La danza de Canad¨¢ y EE UU aterriza en la Bienal de Venecia
El debut de Marie Chouinard como directora art¨ªstica no ha estado exento de pol¨¦mica y asume notables riesgos est¨¦ticos
La bailarina y core¨®grafa canadiense Marie Chouinard ha denominado su primera edici¨®n bajo el lema First Chapter [Primer cap¨ªtulo] con lo que pide, evidentemente, comprensi¨®n y tiempo, pues siempre es as¨ª, cada nuevo director busca sus artistas, su l¨ªnea y su criterio, haciendo que pocas cosas duren de un reinado a otro. Su discurso program¨¢tico incide en la presencia de artistas coterr¨¢neos, es decir, canadienses y estadounidenses (Le¨®n de Oro a la carrera a Lucinda Childs y Le¨®n de Plata a Dana Michel), pero a la vez, se abre a un experimento, recrea un focus especial sobre un italiano, del que presenta una especie de veloz panor¨¢mica, tres obras y un filme, charlas y encuentros te¨®ricos. Se trata de Alessandro Sciarroni (San Benedetto del Tronto, 1976) el ¨²ltimo fen¨®meno de fama y ¨¦xito en la danza contempor¨¢nea italiana.
Personalmente tengo la sensaci¨®n de estarme perdiendo algo, de no llegar a tiempo a su ecl¨¦ctico lenguaje y efectistas soluciones esc¨¦nicas, y alguien debe encontrar una explicaci¨®n coherente y l¨®gica al despegue mete¨®rico de este creador, que es biogr¨¢ficamente un actor con alguna experiencia en el terreno performativo, sin ninguna cultura propia de la danza en cualquier t¨¦cnica o estilo y que se ha asentado en los carteles mundiales en apenas tres o cuatro a?os, y en Espa?a y el Reino Unido hay otros varios ejemplos de estos ¡°inspirados de nuestro tiempo¡±, cuya calificaci¨®n como core¨®grafos debe ser establecida sin prejuicios pero con las l¨®gicas reservas. La cr¨ªtica esta dividida con su trabajo, lo mismo que el p¨²blico. En Francia se le sigue con ardor y se le apoya con residencias, coproducciones y otras ayudas importantes. Ya antes hab¨ªa estado Sciarroni en la Bienal de Venecia, pero este despliegue de 2017 lo entroniza. Un poco en broma, se ha llegado a decir que aun es pronto, pero que ser¨¢ el pr¨®ximo italiano director de la Bienal de la Danza. Ya veremos.
Su debut esta vez ha sido con Chroma un solo gir¨®vago de 45 minutos de duraci¨®n y m¨²sica de Paolo Persia que no suena a producto terminado sino a taller, a proceso. Despu¨¦s se ha visto Aurora, donde seis invidentes o jugadores de visi¨®n reducida practican un partido de goalball, apoy¨¢ndose en una banda sonora armada por el espa?ol Pablo Esbert Lilienfeld, que es uno de sus m¨¢s estrechos y constantes colaboradores, apareciendo tambi¨¦n como responsable musical y bailar¨ªn en la tercera cita, Folk-S, will you still love me tomorrow?, en el que se explora desde una ¨®ptica actual un baile folcl¨®rico que aparece tanto en tiroleses como en b¨¢varos. El Schuhpplattler repite su esquema interminablemente de corros, saltos ritmados y palmas percutidas en un ejercicio de resistencia: la obra termina cuando se va el ¨²ltimo espectador. A las dos horas, de all¨ª no se hab¨ªa movido nadie, no se sabe si de gozo o de reto. Con toda probabilidad, esto es lo que busca el performer, agitar desde una f¨®rmula que a la vez le deja en la mano un planteamiento pol¨ªtico sobre los usos y abusos del folclore.
En el festival la primera funci¨®n fue un lujo lleno de significado y nostalgia: la reconstrucci¨®n de Dance de Lucinda Childs, con la m¨²sica de Philip Glass y el filme de Sol LeWitt, una verdadera obra maestra de 1979 que mantiene todo su vigor, originalidad y exultante geometr¨ªa minimalista. A trav¨¦s de su ¡°ostinato¡± las secuencias encadenan una especie de ¨¦xtasis moderno, vitalista a¨²n hoy, a sus casi 40 a?os transcurridos desde el estreno neoyorquino. Ha sido imitado multitud de veces, la m¨²sica de Glass ha sido reutilizada ingentemente despu¨¦s por otros core¨®grafos, la idea del filme tambi¨¦n, pero este original revisitado es una joya fundacional que deb¨ªa ser materia de estudio donde aun no lo sea.
Otras figuras interesantes han sido Clara Furey (en escena acompa?ada del esloveno Peter Jasko) y Louise Lecavalier con su solo So blue, que es un realidad un d¨²o lleno de energ¨ªa y poes¨ªa, de tensi¨®n y b¨²squeda. Lecavalier sigue siendo una diva esc¨¦nica poderosa y justiciera, afilando un baile en una din¨¢mica precisa y concisa, sugerente a la vez que erizada de dificultades t¨¦cnicas que salva con arrojo. Lisbeth Gruwez se volc¨® en un solo pol¨ªtico y r¨ªtmico, mientras Ann Van den Broek provoc¨® reacciones muy encontradas con The black piece, un fresco tenebrista, sexual, e inquietante para un grupo de artistas soberbiamente entrenados.
El desconcierto lleg¨® con Dana Michel y su Yellow Towel. Incasiflicable, doliente, citando el animismo de sus or¨ªgenes caribe?os, buscando en el fe¨ªsmo y la contracultura mas expeditiva, revindicando el arte negro, y no dando por sentado que la vayas a aceptar tal como es, su impacto es innegable. Ni un p¨²blico como el veneciano est¨¢ preparado para recibir un producto tan feroz y aislado, que es capaz de dejar sin respuesta a la mayor¨ªa.
La propia Marie Chouinard ha tra¨ªdo a su compa?¨ªa hasta la laguna veneciana con una pieza de conjunto para 10 bailarines creada en 2015 sobre m¨²sica de Louis Dufort. Soft virtuosity, still humid, on the edge?es una exploraci¨®n de las diferencias. La coreograf¨ªa vuelve a una de sus obsesiones, las discapacidades f¨ªsicas y mentales, tema que ha tratado desde hace d¨¦cadas en multitud de ocasiones, y debe recordarse cuando trabajo con las muletas como un elemento de apoyo est¨¦tico. Aqu¨ª solamente hay cuerpos y luchas, fugaces desplazamientos, m¨¢s combates con la inestabilidad y encuentros a veces brutalistas que se vuelven figuras complejas que dif¨ªcilmente circulan desde la retina a la memoria del espectador sensible, para quedarse y razonar, para entender una postura mucho mas all¨¢ del m¨²sculo. La calidad y precisi¨®n de los bailarines contribuye al ¨¦xito.
Las funciones del 11? festival de danza de la Bienal de Venecia se extienden hasta el pr¨®ximo 1 de julio y concluyen con la siempre pol¨¦mica y subversiva sudafricana Robyn Orlin y con Gustavia, la pieza creada hace unos a?os por la francesa Mathilde Monnier y La Ribot, la bailarina y performer espa?ola que continua situada a la cabeza de los elencos y programaciones europeas.
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