Cuando los extremos se cruzan
El contraste entre la modernidad de Linda May Han Oh y la desidia de Patti Austin marca el Festival de Jazz de Vitoria
![Patti Austin, en el festival de jazz de Vitoria.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6UMNPJEO5EZKSDVJRUDTBF6WXA.jpg?auth=5a13948cbd51212c36561a9d5f24d219a3d2448b46d2f1795a5e2a5a1faa837e&width=414)
Que tu padre sea Clint Eastwood tiene que ser una faena. Al menos si quieres ser contrabajista de jazz, porque todo el mundo sabe que al bueno de Clint le pirra est¨¢ m¨²sica, y las suspicacias saltan a la m¨ªnima: si Eastwood hijo est¨¢ inmerso en el circuito profesional del jazz ha de ser por ser hijo de quien es, ?no?
Por eso, porque es m¨¢s que natural albergar ese tipo de dudas, intentar que el p¨²blico le tome a uno en serio conlleva cierta dificultad con semejante apellido a cuestas. A cambio, est¨¢ el hecho de que, efectivamente, si Kyle no fuese Eastwood, las probabilidades de escucharle en el programa principal de un festival de jazz como el de Vitoria ser¨ªan pr¨¢cticamente inexistentes. Si el contrabajista fuese un portento, a estas alturas ya lo sabr¨ªamos. Y no. Por otro lado, a su favor juega que tampoco es, ni por asomo, un completo in¨²til. De hecho, siendo un m¨²sico sin ning¨²n atributo particularmente destacable, Eastwood muestra cierta evoluci¨®n con respecto a sus inicios, y se le puede considerar un instrumentista solvente.
As¨ª se confirm¨® en Vitoria durante el concierto del tr¨ªo ac¨²stico formado por Eastwood y dos m¨²sicos de extensa carrera como Jean-Luc Ponty y Bir¨¦li Lagr¨¨ne, ambos con una capacidad t¨¦cnica mucho m¨¢s apabullante que ¨¦l. Estos hab¨ªan grabado en 2015 un disco en este mismo formato junto a Stanley Clarke, y aunque realizar una gira con Eastwood en lugar de Clarke puede parecer una aut¨¦ntica locura de buenas a primeras, en Vitoria el contrabajista estuvo a la altura.
Cada uno en su papel: Lagr¨¨ne es un t¨¦cnico incontrolable desde sus a?os como ni?o prodigio, Ponty sigue siendo un violinista refinado y Eastwood ejerce de contrapeso sin perder el tempo e improvisando con m¨¢s aplomo del que muchos esper¨¢bamos. La m¨²sica del tr¨ªo no tuvo absolutamente nada memorable, pero tampoco nada cuestionable: todo son¨® en su sitio, con algunos originales y standards como Blue Train, Oleo o Mercy, Mercy, Mercy, interpretados a medio camino entre la calidez de una jam session y la esterilidad de una gira dise?ada para grandes festivales.
Lo de escuchar una propuesta original y arriesgada hab¨ªa sucedido unas horas antes en el Teatro Principal de mano de Linda May Han Oh, un nombre ya esencial en la actual escena de Nueva York, que presentaba su nuevo disco, Walk Against Wind. La joven es una contrabajista poderosa, con una pulsaci¨®n firme y gran capacidad de improvisaci¨®n, pero sus composiciones parecen querer decir tantas cosas a la vez que acaban resultando fr¨ªas y recargadas.
A pesar de eso, con una banda completada por el saxofonista Ben Wendel (fundador de Kneebody), el guitarrista Matthew Stevens (hombre clave de Christian Scott durante a?os) y el baterista suizo Arthur Hnatek, la contrabajista factur¨® hora y media de m¨²sica original que sonaba a diamante sin pulir, pero diamante, al fin y al cabo.
Aparte de un par de solos de la l¨ªder, Wendel protagoniz¨® los mejores momentos del concierto con un lenguaje muy atractivo; una curiosa mezcla de trazos del fraseo de Mark Turner y un enfoque cercano a Chris Potter y a la herencia de Michael Brecker. Aunque en conjunto fue un concierto farragoso, sin duda entre los mimbres de la propuesta de Linda May Han Oh estuvo lo mejor ¡ªy, de lejos, lo m¨¢s moderno de esta edici¨®n¡ª que son¨® el viernes en Vitoria.
Una jornada que se clausur¨® con Patti Austin, estupenda cantante con una carrera llena de momentos fulgurantes entre las tres d¨¦cadas que separan su colaboraci¨®n con Michael Jackson en Off The Wall y el Grammy que gan¨® en 2008 por su disco Avant Gershwin. Ejemplo de vocalista todoterreno, Austin posee una trayectoria inabarcable e infunde el respeto que se tiene por los aut¨¦nticos trabajadores de la m¨²sica. En 2002 grab¨® un disco en homenaje a Ella Fitzgerald y, como la excusa de su centenario sirve lo mismo para un roto que para un descosido, Patti Austin se present¨® en Mendizorroza para presentar su disco For Ella con quince a?os de retraso, en un concierto dolorosamente decepcionante.
Pocas veces se ha dado como el viernes en Vitoria el triste hecho de que, tal vez, poner el disco por los altavoces del escenario podr¨ªa haber resultado mejor que el concierto en s¨ª. El show de la vocalista result¨® tan artificial, tan falto del m¨¢s m¨ªnimo atisbo de frescura, que uno ten¨ªa la sensaci¨®n de estar frente a una reproducci¨®n negligente del disco. Y nombramos el disco una y otra vez porque el repertorio de la cantante fue exactamente el del CD, tema a tema, sin una sola variaci¨®n aparte de la pobreza del tr¨ªo que la acompa?aba como lo har¨ªa una grabaci¨®n enlatada, y la baja forma de la propia cantante.
Puede sonar inmisericorde, pero m¨¢s inmisericorde fue plantarse ante un show tan en piloto autom¨¢tico, conformado por un pu?ado de t¨®picos del repertorio de Fitzgerald interpretados sin gracia, con la falta de emoci¨®n con la que un funcionario sella impresos mientras mira el reloj esperando que llegue la hora del caf¨¦. Incluso las extensas presentaciones en las que la vocalista se explayaba con comentarios y an¨¦cdotas sobre Fitzgerald, el amor o cualquier cosa que contextualizase, de forma m¨¢s o menos peregrina, la canci¨®n que fuese a continuaci¨®n, sonaron falsas y sobre ensayadas. Un concierto, en resumen, m¨¢s propio de un casino o un bar que del escenario principal de un festival de jazz como el de Vitoria.
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