La laringe "incorrupta" de Gayarre
El museo del tenor navarro en el Roncal aloja en una vitrina el "secreto" del inmenso tenor
He tenido la recent¨ªsima experiencia de contemplar la laringe "incorrupta" de Juli¨¢n Gayarre, una reliquia embalsamada y alojada en una vitrina religiosa a semejanza del cerebro de Einstein, del pene de Rasputin o del dedo pulgar de Galileo Galilei.
Ten¨ªa sentido que proliferaran las supersticiones respecto al prodigio anat¨®mico que deb¨ªa ocultar el tenor navarro entre las cuerdas vocales, pero impresiona que los cient¨ªficos de la ¨¦poca -Gayarre muri¨® en 1890, sacudido por la ferocidad de una epidemia de dengue- cooperaran a la leyenda popular.
Lo hizo, por ejemplo, el doctor Mart¨ªn en Madrid extrayendo la laringe del cad¨¢ver con el benepl¨¢cito de los sobrinos de Gayarre, e inici¨¢ndose una peripecia mit¨®mana y pseudocient¨ªfica que ahora est¨¢ expuesta en la casa del cantante en el Roncal. Y que sorprende al visitante no ya en sus connotaciones "gores" como en la obscena titularidad institucional: "Laringe de Juli¨¢n Gayarre, propiedad del Gobierno de Navarra".
El prosa¨ªsmo del cartel y de la advertencia destacan casi m¨¢s que la laringe misma. Que parece viscosa y que fue manoseada en toda clase de pericias y estudios, ninguno tan obstinado, acaso, como el que llev¨® a t¨¦rmino el doctor Gimeno en 1935.
Se dedujo de su informe que la laringe del tenor navarro era mayor de cuanto correspond¨ªa a un var¨®n de su talla y que conten¨ªa un peque?o tumor en la parte media de una cuerda vocal, pero el mismo estudio desment¨ªa las leyendas sobrenaturales. Lleg¨® a decirse que Gayarre ten¨ªa un cart¨ªlago m¨¢s que los restantes humanos. Y que sus cuerdas vocales se hab¨ªan robustecido en la misma disciplina y alegor¨ªa de la forja, pues el tenor se gan¨® la vida como herrero en Lumbier antes de convertirse en primer¨ªsima figura de la ¨®pera.
No se le ha concedido descanso a la laringe de Gayarre, aunque es cierto que la ¨²ltima "intervenci¨®n" se realiz¨® en 2000 para preservarla de su deterioro. El doctor Mart¨ªnez Pe?uela se ocup¨® de restaurarla y tambi¨¦n de someterla a un exhaustivo estudio radiol¨®gico. Pudo verificarse entonces una evidente asimetr¨ªa del cart¨ªlago tiroideo. Y se acredit¨® que la amplitud del cart¨ªlago cricoides acaso consent¨ªa al cantante un mayor y m¨¢s r¨¢pido intercambio del caudal de aire. Ser¨ªa la manera de explicar anat¨®micamente el prodigioso fiato que pose¨ªa Gayarre -manten¨ªa una nota aguda hasta 28 segundos-, como podr¨ªa entenderse que el prodigio de las notas sobreagudas guardaba relaci¨®n con la angulaci¨®n particular, que no extraordinaria, de las cuerdas vocales.
"La peculiar morfolog¨ªa de la laringe de Gayarre, con respecto al patr¨®n habitual", concluye el informe pericial, "constituye la base necesaria para ser un buen tenor, con notas agudas brilantes, f¨¢ciles y una gran cantidad de arm¨®nicos".
Es la perspectiva cient¨ªfica desde la que puede justificarse la predisposici¨®n de Gayarre al canto, pero no la raz¨®n espec¨ªfica o restrictiva de su dimensi¨®n hist¨®rica. No ya porque en el fen¨®meno del "ars canendi" intervienen otros requisitos anat¨®micos, fisiol¨®gicos -el diafragma, los pulmones, la caja tor¨¢cica, la base de la lengua, el cielo del paladar, las fosas nasales...-, sino adem¨¢s porque la leyenda de Gayarre se arraiga en su personalidad, su talento, su capacidad emotiva, su corpulencia art¨ªstica, su versatilidad, su instinto y sus fabulosas cualidades en el arte de la comunicaci¨®n.
Resulta as¨ª sobrecogedora la experiencia de acercarse al relicario que contiene el "instrumento m¨¢gico". No tanto por razones de fetichismo como porque el recorrido en carretera de Pamplona hasta el Roncal -lo hice hace unos d¨ªas con mi amigo Ignacio Frauca- re¨²ne los requisitos de un viaje inici¨¢tico. Los meandros de asfalto serpentean hasta proporcionar una imponente visi¨®n de los Pirineos. Y la exuberancia de los bosques contribuye a la sugesti¨®n del misterio escondido. Corre tranquila y cristalina el agua del r¨ªo Esca, vadeando el front¨®n que Juli¨¢n Gayarre regal¨® a sus vecinos. Naci¨® aqu¨ª el tenor¨ªsimo. Y enterrado permanece aqu¨ª por obra de Mariano Benlliure.
El monumento del escultor valenciano se inaugur¨® en 1901 sobre la tumba original y estuvo cerca de alojarse en la plaza de Isabel II, a iniciativa de la regente Mar¨ªa Cristina. Fueron capaces de disuadirla los familiares del cantante, pero la propia idea de colocar el imponente mausoleo al abrigo del Teatro Real define la importancia hist¨®rica de Gayarre. Y la consternaci¨®n que prosperaba una d¨¦cada despu¨¦s de su muerte.
Tiene m¨¢s sentido acercarse al Roncal, caminar por las rampas empinadas que conducen al recogid¨ªsimo cementerio del pueblo. Y recrearse en la brisa y el en silencio que mecen la memoria del tenor como si no existiera un lugar mejor para custodiarlo. Benlliure dispuso que el f¨¦retro de m¨¢rmol estuviera elevado por las figuras de la armon¨ªa y de la melod¨ªa. E incorpor¨® a la narrativa un genio alado que se esfuerza por escuchar el ¨²ltimo suspiro de Gayarre.
Muri¨® joven el maestro -46 a?os- y no tuvo demasiado tiempo para disfrutar de sus retiros en la casa del Roncal donde naci¨®. Y donde emprendi¨® despu¨¦s una reforma ambiciosa hasta transformarla en un caser¨®n de tres pisos que se ha convertido en museo y que aloja en el tercer piso el "altar" donde est¨¢ expuesta la grimosa laringe.
Exige cierto pudor subir las escaleras y hasta produce rubor hacerlas crujir. Sobre todo despu¨¦s de haber conocido -as¨ª lo explica el custodio del museo- que las dependencias est¨¢n como Gayarre las hab¨ªa dejado antes de su ¨²ltimo viaje a Madrid.
Es probable que se trate de una exageraci¨®n o de una sugesti¨®n esc¨¦nica, pero las sospechas al respecto no contradicen la sensaci¨®n de estar profanando la casa de un personaje hist¨®rico. Impresiona descubrir la tapa de su piano vertical -un instrumento de color negro, marca Wirth, provisto de candelabros- igual que lo hace investigar con la mirada la propia cotidianidad del cantante: el espejo, la jofaina, la colcha de hilo que recubre una cama peque?a, la mecedora, o la mesa que sirve de eje al sal¨®n contiguo del dormitorio. Las ventanas asoman al pueblo y al valle. Y permit¨ªan evocar a Gayarre sus tiempos de pastor, cuando apenas era un ni?o cantar¨ªn. Y cuando su laringe empezaba a manifestar las razones de su posterior grandeza.
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