Criogenizaci¨®n
Sin la fuerza del arte y de la libertad, ?qu¨¦ nos queda? Un producto congelado para consumo sin fecha de caducidad
Hace aproximadamente unos veintis¨¦is siglos los antiguos griegos inventaron el concepto de arte y no parece que hayamos sido capaces de superar su pol¨¦mica noci¨®n. As¨ª lo manifiesta el pensador alem¨¢n Christoph Menke (1958) en un ensayo reciente, La fuerza del arte (Ediciones Metales Pesados), donde regresa a la primitiva concepci¨®n socr¨¢tica de arte como ¡°inspiraci¨®n¡±. Citando el di¨¢logo que S¨®crates mantuvo con el rapsoda Ion, nos resume lo que este fil¨®sofo griego afirm¨® al respecto: ¡°La totalidad del arte es un conjunto de transmisi¨®n de fuerzas. La fuerza de la inspiraci¨®n, del arrebatamiento, es transmitida al artista, al espectador, al cr¨ªtico, hasta que ¨¦ste se siente inspirado, alcanza la inconsciencia y la raz¨®n deja de habitar en ¨¦l¡±. Tambi¨¦n en el di¨¢logo Fedro, S¨®crates define la poes¨ªa mejor como ¡°zeia man¨ªa¡±, ¡°posesi¨®n divina¡±, motivo por el cual ¡°la poes¨ªa de los locos eclipsa a la de los sensatos¡±. El arte, por tanto, corrobora Menke, no puede ser explicado del todo filos¨®ficamente en lo que tiene precisamente fuerza, porque no es el producto de una capacidad, ni su objetivo se limita a la mera comunicaci¨®n social y, por tanto, ¡°no consiste en ser conocimiento, pol¨ªtica o cr¨ªtica¡±.
?Qu¨¦ demonios, nunca mejor dicho, es entonces el arte en esta dimensi¨®n din¨¢mica? La ¨²ltima instancia interrogativa que nos resta hoy. ?Sobre qu¨¦ pregunta? Acerca de lo que todav¨ªa no tenemos respuesta; o sea: de casi todo de lo que somos. ?Y qu¨¦ somos en verdad? Un sombra: la que proyecta nuestro eventual conocimiento, o, si se quiere, nuestro fundamento mortal. ?Hacia d¨®nde se dirige esta inquisici¨®n? Hacia la noche de los tiempos; esto es: hacia lo irreversible de lo reversible. ?Qu¨¦ utilidad tiene esta regresiva pesquisa? Ninguna. De hecho, lo que nos preguntamos, desde esta perspectiva art¨ªstica, no obtiene resultado. Es un logro: el de mantener viva nuestra capacidad de interrogar por interrogar. ?Pero, en fin, ad¨®nde nos lleva este est¨¦ril ejercicio? A reafirmar nuestra libertad. O como paladinamente afirma Menke: ¡°Lo que est¨¢ en juego en la fuerza del arte es nuestra fuerza (¡) En la fuerza del arte est¨¢ en juego nuestra libertad¡±.
Esta ¨²ltima afirmaci¨®n de Menke es crucial en la medida en la que arraiga el m¨ªtico origen del arte con nuestra imprescindible vocaci¨®n libertaria, ya subrayada por Schiller a finales del siglo XVIII con su definici¨®n del estado est¨¦tico como ¡°dar la libertad por medio de la libertad¡± y del arte como ¡°una actividad l¨²dica¡± o como ¡°libertad m¨¢s t¨¦cnica¡±. Menke, que no es en absoluto un trasnochado rom¨¢ntico, insiste en que el arte es la s¨ªntesis entre capacidad y fuerza. Pero hay un poso de melancol¨ªa cuando revisa la situaci¨®n del arte en la actualidad y su enorme proyecci¨®n social: ¡°La ubicua presencia del arte y la significaci¨®n central de lo est¨¦tico en la sociedad van unidas a la p¨¦rdida de lo que propongo denominar su fuerza, es decir, a la p¨¦rdida del arte y de lo est¨¦tico como fuerza¡±. Porque, sin la fuerza del arte y de la libertad, ?qu¨¦ nos queda? Un producto congelado para consumo sin fecha de caducidad. La criogenizaci¨®n del arte.
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