Avi?¨®n, elitismo para las masas
El mayor festival de artes esc¨¦nicas del mundo ofrece espect¨¢culos que a¨²nan calidad y accesibilidad


Esta vez, Ant¨ªgona habla en japon¨¦s. La tragedia protagonizada por la desobediente hija de Edipo y Yocasta transcurre en el interior de un teatro de sombras a gran escala, con las paredes del Palacio Papal de Avi?¨®n haciendo las veces de pantallas gigantes. El patio de honor de la que fuera sede del mundo cat¨®lico durante un siglo qued¨® transformado, hace 70 a?os, en el escenario principal del Festival de Avi?¨®n, convertido desde entonces en el mayor certamen de artes esc¨¦nicas del mundo. Sobre sus desgastadas tablas triunfaron, en otro tiempo, grandes nombres como Peter Brook, Robert Wilson, Ariane Mnouchkine, Patrice Ch¨¦reau o Pina Bausch. Este verano se les suma otra revelaci¨®n: el director japon¨¦s Satoshi Miyagi, que en la noche del pasado jueves levant¨® una enorme ovaci¨®n con esta peculiar relectura de la tragedia de S¨®focles.
En su obra, los mitos griegos se solapan con los del budismo japon¨¦s, en un espect¨¢culo de un poder¨ªo visual arrebatador. Miyagi, de 58 a?os y director del prestigioso Festival de Shizuoka, al pie del monte Fuji, asegura haber escogido la obra por su dimensi¨®n pol¨ªtica. A su entender, la historia de Ant¨ªgona, que prefiri¨® morir antes que acatar una orden injusta del rey de Tebas, es una llamada a aceptar la diferencia ajena e incluso a tener estima por sus enemigos. ¡°El pensamiento que encierra la pieza resulta crucial en el mundo en que vivimos¡±, dec¨ªa el viernes, con una expresiva sonrisa, s¨ªntoma visible de los v¨ªtores cosechados.
¡°La fiesta, la noche, el cielo, el pueblo y el texto¡±. El fundador de este festival, Jean Vilar, resumi¨® as¨ª la magia de su invento. Vilar, gran renovador de la escena francesa, abri¨® puertas y ventanas en un teatro polvoriento y anquilosado como lo era el franc¨¦s en el ecuador del siglo pasado. Logr¨® convertirlo en una disciplina accesible para el p¨²blico general: inteligible para todo espectador, fuera cual fuera su nivel cultural, y con entradas a precios moderados. Pero los tiempos han cambiado desde entonces. Siete d¨¦cadas despu¨¦s de aquella ruidosa inauguraci¨®n, el festival es acusado de haberse dormido en sus laureles, extraviando su misi¨®n original por el camino.
Los sucesivos herederos de Vilar se habr¨ªan dirigido, seg¨²n pregonan sus cr¨ªticos, hacia un territorio intelectualmente elevado, proscrito para quienes no forman parte de la ¨¦lite cultural. Desde hace cuatro a?os, el responsable del festival es el director y dramaturgo Olivier Py, exresponsable del Od¨¦on parisiense. Distintos sectores del teatro franc¨¦s se la tienen jurada. ¡°El festival se inclina ante la dictadura intelectual. Es antipopular¡±, denunci¨® hace unos d¨ªas Philippe Caub¨¨re, que present¨® varios espect¨¢culos en Avi?¨®n durante los ochenta y hoy se dice marginado por sus responsables. ¡°Con Py, nos mantenemos en una autarqu¨ªa teatral, en una consanguineidad peligrosa¡±, a?ade el actor y director Philippe Torreton, que interpret¨® Enrique V en el patio de honor all¨¢ por 1999.

A Py esas cr¨ªticas no le importan demasiado. ¡°Por este festival pasaron, el verano pasado, 150.000 espectadores. Puede parecer poco respecto a los ocho millones que ven el telediario, pero a m¨ª me parece mucho, teniendo en cuenta que vienen a ver obras de teatro con vocaci¨®n art¨ªstico¡±, responde el director del certamen. ¡°En cualquier caso, podemos estar de acuerdo en que somos una minor¨ªa, pero no una ¨¦lite¡±. A pesar de la testarudez del t¨®pico, Py asegura que los estudios realizados por el festival reflejan la diversidad sociol¨®gica de sus asistentes. Aunque admite que puede hacer todav¨ªa m¨¢s para divulgar el teatro en los barrios desfavorecidos ¨Cuna de las obras de esta edici¨®n se representar¨¢ en un centro penitenciario de la ciudad¨C y entre el p¨²blico joven. Su obsesi¨®n es hacer bajar la media de edad de los asistentes al festival, situada en 47 a?os.
La de Py es una actitud de reconquista. En esta edici¨®n, su programa incluye una cuarentena de espect¨¢culos que procuran aunar calidad y accesibilidad. Por el certamen pasar¨¢n grandes nombres de la escena europea, como el alem¨¢n Frank Castorf y el belga Guy Cassiers (por partida doble). La actriz Juliette Binoche pondr¨¢ en escena un homenaje a la cantante Barbara, mientras que el sevillano Israel Galv¨¢n traer¨¢ a Avi?¨®n su flamenco de autor a mediados de julio. ¡°En Jap¨®n tenemos los mismos debates, aunque en mi pa¨ªs no se nos reproche un elitismo intelectual, sino econ¨®mico. Se suele decir que los grandes teatros est¨¢n reservados a las clases sociales acomodadas¡±, explicaba Satoshi a la sombra de uno de los 130 palacetes que alberga la ciudad. ¡°Cada d¨ªa me planteo c¨®mo encontrar una soluci¨®n a ese problema. Me pregunto c¨®mo conseguir quitarle la armadura al teatro para que deje de imponer tanto. Y, a la vez, para m¨ª, el teatro popular no es el que usa los c¨®digos de la televisi¨®n ni el que resulta f¨¢cil de entender, sino el que logra transmitir la naturaleza pura de este arte¡±.
En esa misma direcci¨®n rema el portugu¨¦s Tiago Rodrigues, director del Teatro Nacional de Lisboa, revelado en el festival hace dos veranos. En esta edici¨®n, presentar¨¢ su ¨²ltima puesta en escena, Sopro, protagonizada por una apuntadora, ese oficio en v¨ªas de extinci¨®n encargado de recordar los di¨¢logos a los int¨¦rpretes menos puestos, y tambi¨¦n Tristesse et joie dans la vie des giraffes, otro texto de Rodrigues que dirige el franc¨¦s Thomas Quillardet. ¡°Milito por un teatro que pueda ser visto por el m¨¢ximo de gente, pero no a cualquier precio. No me interesa que millones de personas vean teatro malo. Para eso, prefiero que vean f¨²tbol¡±, responde Rodrigues. ¡°Est¨¢ muy bien que la gente quiera divertirse y que existan espect¨¢culos que se lo permitan, pero esa no es la misi¨®n del teatro p¨²blico. Lo es garantizar que haya grandes artistas que no sean rehenes de las reglas del mercado. En democracia, nunca deber¨ªan serlo¡±. Rodrigues relativiza tambi¨¦n la supuesta dificultad de algunas obras. ¡°Hay que aceptar un nivel de misterio. Cuando ves el Guernica, entiendes el 80%, pero no el 20% restante. En el teatro sucede igual. Hay una parte inaccesible e intraducible que uno debe aceptar¡±, zanja. Recuerda entonces un viejo eslogan televisivo, compartido en los noventa por Espa?a y Portugal, que resume su filosof¨ªa. Rezaba lo siguiente: ¡°Para una inmensa minor¨ªa¡±.
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