Una gran belleza
Riqueni presenta su nuevo disco 'Parque de Mar¨ªa Luisa'
Parque de Mar¨ªa Luisa
Rafael Riqueni: Guitarra. ?lvaro Mora: Segunda guitarra. Gretchen Talbot: Violonchelo. Chiqui Cienfuegos: Piano. Guatana del Campo: Saxo. Roberto Barroso: Contrabajo. Alan Andrews: Viol¨ªn. Bruno Axel: Viol¨ªn. Gonzalo Castell¨®: Viola. Luis Amador: Percusi¨®n/bater¨ªa. Invitado especial: Javier Bar¨®n. Direcci¨®n art¨ªstica: Francisco Bech
Sala Verde de los Teatros del Canal, 18 de junio
Se le resist¨ªa a Riqueni la edici¨®n de su Parque de Mar¨ªa Luisa, el disco que le devuelve al mercado discogr¨¢fico veinti¨²n a?os despu¨¦s de su ultima grabaci¨®n.?Adelantado ya a finales de 2011, se present¨® formalmente hace casi dos a?os, siempre en la Sevilla que le inspira. El infortunio se cruz¨® en el camino una y otra vez, pero la obra no pareci¨® acusarlo, al igual que su autor, resuelto a sobrevivir y a refundarse frente a la adversidad. Con el disco por fin en la calle, su presentaci¨®n madrile?a adquiri¨®, azares del destino, un especial simbolismo asociado a la libertad, que es a la postre lo que transmite una creaci¨®n luminosa, por m¨¢s que se suponga cocida en tiempos de oscuridad.
Parque de Mar¨ªa Luisa es una obra sutil compuesta de peque?as piezas, casi docena y media. Cada una de ellas tiene un nombre y evoca un lugar o un momento en la vida del guitarrista. Es una m¨²sica descriptiva, de tintes impresionistas y, a la vez, de car¨¢cter muy emocional en tanto que remite a recuerdos y a vivencias de su autor. Formalmente, se trata de una composici¨®n que trasciende el flamenco, aunque lo refleja en muchos momentos, y que encuentra sus ra¨ªces en la mejor tradici¨®n del nacionalismo musical espa?ol, que tiene en esta ocasi¨®n a un inspirado guitarrista flamenco como compositor.?
En el concierto de presentaci¨®n se altern¨® el toque de la guitarra sola con diferentes formatos de acompa?amiento: el cuarteto de cuerda, el piano o el saxof¨®n; percusi¨®n y palmas para las piezas de marcado comp¨¢s, que tambi¨¦n contaron con los apuntes al pie de un elegante Javier Bar¨®n. La serenidad y la delicadeza dominan una expresi¨®n que, sin embargo, no para de provocar revuelos en las v¨ªsceras, pellizcos que avanzaron conmociones emocionales.
Equilibrio en espacio y tiempo: cada cosa en su sitio y sin prisas. Se trataba de contar una historia y todas las herramientas estaban al servicio de ello. El sugerente arpegio, el vibrante tr¨¦molo, el subrayado de un picado o el mandato que enviaba la arzap¨²a: todo parec¨ªa encontrar un sentido dentro de una narraci¨®n que se enriquec¨ªa con una inagotable cascada de melod¨ªas. Las piezas m¨¢s l¨ªricas, de gran belleza, encontraron su contrapunto en las distendidas Buler¨ªas del Parque o en los tangos que ilustraron el Monte Gurug¨². Y, casi al final de la obra, una visita a la Plaza de Espa?a sevillana con un medley de jota y mu?eira rematado con la adaptaci¨®n del chotis Madrid de Lara. Fue despu¨¦s de su onomatop¨¦yico tema dedicado a los p¨¢jaros y antes de su especial di¨¢logo con las flores, al que sigui¨® un colof¨®n con revuelo de palomas.
Para la segunda parte, Riqueni, en su gran d¨ªa, quiso mostrar su faceta de concertista flamenco, un exponente m¨¢s de su genialidad. Y nos encontramos a un guitarrista muy asentado con una fuerza apabullante, pero controlada, que desbord¨® recursos en la taranta y en una espectacular sole¨¢. Un tratamiento moderno y renovado de unos estilos que, en sus manos, no pierden su aroma ni esencia. Ese equilibrio que solo pueden conseguir los grandes. Y grande se debi¨® de sentir en el tramo final tocando en formaci¨®n de septeto. M¨¢s liberado, quiz¨¢s, para afrontar unos temas de su repertorio que adquieren nuevas sonoridades y matices, relevancia y colorido: los fandangos de Huelva y las buler¨ªas, con recuerdo a Lole Montoya y Manuel Molina; la rumba final que, con los catorce m¨²sicos en escena, constituy¨® toda una celebraci¨®n de la libertad.
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