Noches de trance en la casba de Rabat
La ceremonia marroqu¨ª de Lila Gnawa abre una puerta m¨ªstica a la evasi¨®n a trav¨¦s de la m¨²sica
La madre est¨¢ sentada en la habitaci¨®n de las mujeres, sobre un coj¨ªn, la espalda en la pared y su hijo de cuatro a?os en el regazo. Yo estoy en la de los hombres. Todo el mundo se ha descalzado al entrar. Los m¨²sicos comienzan a tocar y a bailar en el pasillo. De momento, solo veo a los m¨²sicos. Algo va a ocurrir, algo tiene que ocurrir. Es mi¨¦rcoles y acabamos de entrar en una casa en el barrio de Bab Alu, cerca de la casba de los Oudayas, uno de los lugares m¨¢s tur¨ªsticos de Rabat. Sin embargo, aqu¨ª no hay turistas. Las fotos est¨¢n prohibidas. El viajero no encontrar¨¢ ning¨²n anuncio donde informarse de que todos los mi¨¦rcoles, en el callej¨®n de Sidi Larbi Ben Sayah, se celebra una ceremonia de Lila Gnawa desde las diez de la noche hasta las siete de la ma?ana. No obstante, la puerta est¨¢ abierta para todo el mundo. Tal como nos aconsejaron, hemos tra¨ªdo az¨²car y un litro de leche, para ¡°alimentar a los esp¨ªritus¡±.
En ¨¢rabe, lila significa noche. Y gnawa no tiene una ra¨ªz clara, algunos investigadores sostienen que proviene de una expresi¨®n ber¨¦ber que significa hombre negro o proveniente del pa¨ªs de los negros. En cualquier caso, los gnawas eran descendientes de esclavos subsaharianos.
Boutaina, sin embargo, es de tez blanca y su cabello es rubio. Se cri¨® en Tetu¨¢n y hace varios meses que acude a las Lila Gnawa de Rabat. Ha asistido durante tres a?os al festival de m¨²sica gnawa de Esauira, la antigua Mogador, a dos horas en coche de Marrakech en direcci¨®n sur. ¡°Pero el festival es una cosa¡±, dice, ¡°y la Lila Gnawa es otra¡±. ¡°Esto es mucho m¨¢s aut¨¦ntico, m¨¢s ¨ªntimo, m¨¢s espiritual. De entrada, aqu¨ª no hay guitarras el¨¦ctricas¡±. El maestro de ceremonia, o Ma?lem, porta un instrumento de cuerda llamado guembri. Y sus cuatro disc¨ªpulos tocan las krakebs o cr¨®talos, una especie de casta?uelas de metal. Boutaina explica que hay varios esp¨ªritus que te pueden poseer. Uno solo tiene que dejarse llevar por la m¨²sica y, si hay suerte, entras en trance. Ella ya lo ha experimentado en dos ocasiones.
Desde el sal¨®n de hombres se ven ni?os de dos o tres a?os corretear por la casa. Hay tel¨¦fonos m¨®viles carg¨¢ndose en los enchufes de las paredes. Los m¨²sicos empiezan a cantar y a tocar. Recitan plegarias del Cor¨¢n. Los ortodoxos islamistas reniegan de esta ceremonia. Sin embargo, el islam es un elemento indispensable en las Lila Gnawa. El ritmo se vuelve m¨¢s intenso y repetitivo, dan ganas de seguirlo con las palmas, pero en la habitaci¨®n de los hombres estamos muy lejos del trance. Apenas somos tres y un ni?o de unos 10 a?os. Los hombres siguen el ritmo con palmas. Disfrutan, est¨¢n a gusto, pero sin m¨¢s. En cambio, ellas se dejan llevar por cada nota. Y la m¨²sica va siguiendo su camino ascendente hacia el frenes¨ª.
La mejor terapia
?Cu¨¢ndo? Las veladas de Lila Gnawa duran desde las diez de la noche hasta las siete de la ma?ana todos los mi¨¦rcoles en Rabat. Una casa en el callej¨®n de Sidi Larbi Ben Sayah es uno de los lugares donde se practica.
?Qui¨¦n? La entrada es libre y acuden quienes necesitan ponerse en contacto con los esp¨ªritus a trav¨¦s de la m¨²sica.
?Qu¨¦? Se trata de entrar en trance a gracias a la m¨²sica y al baile, los que lo consiguen salen de estas sesiones como si les hubieran reparado el alma y suelen agasajar a los m¨²sicos con un m¨ªnimo de 20 d¨ªrhams, el equivalente a unos dos euros.
En la habitaci¨®n de las mujeres, el vientre de la madre ha empezado a moverse como si tuviera vida propia. Unas amigas le quitan al ni?o del regazo y la levantan. Ella empezar¨¢ a bailar como si estuviera sola en el mundo. Otra se?ora, de m¨¢s edad, recostada en el suelo, comienza a proferir gemidos acompasados, casi mugidos, mirando hacia el techo con la boca entreabierta. De todo esto me enterar¨¦ despu¨¦s, cuando me lo cuente una mujer. Y la m¨²sica sigue con su ritmo fren¨¦tico.
Todo est¨¢ pautado en las veladas Gnawa. Hay varias fases muy codificadas a lo largo de la sesi¨®n. Quienes han asistido a muchas veladas aseguran que cada noche es distinta. Las hay m¨¢s tr¨¢gicas, m¨¢s livianas... Depende de la gente que acude y de los males que quieran exorcizar. A medida que avance la noche, la sesi¨®n se volver¨¢ m¨¢s intensa.
Ahora toca descansar. Los m¨²sicos y las se?oras de la casa invitan al t¨¦. Los artistas se recuestan en unos cojines en la habitaci¨®n de los hombres. Un amigo de Butaina me cuenta que a ¨¦l le gusta venir no para entrar en trance, sino para disfrutar de la m¨²sica y del ambiente. El alcohol est¨¢ prohibido, pero el hach¨ªs, no. Y eso forma parte indispensable del ambiente en la sala de los hombres. Comienzan los m¨²sicos a tocar de nuevo. Y ahora, s¨ª, algo est¨¢ ocurriendo. Una joven vestida de negro conduce a otra semi son¨¢mbula vestida de rojo, con melena negra hasta la cintura, cerca de los m¨²sicos.
Festival de melenas
La del vestido negro se vuelve a meter en la habitaci¨®n de las mujeres y la de rojo baila con los ojos cerrados. Los m¨²sicos no la miran. La melena le cubre a veces la cara, pero ella no hace nada por apart¨¢rsela con las manos. Desde otra habitaci¨®n avanza una se?ora muy alta y corpulenta. Se cubre la cabeza y el rostro con un pa?uelo blanco. A medida que baila y transpira el pa?uelo se vuelve como una bolsa de pl¨¢stico pegada al rostro. Algunas mujeres sentadas esperan su momento. Otras consultan su m¨®vil, aspiran incienso o perfume de naranja. Se levanta a bailar una ni?a de unos 13 a?os que ha venido con su madre. Otras son conducidas por sus amigas hacia el pasillo. Dos mujeres de la casa contin¨²an pendientes de cada cara, cada expresi¨®n, prestas a levantar a cualquiera que entra en trance, a soltarle la melena y ponerle un pa?uelo con un color acorde con el esp¨ªritu que las posee.
De pronto, aquello se vuelve un festival de melenas que desprenden un perfume a naranja. Mujeres de todas las edades se mueven sin pudor con el ritmo que heredaron de sus abuelas¡ El ?frica negra, Marruecos, la sensualidad, el islam, el desierto, la costa, el desfogue f¨ªsico y el ensimismamiento m¨ªstico se dan la mano.
Regresa la joven de rojo a la otra sala y aparece ahora ante los m¨²sicos su amiga vestida de negro. No s¨¦ que esp¨ªritu o qu¨¦ sentimiento la posee, pero al cabo de unos minutos se postra con las rodillas y las manos en el suelo y agita su melena arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo. Tal vez no sea casualidad que quienes m¨¢s se liberan en las Lila Gnawa sean quienes m¨¢s necesidad tienen de hacerlo. Los hombres suelen quedarse postrados en una nube de hach¨ªs, escuchando la m¨²sica al fondo.
Babelia
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