?Llorar en la ¨®pera es cursi?
Ermonela Jaho convierte "Butterfly" en una feliz epidemia de llantos, suspiros y emociones
?Debe emocionarse un artista? ?O hacerlo puede convertirse en un camino de perdici¨®n? Se hace uno estas preguntas despu¨¦s de haber asistido a la revelaci¨®n de Ermonela Jaho como protagonista de Madama Butterfly en el Teatro Real. Y no hablo de revelaci¨®n en el sentido de sorpresa, sino en la mejor acepci¨®n del misterio.
Misterio quiere decir que la soprano albanesa dio la impresi¨®n de ensimismarse en el papel de Cio Cio San hasta trasladarnos la sensaci¨®n de que estaba amando, sufriendo y agonizando de verdad. Ni siquiera resultaba relevante la atm¨®sfera nipona. O el vestuario. O la efectista ambientaci¨®n cinematogr¨¢fica de Mario Gas.
Percib¨ªamos la tragedia como si estuviera ocurriendo. Y como si los suspiros y las l¨¢grimas de los espectadores aspiraran a llegar al escenario ?en un abnegado esfuerzo de solidaridad o de empat¨ªa. No digamos cuando aparece el ni?o prohibido en los pasajes tremendistas que Puccini sabe colocar entre la demagogia y la catarsis.
Daban ganas de personarse en el escenario para levantar acta del cad¨¢ver de Ermonela Jaho una vez inmolada. Testificar a su favor en presencia de la autoridad judicial, tentaciones todas ellas innecesarias cuando la cantante aparec¨ªa resurrecta. Todav¨ªa bajo los efectos del drama interiorizado, pero felizmente viva. Y abrumada por esas ovaciones y clamores compensatorios con que el p¨²blico se libera ?a su vez del dram¨®n pucciniano. Una ¨®pera de pa?uelo.
?Se emocionaba Ermonela Jaho? Creo que s¨ª. La hip¨®tesis contraria no desluce la competencia profesional, el oficio -todo lo contrario-, pero cuesta trabajo aceptarla. Porque su pasi¨®n y muerte se perciben desde la platea como un fen¨®meno que le est¨¢ afectando y concerniendo. No hasta el punto de desequilibrar la actuaci¨®n en una suerte de terremoto sentimental, pero s¨ª hasta el extremo de liberarse de cualquier artificio. Ni siquiera percibimos que est¨¢ cantando. Prevalece la naturalidad, la sensibilidad. Sobrepasa Ermonela la discusi¨®n de la idoneidad vocal. Ella es Butterfly antes que una soprano l¨ªrica o dram¨¢tica. Ella experimenta delante de nosotros, como si no estuvi¨¦ramos, el viaje de la cris¨¢lida a la mariposa atravesada por un alfiler.
Se implica la cantante albanesa consciente de que no puede desbordarse, pero tambi¨¦n sabedora de que no puede distanciarse de la tragedia a semejanza de un cyborg. Y es probable que Alfredo Kraus, de estar vivo, acudiera al camerino a rectificarla. Le dir¨ªa: "mire usted, si el artista quiere emocionar, no puede emocionarse". Quiz¨¢ sirva el consejo para los papeles belcantistas de gran presupuesto t¨¦cnico. O para los colegas as¨¦pticos que logran abstraerse del sentimentalismo. Dec¨ªa el maestro canario que el cantante debe cantar con los intereses sin tocar el capital, pero no me parece que Puccini sea un compositor id¨®neo a la especulaci¨®n financiera. Y s¨ª me parece que Ermonela Jaho encuentra una suerte de camino intermedio entre el control y el descontrol, entre la mesura y la entrega, entre la cicater¨ªa y el derroche.
Ha sido conmovedor escucharla. Ha sido sobrecogedor implicarse en el oleaje de emociones y de texturas que el maestro Armiliato ha sabido concebir en las corrientes del foso. Butterfly necesita un timonel m¨¢s dotado que Pinkerton. Y Armiliato ha representado la misi¨®n de marinero en tierra con afinidad estil¨ªstica, tensi¨®n dram¨¢tica y plena sumisi¨®n contemplativa al vuelo tr¨¢gico de la mariposa. Nunca pens¨¦ que mis rudimentos en el conocimiento de la lengua albanesa, adquiridos, por cierto, en la cobertura de la guerra de Kosovo, pudieran servirme para agradecer la actuaci¨®n de una soprano oriunda de Tirana que parec¨ªa la primera mujer de Nagasaki. Shum? faleminderit!, Ermonela.
Babelia
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