Ovaciones y abucheos para Israel Galv¨¢n en Avi?¨®n
El artista lleva su flamenco ¨¢spero y torturado al Palacio de los Papas
No fue la fiesta que muchos esperaban. Israel Galv¨¢n (Sevilla, 1973) propuso este domingo una nueva embestida a la ortodoxia con La fiesta, representada en el Palacio de los Papas, escenario principal del Festival de Avi?¨®n. El flamenco volvi¨® a ese teatro a cielo abierto 25 a?os despu¨¦s de que Pedro Bac¨¢n lo ocupara durante tres semanas en 1992. Pero lo hizo a trav¨¦s de la trepidante reinvenci¨®n que propone este enfant terrible. Quienes acudieron en busca de clich¨¦s hispanizantes se dieron de bruces con un espect¨¢culo ¨¢spero y torturado. Fue una funci¨®n dif¨ªcil e inc¨®moda, que provoc¨® una pronunciada divisi¨®n de opiniones, del abucheo a la ovaci¨®n. De todas formas, Galv¨¢n tampoco esperaba nada distinto. ¡°No quiero hacer un espect¨¢culo correcto, digno y profesional. Me tiro a esta piscina sin protecci¨®n¡±, dec¨ªa horas antes del estreno, a la sombra de un patio arbolado del centro de Avi?¨®n. ¡°S¨¦ que corro un peligro, pero no he venido aqu¨ª a empatar. Yo prefiero ganar o perder¡±.
Fue una apuesta a doble o nada. Galv¨¢n sali¨® a escena bajando a rastras las escaleras del Patio de Honor de la antigua sede del mundo cristiano, como un molusco prisionero de su caparaz¨®n. O como un hombre torturado en un combate interminable con la fe, inmerso en algo parecido a un zapateado horizontal. En este escenario cargado de historia y religiosidad, el eco de las dudas espirituales de su protagonista, hijo de testigos de Jehov¨¢ que mantiene una relaci¨®n intermitente con la fe, parece resonar con estruendo. ¡°Se me ha metido una misa sin quererlo¡±, bromea Galv¨¢n. ¡°Es algo que vino subliminalmente. El Palacio de los Papas se infiltr¨® en la obra, sin que yo lo quisiera. Me ha salido una conversaci¨®n con los hombres, pero tambi¨¦n con Dios¡±.
Hay en esta fiesta algo parecido a un canto f¨²nebre. Contiene la ira provocada por la p¨¦rdida y el sufrimiento que es propio del luto. Tambi¨¦n la promesa de un renacimiento. ¡°Todas mis obras hasta la fecha han hablado de la muerte. Pero he sudado la muerte bailando. Me he desprendido de mis miedos personales y religiosos. Ahora se abren nuevas puertas. Estoy en un blanco, como entre dos mundos¡±, confirma el bailaor y core¨®grafo. Nueve bailarines y m¨²sicos protagonizan esta celebraci¨®n dionisiaca, donde el cante brota de quejidos, bramidos y sonidos guturales. Entre ellos est¨¢n el cantaor Ni?o de Elche, los bailaores El Junco y Ram¨®n Mart¨ªnez ¨Cque salen vestidos con sendas camisetas del Betis¨C o la veterana Uchi, a la que la prensa francesa ha definido como ¡°una abuela de manos ¨¢giles¡±. Tambi¨¦n otros artistas surgidos de horizontes m¨¢s lejanos, como la tunecina Alia Sellami o la japonesa Minato Seki, maestra de la danza buto. Interpretan a personajes amorfos y monstruosos, como salidos de un lienzo de Goya, pero se dan garrotazos contra s¨ª mismos, m¨¢s que los unos a los otros. Su fiesta es un exorcismo anguloso e imperfecto que, por momentos, roza un tremendismo algo gratuito. Pero tambi¨¦n tiene el m¨¦rito de estar intensamente vivo.
Galv¨¢n lleva dos d¨¦cadas acostumbrado a molestar. Su debut, Las zapatillas rojas, provoc¨® insultos y acusaciones de sacrilegio, por no respetar una herencia intocable. ¡°Hace veinte a?os decid¨ª ser libre. No me interesaba bailar bien, sino tener un lenguaje propio¡±, explica el interesado. Entiende el flamenco como una revoluci¨®n continua. ¡°Los comienzos de Enrique Morente tambi¨¦n debieron de ser duros, y hoy los j¨®venes lo consideran casi un clasicista¡±, relativiza. Su paso por Avi?¨®n coincide con un boom del flamenco de autor ¨Co lo que Galv¨¢n llama ¡°flamenco en libertad¡±¨C en territorio franc¨¦s. Desde el inicio del verano, Antonio Canales ha actuado en Montpellier. El Barullo y Patricia Guerrero lo han hecho en el festival de flamenco de Mont-de-Marsan, en las Landas, y Roc¨ªo Molina en Aubagne, cerca de Marsella. Todos satisfacen los deseos de un p¨²blico sediento de ¡°ondas y descargas emocionales¡±, como sostiene Sandrine Rabassa, directora del festival de Mont-de-Marsan. Galv¨¢n considera que la recepci¨®n de sus propuestas es distinta en el extranjero. ¡°En Francia descubr¨ª el silencio. En Espa?a hay siempre un murmullo. El p¨²blico franc¨¦s ve en el flamenco una verdad. Aunque el resultado no sea perfecto, se percibe y se valora el hecho de que nos dejemos el alma en el escenario¡±, afirma el bailaor.
El fil¨®sofo e historiador del arte Georges Didi-Huberman le dedic¨® un libro en 2006, donde dec¨ªa detectar en su baile jondo algo parecido al ¡°nacimiento de una tragedia¡±. Le puso un t¨ªtulo po¨¦tico y terrible: El bailaor de las soledades. ¡°Cuando lo le¨ª, me ense?¨® cosas que no sab¨ªa de m¨ª mismo. Con el tiempo, me he dado cuenta de que todo lo que dec¨ªa era verdad¡±, responde Galv¨¢n. Tras colaborar con el core¨®grafo Akram Kahn en Torobaka, ahora comparte escenario con ocho personas a la vez. ?Para romper deliberadamente con esa soledad eterna? ¡°S¨ª. Cuando bailo soy un solitario. Y cuando vivo, tambi¨¦n. Pero he decidido romper ese ciclo. Ahora siento la necesidad de compartir con otra gente¡±, concluye. El ciclo de la muerte ha terminado. El de la vida podr¨ªa estar a la vuelta de la esquina.
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