Aventuras ochenteras en el siglo XIX
?lex Medina R. publica 'La dama blanca del Mississippi', una novela de ¨¦poca llena de gui?os a la cultura popular y sentimental de una generaci¨®n
El escritor y periodista ?lex Medina R. (C¨¢diz, 1975) era, en la d¨¦cada de los ochenta, un ni?o gaditano que le¨ªa novelas de Emilio Salgari, ve¨ªa pel¨ªculas como El coraz¨®n verde (1984) o Las minas del rey Salom¨®n (1985) y devoraba tebeos de El capit¨¢n Trueno. Ahora, pasada la cuarentena, ha mezclado y agitado aquel esp¨ªritu adolescente en un cocktail literario que ha vertido en su ¨²ltima novela, La dama blanca del Mississippi (Cazador de ratas, 2017). ¡°Es una novela de aventuras pura¡±, aclara el autor, que quer¨ªa transmitir ¡°el esp¨ªritu de peripecias y diversi¨®n que se vivi¨® a principios de los ochenta en el cine, y que tomaba el testigo de los viejos tebeos y de las novelas de aventuras del siglo XIX, de Mark Twain a Stevenson¡±. ¡°Todo eso¡±, contin¨²a, ¡°con un barniz actual, como si lo contara yo desde hoy en d¨ªa¡±.
Y es que el libro, ambientado durante el convulso primer tercio del siglo XIX en C¨¢diz, Nueva Orleans y el r¨ªo Misisipi, est¨¢ plagado de referencias y gui?os a la cultura popular de los ¨²ltimos 30 a?os (en el primer p¨¢rrafo se habla de likes de cierta red social). ¡°Cuando se hicieron reportajes sobre el segundo centenario de la batalla de Trafalgar, las cr¨®nicas comparaban diciendo que donde hab¨ªa habido galeones ahora hay submarinos¡±, explica Medina, que justifica su estilo: ¡°Al igual que el periodista utiliza referencias actuales para explicar el pasado, yo quer¨ªa llevar esa forma de narrar a un tipo de novela que, aunque sea hist¨®rica, al final la lee el lector de hoy en d¨ªa. ?Por qu¨¦ no intentar acercarle ciertos referentes actuales aunque no sea lo habitual en el g¨¦nero?¡±.
Continuaci¨®n de Una aventura pop (2013), la novela prosigue la historia de Freddy y Ricardito, dos militares espa?oles que, en 1827, ya no son los en¨¦rgicos h¨¦roes del asedio franc¨¦s a C¨¢diz de 1812: est¨¢n viejos y cansados. Las circunstancias les obligan, sin embargo, a recuperar el aliento y poner rumbo a Nueva Orleans, donde su antigua compa?era de viajes y amor plat¨®nico, Carmen de Ustaritz, est¨¢ al borde de la ejecuci¨®n por ayudar a unos negros esclavos. ¡°Es la historia de dos chicos que tienen que rescatar a la chica, que es m¨¢s lista que los chicos. Es un viejo modelo que todo el mundo conoce¡±, bromea el autor, que ha recreado en parte el esp¨ªritu de aquellas aventuras de hombres de las baratas revistas pulp que triunfaron en EE UU hasta finales de los a?os 50, si bien, tal como hizo Tarantino en Pulp Fiction (1994), desde una ¨®ptica posmoderna.
La elecci¨®n de los escenarios no es casual. ¡°Soy de C¨¢diz y he viajado bastante a Nueva Orleans, y son dos ciudades que me recuerdan much¨ªsimo¡±, asegura Medina, que explica su teor¨ªa al respecto: ¡°Desde el punto de vista geogr¨¢fico, son dos ciudades de mar rodeadas completamente por agua. C¨¢diz es una isla, literalmente, y Nueva Orleans est¨¢ rodeada de pantanos, no hay tierra firme alrededor. A principios del siglo XIX vivieron su mejor momento hist¨®rico, que coincidi¨® con el inicio de su declive, en el que ambas siguen. A todo el mundo le gusta mucho C¨¢diz, pero sigue siendo la provincia con mayor paro de Espa?a. Y Nueva Orleans es una de las ciudades con mayor ¨ªndice de criminalidad de EE UU. Tienen una especie de destino tr¨¢gico: est¨¢n acostumbradas a los desastres¡±. Adem¨¢s de inundaciones hist¨®ricas, las dos urbes han ¡°compartido¡± asedio: C¨¢diz resisti¨® a los franceses en 1812, y Nueva Orleans hizo lo propio con los ingleses en 1815. ¡°Y, sin embargo, son dos ciudades muy alegres. Tienen dos de los carnavales m¨¢s famosos del mundo, y las dos viven a trav¨¦s de la m¨²sica. Pese a todas las desgracias, se toman la vida con bastante filosof¨ªa¡±, concluye el autor.
Para completar el recuerdo nost¨¢lgico de una ¨¦poca, los cap¨ªtulos de La dama blanca del Mississippi se titulan como canciones de Jaime Urrutia, Radio Futura, Nacho Vegas, Enrique Bunbury o Loquillo, que Medina invita a escuchar durante la lectura como si conformaran una banda sonora. ¡°La novela es, en general, un gui?o constante a la cultura popular y sentimental de los que vivimos aquella ¨¦poca¡±.
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