Las claves que ¡®House of Cards¡¯ nos da para entender la era Trump
Las series estadounidenses muestran lo que el nuevo presidente representa
Desde el minuto uno, la tom¨® con los periodistas. Una batalla previsible que encar¨® a base de mentiras, bravuconadas y desahogos con amenazas v¨ªa Twitter o en vivo, con su dedo acusador. Pero con s¨®lo seis meses en el cargo, Donald Trump ya ha generado anticuerpos en un enemigo que puede ser mucho m¨¢s peligroso para ¨¦l: la ficci¨®n televisiva de Estados Unidos.
Se trata de un ejemplo m¨¢s no s¨®lo del talento con que se cocinan estas obras creativas estrella a escala global del siglo XXI, sino de un sistema con capacidad de reacci¨®n, movilizaci¨®n y clara influencia en las masas. Homeland ya ha dado pruebas suficientes para aterrarnos. ?No les recuerda el reciente nombramiento de Michael D¡¯Andrea, el pr¨ªncipe oscuro o Ayatola Mike, como prefieran, para sacudir Ir¨¢n en operaciones encubiertas al mote de Reina de los Drones que le cay¨® a Carrie Mathison en una de sus idas de olla?
Cuando apenas llevaba un mes, The Good Fight ya encaraba la bofetada Trump con todas sus consecuencias. De golpe. En el primer plano del primer cap¨ªtulo. Ah¨ª, la protagonista, Diane Lockhart (la sofisticada Christine Baranski), contemplaba aterrada por la pantalla su ceremonia de juramento en Washington.
En el cap¨ªtulo tres, un dilema se plantea en medio de un bufete liderado por abogados negros que hab¨ªan perdido su influencia de golpe en la Casa Blanca. Los socios buscaban a uno entre los suyos que hubiera votado a este monstruo de las galletas con una tortilla francesa encima de la cabeza, tal como lo defini¨® una vez el maestro I?aki Gabilondo. Y, contra pron¨®stico, lo encontraron. Los que lo vieron, saben toda la aguda chispa que dio de s¨ª el conflicto¡
Ahora, en la esperada quinta temporada de House of Cards, los guionistas se han metido de lleno a explicar esos turbios poderes que, m¨¢s all¨¢ de los partidos y los templos de la pol¨ªtica, han dotado de mando a un l¨ªder con dinamita en las manos. No reventamos grandes claves de la trama si desvelamos que en una escena, cuando los aterradores Underwood (excelsos Kevin Spacey y Robin Wright) dise?an su nuevo gabinete, piensan incluir representantes de las energ¨¦ticas y Wall Street entre el Gobierno. Alguien a?ade: ¡°Y algunos de las tecnol¨®gicas¡¡±.
Quedaron cortos con la propina. En la actual administraci¨®n Trump no existe nadie relevante de dicho sector dentro del ajo. Y todo pese a que hay cinco empresas tecnol¨®gicas entre las 10 m¨¢s competitivas de su pa¨ªs y del mundo.
O precisamente por eso... Al fin y al cabo, si para algo ha llegado Trump a Washington, aparte de para ponerlo todo patas arriba, es para recolocar las garras del antiguo establishment. A la sombra de Steve Jobs y sus descendientes, ni agua. A los Mark Zuckerberg, Larry Page, Jeff Bezos o Bill Gates, le?a. Ya no cabe duda de que se trata de un l¨ªder dise?ado por los poderes de toda la vida con un objetivo primordial: arrebatar ese ascendente de nuevo cu?o tecnol¨®gico que en la era dem¨®crata de Obama se hab¨ªa convertido en un poder f¨¢ctico omnipresente.
Tanto que la posterior purga sufrida por sus representantes en las esferas pol¨ªticas de Washington se revela como una evidencia. Ha puesto en guardia a los l¨ªderes de Facebook, Google, Twitter, Apple, Microsoft y Amazon. Con la paradoja, adem¨¢s, de que han sido sus propia armas las que han alimentado al monstruo.
Si a eso le unimos que en el equipo del republicano hay plazas para energ¨¦ticas ¡ªExxonMobil, con el secretario de Estado, Rex Tillerson, ni m¨¢s ni menos que presidente de la compa?¨ªa¡ª, lobos de Wall Street, representantes de las inmobiliarias y nadie, absolutamente nadie, de la ¨®rbita Silicon Valley, no cuesta esfuerzo sacar conclusiones: ?Ha llegado Trump a la Casa Blanca para devolver el poder a quienes durante los dos ¨²ltimos siglos lo ostentaron en el coraz¨®n del pa¨ªs y quit¨¢rselo a estos ni?atos techies, ataviados con camiseta de algod¨®n, vaqueros y chanclas, adem¨¢s de unas insufribles ¨ªnfulas de haber cambiado el mundo? Es una de las guerras de influencia m¨¢s enconadas y evidentes de la era presente.
En medio de este contexto, Claire y Frank Underwood demuestran una voracidad salvaje en estos ¨²ltimos cap¨ªtulos, muy a tono con la realidad. Es el poder por el poder lo que cuenta entre ellos. Dentro y fuera de la Casa Blanca. Y dentro de esa lucha, deben guardar equilibrios consistentes con los elementos externos que representan a todos los poderes citados. Los de quienes pretenden alentarles a la guerra con Siria, que incluso se asustan de sus m¨¦todos, y los que no quieren perder su capacidad de influencia eterna deshaci¨¦ndose de inc¨®modos advenedizos.
Si bien los primeros cap¨ªtulos de esta quinta temporada rechinan en la composici¨®n de la trama, los ¨²ltimos adquieren una brillantez apabullante. La clave est¨¢ en esa conexi¨®n con la realidad en tromba¡ La misma que bebe de la amenaza de Trump. Es la que motiva a los responsables de la serie a desembocar en grandes momentos.
Por eso, tambi¨¦n, la trama y la deriva de sus protagonistas los conduce hacia los recovecos m¨¢s turbios del lado oscuro. Los ensombrece a¨²n m¨¢s si cabe, los deshumaniza sin reservas, sin concesiones, hasta conformar uno de los perfiles m¨¢s escalofriantes del retrato del poder contempor¨¢neo. Pero no s¨®lo al matrimonio Underwood, tambi¨¦n a esa feria de v¨ªboras que los acompa?a, entre los que han destacado en esta temporada las estilizadas dotes para la brujer¨ªa de Jane Davis (Patricia Clarkson).
Sigue abierto cara a una sexta temporada, el culebr¨®n que empez¨® bebiendo con eficacia del Ricardo III, El rey Lear y el Macbeth de Shakespeare para acabar ahora vomitando realidades, inspirado en la escalofriante era de la posverdad.
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