨²blico de Las Ventas. Claro, que no solo han cambiado la norma y la costumbre, sino el perfil de quienes acuden a la plaza.
Todo sucedi¨® en el tercero de la tarde, despu¨¦s de una faena sin relieve a causa de la ausente calidad de un toro con asperezas, sin fijeza ni humillaci¨®n. Lo intent¨® de veras Caballero despu¨¦s de brindar al cielo, pero su entrega no encontr¨® el premio deseado. Y todo, porque su oponente, al igual que el resto de la corrida, se desentendi¨® de su quehacer.
Pero h¨¦te aqu¨ª que el torero se perfila para entrar a matar, sin ceremonias ni aspavientos, cerca del toro, levanta los talones, fija la mirada en el morrillo, y como quien no quiere la cosa, sin m¨¢s importancia que la severidad que entra?a ese momento, se volc¨® sobre el morrillo del animal y dej¨® un estoconazo hasta la bola.
Desde la grada era evidente que la espada hab¨ªa ca¨ªdo en su sitio; pero si quedaba alguna duda, el toro se encarg¨® de disiparla. Le cambi¨® la cara al instante, se abri¨® de manos, perdi¨® ¡ªseguro¡ª la noci¨®n del tiempo y el espacio y cay¨® en la arena patasarriba como fulminado por un rayo y sin puntilla.
PEREDA / MORENITO, FANDI?O, CABALLERO
Toros de Jos¨¦ Luis Pereda-La Dehesilla, desiguales de presentaci¨®n, ¡ªel quinto, de muy feas hechuras, y grand¨®n el sexto¡ª, astifinos, mansos, sosos y sin clase.
Morenito de Aranda: pinchazo y casi entera tendida (silencio); pinchazo hondo ¡ªaviso¡ª y bajonazo (silencio).
Iv¨¢n Fandi?o: media tendida y un descabello (ovaci¨®n); estocada ca¨ªda (silencio).
Gonzalo Caballero: gran estocada (ovaci¨®n); estocada ¡ªaviso¡ª y un descabello (vuelta).
Plaza de Las Ventas. Decimonovena corrida de feria. 29 de mayo. Casi tres cuartos de entrada (16.294 espectadores). Se guard¨® un minuto de silencio en memoria del torero fallecido V¨ªctor Barrio, al cumplirse un a?o de su ¨²ltima comparecencia en esta plaza.
Hasta hace nada, lo realizado por Caballero era considerado como una heroicidad. El p¨²blico se levantaba de sus asientos, y sacaba los pa?uelos para honrar al torero heroico.
Pero todo se redujo a una ovaci¨®n, de la misma intensidad y duraci¨®n que las que premian una estocada trasera, tendida o ca¨ªda; y no es lo mismo. Quede constancia, pues, del acierto del torero madrile?o y de la injusticia cometida con ¨¦l. Caballero fue ayer una v¨ªctima de las circunstancias.
Y se acab¨® la corrida. Bueno, lo cierto es que una de las primeras lecciones que recibe un aficionado a los toros es aprender a olvidar; solo as¨ª acumula fuerza para volver otro d¨ªa. La corrida de ayer fue para olvidar ¡ªcomo tantas otras¡ª y en esta ocasi¨®n, otra vez, a causa de los toros de Jos¨¦ Luis Pereda-La Dehesilla, correctos de presentaci¨®n los cuatro primeros, y feo el quinto y muy desigual el sexto. Y eso no fue lo peor, sino su mala condici¨®n, su declarada mansedumbre, su falta de fuerzas, y, especialmente, su ausencia de calidad, de la necesaria encastada nobleza que debe tener un toro para que sea posible una lidia emocionante.
Olvidable corrida, pues, que ofreci¨® muy escasas opciones a la terna, que lo intent¨®, cada cual a su modo, pero sin resultado atractivo para el p¨²blico y positivo para los toreros. Una oportunidad hecha trizas.
El propio Caballero, consciente de que este era su ¨²nico pase¨ªllo en la feria, puso de su parte todo lo que se le puede exigir a un torero: valent¨ªa, entrega y decisi¨®n. Traz¨® atractivas ver¨®nicas en su primero, invalidado en el tercio final, y se jug¨® el tipo ante el sexto, de mala condici¨®n y que se defend¨ªa a base de tornillazos. La labor del torero no pudo ser brillante, pero dej¨® constancia de que vino dispuesto a exprimir hasta la ¨²ltima posibilidad de su lote. Acab¨® con unas manoletinas muy ce?idas y dio una vuelta al ruedo como premio a su actuaci¨®n de conjunto.
Peor suerte tuvo Iv¨¢n Fandi?o con dos toros insufribles. De corto viaje era su primero, y solo la buena colocaci¨®n y la firmeza del torero le permitieron robarle un par de naturales de buena factura. Esper¨® al quinto de rodillas en los medios y lo recibi¨® con una larga cambiada. Aguant¨® con estoicismo la violencia del animal y alarg¨® innecesariamente una labor de muleta que no pod¨ªa alcanzar el vuelo deseado.
Un pase de pecho de pit¨®n a rabo, templad¨ªsimo, de esos que se siguen y sienten desde el tendido, dibuj¨® Morenito en la faena de muleta al cuarto; a¨²n le rob¨® un natural de categor¨ªa y dos buenos derechazos. Y eso fue todo. El toro, sin clase, acud¨ªa sin m¨¢s, lo que oblig¨®, err¨®neamente, a alargar la faena y aburrir al respetable.
Como una vaca lechera embest¨ªa el primero, un quintal de soser¨ªa, que estuvo por all¨ª porque no ten¨ªa nada mejor que hacer. Desesperante¡
Vamos, que si no fuera por el olvido¡
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