Vivian Gornick, la feminista feroz
Pionera y maestra del ensayo personal, la escritora y cr¨ªtica volc¨® su talento en las potentes memorias ¡®Apegos feroces¡¯, al fin en espa?ol
Sostiene Vivian Gornick (Nueva York, 1935) que "toda obra literaria contiene tanto una situaci¨®n como una historia". En su antolog¨ªa sobre el subg¨¦nero del ensayo personal (The situation and the story) defiende que los m¨¢s importante para encontrar esa voz es saber qui¨¦n est¨¢ hablando y por qu¨¦ lo hace. La situaci¨®n, explica, es el contexto o circunstancia, a veces incluso la trama; mientras que la historia es la experiencia emocional que preocupa al autor, es decir, ¡°lo que uno ha venido a contar¡±. Ella lleg¨® en 1969 a la redacci¨®n del semanario alternativo The Village Voice dispuesta a narrar las sacudidas del feminismo radical. Su nuevo periodismo hablaba desde las barricadas del movimiento y, con atinada punter¨ªa, supo trasladar esa visi¨®n a la cr¨ªtica literaria. Aquello forma parte, irremediablemente, del ADN de esta autora, una de las voces m¨¢s destacadas de la segunda ola feminista de EE UU.
Gornick, sentada una ma?ana de finales de mayo en el despejado y soleado sal¨®n de su piso del West Village donde su gato dormita, cuenta que en aquella revoluci¨®n cultural se encuentra el germen de Apegos feroces (Sexto Piso en castellano; L'Altra en catal¨¢n). "El movimiento feminista de los a?os setenta ejerci¨® una gran influencia. Nos llev¨® a miles de mujeres a pensar c¨®mo nos hab¨ªamos convertido en lo que ¨¦ramos, y aquello nos condujo inmediatamente a nuestras madres. Fuimos las primeras en emprender esa b¨²squeda existencial y anal¨ªtica". El libro ¡ªque ahora se publica en espa?ol¡ª sali¨® originalmente en 1986 y pronto fue saludado como un cl¨¢sico, con el que su autora se convirti¨® en pionera y maestra de un g¨¦nero cuya influencia y popularidad hoy est¨¢n fuera de duda.
En Apegos feroces Gornick, visceral y cerebral, reconstruye su infancia en un bloque de viviendas de familias jud¨ªas en el Bronx junto a dos viudas: su madre, cuya temprana p¨¦rdida de su esposo la sume en un interminable y amargo duelo; y la despampanante vecina pelirroja Nettie, que al quedarse sola toma el camino contrario y encuentra en el sexo su coto de poder. Los recuerdos infantiles se intercalan con las furiosas discusiones que una Gornick adulta y su progenitora mantienen en sus paseos semanales por Manhattan, con la fuerza, la rabia y el feroz amor con el que una madre y una hija pueden hablarse.
Gornick viste esta ma?ana de negro. En su rostro de rasgos grandes, destaca la mirada inquieta de inmensos ojos azules que tienen algo de travieso, como su risa rotunda y recurrente. Advierte que un amigo, de visita esos d¨ªas en la ciudad, se unir¨¢ a la conversaci¨®n. ¡°Me hab¨ªa olvidado completamente de ti¡±, dice, y suelta una carcajada.
Pregunta.??C¨®mo arranc¨® Apegos feroces?
Respuesta.? Vi la relaci¨®n con mi madre como algo metaf¨®rico. Era literatura, algo sobre lo que escribir. Creo que fui la primera, desde luego en Nueva York, en intentar hacerlo. Buscar lo misterioso en lo familiar es de lo que trata la escritura, y lo cotidiano se convirti¨® en algo muy excitante. Al principio pens¨¦ que escrib¨ªa una historia bastante directa sobre mi madre y yo y Nettie. Luego entend¨ª que ten¨ªa muchos asuntos pendientes y no pod¨ªa contar el pasado desde el futuro, me atasqu¨¦. Un d¨ªa mi madre me cont¨® al tel¨¦fono algo que le hab¨ªa ocurrido en la calle, y al colgar me di cuenta de que quer¨ªa incluirlo en el libro. Ah¨ª encontr¨¦ la estructura, la idea de intercalar pasado y presente. Esas dos parejas, la mujer joven con su hija y la mujer mayor con su hija adulta, se encontrar¨ªan.
P.??Aquello fue la clave?
R.?Durante mucho tiempo no sab¨ªa qu¨¦ era exactamente lo que estaba escribiendo. Pensaba que el libro iba sobre c¨®mo me convert¨ª en mujer, y hay parte de eso, pero realmente de lo que trata es de que no pod¨ªa dejar a mi madre, porque yo me hab¨ªa convertido en mi madre.
P.??Qu¨¦ era lo que marcaba el rumbo?
R.?En la ¨²ltima escena estoy con mi madre y me dice: "?Por qu¨¦ no te vas? Nada te detiene". Yo estoy iluminada por la luz que entra por la ventana, medio fuera, medio dentro, en el marco de la puerta. Lo describ¨ª tal cual y entend¨ª que esa era la escena que iba a tratar de ganarme: iba a escribir para que ese intercambio quedase dramatizado. Nunca dej¨¦ de pensar que todo iba dirigido a exponer esa verdad: medio dentro, medio fuera; no puedo irme, no puedo quedarme. Aquello cambi¨® la manera en que encajaba la trama.
P.??Dej¨® mucho fuera?
R.?Lo m¨¢s complicado fue ser sucinta con el pasado. Los paseos eran f¨¢ciles, son como historias cortas. La gran escritora de quien he aprendido m¨¢s es Natalia Ginzburg, ella me ense?¨® a respetar la idea de la escritura compacta. Es dif¨ªcil decidir qu¨¦ dejas fuera. Pero hay que contar la historia de la forma m¨¢s destilada posible, porque ah¨ª reside su fuerza. Cuando escribes es complicado calibrar la proporci¨®n entre lo que est¨¢s contando y c¨®mo afecta al conjunto.
P.?Su hermano apenas aparece.
R.?Es una historia de mujeres con mujeres. No pensaba meter a ning¨²n hombre. En un momento dado, mi editor me dijo: "Ahora tienes que casarte". Y yo: "?Casarme? ?No pienso!". Pero acab¨¦ meti¨¦ndolo. De hecho, hab¨ªa tenido dos matrimonios, pero mi madre me pidi¨® que s¨®lo contara uno.
P.??Su madre sab¨ªa que estaba escribiendo ese libro?
R.?S¨ª, y no estaba contenta. Pero no rompi¨® conmigo.
P.?Ha hablado con frecuencia de las dudas que plagan su mundo. En Apegos, frente a su madre se desvanecen, solo hay certezas.
R.?Ella estaba llena de dudas y yo tambi¨¦n, pero juntas¡ En su presencia yo sab¨ªa qui¨¦n era.
P.??C¨®mo reaccion¨® al libro?
R.?Fui muy sincera desde el principio. Se qued¨® muy sorprendida, no lo comprend¨ªa. Peri¨®dicamente se enfadaba y me dec¨ªa: "?Ahora vas a escribir esto para que todo el mundo sepa que me odias?". Me dejaba paralizada, no pod¨ªa escribir durante d¨ªas, pero pasaba el tiempo y volv¨ªamos a lo de siempre, y yo recuperaba el sentido de lo que estaba haciendo. Me ayud¨® saber que no escrib¨ªa para despedazarla, acusarla o convertirme en una v¨ªctima. Narraba verdades duras, pero sab¨ªa que le iba a dar todo lo que ella ten¨ªa, su sabidur¨ªa, calidez, y tambi¨¦n lo que estaba mal. Cuando el libro se public¨® se enganch¨® a la fama e iba por Nueva York firm¨¢ndolo.
P.??Le gust¨®?
R.?Era como una ni?a, cambiaba de opini¨®n constantemente. Me dec¨ªa que hab¨ªa contado la verdad y, al d¨ªa siguiente, me acusaba de ponerla en rid¨ªculo. Pero estaba orgullosa.
P.??Fue mucha presi¨®n saber que pod¨ªa herirla?
R.?Los alumnos siempre preguntan c¨®mo se escribe sobre los que est¨¢n vivos y van a leerte. No hay una ¨²nica respuesta. O te sientes empujado a hacerlo porque sientes la necesidad o no. Si es tan doloroso y tienes tanto miedo no lo hagas. Porque una vez hecho, ?qu¨¦ puedo decir? La gente que ha servido de modelo para lo que has escrito tiene que vivir con ello.
P.?Una de las semillas de este libro fue el feminismo. ?En qu¨¦ punto est¨¢ hoy este movimiento en EE UU?
R.?Mi generaci¨®n fue la revolucionaria. Ten¨ªamos una excitaci¨®n, entusiasmo y energ¨ªa extraordinarios. La inteligencia de quienes ponen nombre a las cosas. ?ramos las anarquistas, que quer¨ªamos cargar contra todo: la familia, los hijos, todo. Despu¨¦s lleg¨® el trabajo duro, el cambio social. Hemos logrado mucho, pero cambiar el hubris de tantos siglos lleva tiempo. De alguna manera hemos hecho la revoluci¨®n, pero las cosas no terminan hasta que se acaban.
El amigo que Gornick esperaba, ha llegado y se ha sumado a la conversaci¨®n, sentado en una butaca frente a la escritora, con gorra de b¨¦isbol. Ella explica que ¨¦l es m¨¢s joven y conoce todas sus historias ¡ª"no voy a contar nada que ¨¦l no sepa", dice con cierta coqueter¨ªa la aguerrida feminista¡ª. ?l bromea y comenta que Gornick habla igual con amigos que con entrevistadores, y elogia su dicci¨®n de puntuaci¨®n perfecta. La escritora prosigue con cierta impaciencia y compara los avances de las mujeres con la lenta asimilaci¨®n de los jud¨ªos en Estados Unidos. "Con el feminismo siento que es lo mismo: estamos medio asimiladas". Implacable y aguda, Gornick se define como una "purista" que denuncia muchas acepciones actuales de este movimiento, incluidas las literarias, cargando, por ejemplo, contra las novelas de Elena Ferrante: "?Ella es la m¨¢s chapada a la antigua! No creo que sea feminista en absoluto, sino estrictamente neorrealista". Pero a la cr¨ªtica le gusta subrayar los avances de su causa. "Cuando era joven no recuerdo que las mujeres hablaran de tener una vida propia o ganarse la vida, la cuesti¨®n era casarse y tener hijos. Las chicas que como yo dec¨ªamos que aquello era un mundo de hombres y no lo aceptar¨ªamos, lo que quer¨ªamos decir es que tendr¨ªamos una aventura antes de casarnos y tener hijos. No hab¨ªa ninguna duda de que eso era el punto y final. Hoy no es as¨ª".
P. ?Tambi¨¦n la idea de feminismo ha sufrido cambios, convertida hoy en reclamo comercial para vender desde maquillaje a zapatos?
R. De manera bizarra esto es una muestra de su peculiar ¨¦xito. La palabra o el concepto de feminismo hace 25 a?os no habr¨ªa funcionado como reclamo publicitario. Pero cuando una mujer obtiene una c¨¢tedra o un puesto en la Corte Suprema ese branding no significa nada, lo que tiene significado es que est¨¦n ah¨ª. Todo est¨¢ ocurriendo al mismo tiempo.
P. ?Es una feliz sorpresa esta llegada al mercado de masas?
R. A mi no me sienta bien, no quiero ver a Ivanka Trump diciendo que es feminista, me chirr¨ªa. Pero esto no tiene m¨¢s peso que los hechos sobre el terreno; no es m¨¢s importante que la lucha diaria de miles de mujeres por conseguir lo que se merecen como seres humanos.
P. Habla de la segunda ola de feminismo como de la fase anarquista. ?Hubo violencia y autodestrucci¨®n?
R. A la gente que se siente frustrada por las limitaciones del camino que emprendimos le gusta mirar atr¨¢s y decir que as¨ª fue. Yo no lo creo. No se puede mantener vivo un movimiento activista m¨¢s de una d¨¦cada. Lo hicimos el tiempo que pudimos, el mundo no cambi¨® lo suficiente y nos disolvimos. El avance es lento. Tiempo despu¨¦s mujeres m¨¢s j¨®venes se me acercaban para reprocharme que a pesar de nuestras promesas sus maridos segu¨ªan sin ayudarlas. En primer lugar yo no era consciente de haberles prometido nada, pero en cualquier caso les tocaba luchar a ellas, individualmente. No volveremos al lugar donde est¨¢bamos hace 60 a?os, pero los prejuicios tardan en apagarse y hay retrocesos.
P.?Defiende en Apegos feroces que el amor no le vuelve a uno m¨¢s fuerte.
R.?David, ?puedes contestar? Mira, nos dijeron que era lo que ordenaba el mundo y no fue as¨ª. Yo, y muchos otros, llegamos a la conclusi¨®n de que el amor es necesario pero insuficiente para tener una vida, para entender qui¨¦n eres.
P.?En The End of the Novel of Love declara que el amor ha perdido tambi¨¦n su fuerza dram¨¢tica.
R.?No se puede usar como met¨¢fora, porque todos tenemos tanta experiencia que no podemos creer que el amor sea la salvaci¨®n.
P.??Y cu¨¢l es la met¨¢fora hoy?
R.?Ese lugar lo ocup¨® la naturaleza, luego la religi¨®n y m¨¢s adelante el amor durante 150 a?os. Mi conclusi¨®n es que hoy est¨¢ vac¨ªo. Todo lo que puedo hacer es ser la anarquista que dice: esto no es.
En una de las discusiones que describe en su libro, a prop¨®sito de unos vecinos, Gornick le dice a su anciana madre que incluso el amor filial hay que gan¨¢rselo. Aquello, recuerda la escritora, hizo llorar de risa a uno de sus editores de The Village Voice, "un t¨ªpico chico jud¨ªo", que grit¨® que eso era el colmo, totalmente hilarante. Y si el amor de un hijo no se puede dar por sentado, mucho menos el de un entrevistador. Algo de esto parece resonar cuando Gornick al d¨ªa siguiente de celebrarse la entrevista, que cort¨® apresuradamente, se ofrece a contestar m¨¢s preguntas por escrito en un correo titulado "Me siento culpable". Gornick gana.
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