Coches y m¨²sica, se deja ver y o¨ªr
'Baby Driver' consigue un agradable producto artesanal, un entretenimiento muy correcto
Imagino que Hollywood dedica a¨²n m¨¢s atenci¨®n a planificar la distribuci¨®n de sus pel¨ªculas, encontrar la fecha de estreno m¨¢s adecuada, promocionar sin tregua a sus criaturas, calcular los beneficios del merchandising, que a la fabricaci¨®n de las mismas. Saben que la demanda del p¨²blico se resiente en verano, que existen demasiados alicientes para el personal, y entrar en la sala oscura no es el m¨¢s goloso. Hay que tentarle con espect¨¢culo presunto o real, f¨®rmulas infalibles, ruido y efectos especiales... Esas cositas. Consecuentemente, las pantallas se pueblan de simios buenos y acorralados, superh¨¦roes ar¨¢cnidos, mujeres maravilla, robots gigantes y dem¨¢s previsibles anzuelos.
Baby Driver (el t¨ªtulo no provoca excesivo ¨¢nimo para verla, aunque la canci¨®n de Simon y Garfunkel sea bonita) pertenece a la cartelera estival de Hollywood, su presupuesto est¨¢ lejos de los anteriores y aparatosos modelos, pero sorprendentemente es un producto tan digno como entretenido. El tema no es nuevo. La protagoniza un conductor de coches con la peligrosa y trascendente misi¨®n de servir de ala de escape a los atracadores de bancos.
BABY DRIVER
Direcci¨®n: Edgar Wright.
Int¨¦rpretes: Ansel Elgort, Kevin Spacey, Jon Hamm, Lily James.
G¨¦nero: thriller. EE UU, 2017.
Duraci¨®n: 112 minutos.
Con argumento similar el infausto, relamido, hipermoderno y vacuo director dan¨¦s Nicolas Winding Refn realiz¨® la violenta, rom¨¢ntica, tragica y excelente Drive, cine en estado de gracia que no permit¨ªa intuir lo irritante y manierista que pod¨ªa ser su creador. Igualmente, tengo un recuerdo muy inquietante de Driver, cuando el magn¨ªfico Walter Hill desconoc¨ªa lo que significaba la temible decadencia. A diferencia de sus curtidos y legendarios antecesores en profesi¨®n tan singular, el protagonista de Baby Driver es casi un ni?o, un chaval prodigiosamente dotado para hacer virguer¨ªas con un coche, nervios de acero e insalvables problemas para comunicarse con el resto de la humanidad, excepto con el anciano sordomudo que le adopt¨® al quedarse hu¨¦rfano. Su ¨²nico v¨ªnculo emocional con el universo lo establece con la m¨²sica a trav¨¦s de esos auriculares incrustados permanentemente en sus encantadas orejas. Tambi¨¦n escuchamos esa m¨²sica los espectadores. Y la selecci¨®n es extraordinaria, de soul a funky, cl¨¢sicos de los ochenta y pinceladas de hip-hop. Si lo que est¨¢s viendo te aburre, al menos los o¨ªdos se sentir¨¢n agradecidos.
Pero es dif¨ªcil aburrirse con las espectaculares secuencias de persecuciones de coches. Sospecho que la mayor parte del presupuesto de esta pel¨ªcula est¨¢ destinado a ellas. Son brillantes, aunque cada vez que pretendo deleitarme con persecuciones de coches (yo, que no s¨¦ conducir ni me interesa aprender) retorno a las adrenal¨ªnicas y nunca superadas persecuciones en Bullit y French Connection.
Ansel Elgort otorga pureza, miedo y coraje a su personaje. Le arropan Kevin Spacey (haciendo de malo es un maestro, pero redimi¨¦ndose es arduo cre¨¦rselo), el chulazo Jon Hamm (siempre ser¨¢ Don Draper, en cine no me funciona) y Jamie Foxx componiendo con facilidad a un sic¨®pata. La dirige Edgar Wright. No va de autor ni falta que hace. Consigue un agradable producto artesanal, un entretenimiento muy correcto. Y no est¨¢ la cartelera para pedir milagros.
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