Costumbrismo y m¨¢s all¨¢

Sobre Un esp¨ªritu burl¨®n de Noel Coward ¡ªobra teatral estrenada en 1941 y llevada al cine por David Lean en 1945¡ª siempre ha planeado una sospecha: su m¨¢s que evidente parecido con Un marido de ida y vuelta de Enrique Jardiel Poncela, estrenada en 1939, ?fue un puro azar o un flagrante caso de plagio? En la obra de Coward, un escritor requiere los servicios de una m¨¦dium con el fin de recabar informaci¨®n para su pr¨®ximo libro y, como consecuencia indeseada de la sesi¨®n espiritista, se manifiesta el espectro de su antigua esposa, dispuesta a recuperar a su amor y, de paso, destrozarle el matrimonio. En Un marido de ida y vuelta, una muerte s¨²bita en una fiesta de disfraces propicia que, en ese caso, el espectro empe?ado en reconquistar a su amor comparezca en extempor¨¢neo traje de torero. Como si hubiera amasado la energ¨ªa ectopl¨¢smica que fue de Jardiel a Coward y la hubiese aderezado con las recurrentes incursiones en lo m¨¢gico, hipnosis mediante, de las comedias de Woody Allen, Pablo Berger propone en Abracadabra algo que, a primera vista, puede sonar a arbitraria excentricidad, pero que merece reivindicarse como en¨¦rgica puesta al d¨ªa del legado de esa Otra Generaci¨®n del 27 que propuso que observaci¨®n costumbrista y vuelo imaginativo no eran necesariamente dos estrategias re?idas. Abracadabra tiene algo de elegante comedia sobrenatural brit¨¢nica, pero, al mismo tiempo, no ser¨ªa m¨¢s castiza si en ella se escuchasen las psicofon¨ªas de un millar de toreros muertos.

En el tercer largometraje de Berger, un modesto n¨²mero de hipnosis ejecutado, durante una celebraci¨®n de boda, por un desastrado pariente convierte a un espa?ol¨ªsimo marido indeseable en su reverso, ante los perplejos ojos de una castigada esposa de clase media. La pel¨ªcula tiene que bregar con el peso de la excelencia de la precedente, impecable Blancanieves (2012), pero tambi¨¦n refuerza la coherencia de una concisa carrera que no ha dejado de preguntarse sobre los claroscuros de la espa?olidad desde su fundacional corto Mama (1988). En este universo de salones de boda, misterios de barrio, dentistas con misterio, profesionales de la construcci¨®n y partidos de f¨²tbol escuchados en plena misa, Berger nunca mira por encima del hombro a sus personajes. Y lo m¨¢s importante: cada corte de plano, cada encuadre parecen minuciosamente pensados en una pel¨ªcula que, bajo su voluntad de juego, elige ser una pertinente historia de emancipaci¨®n en un infierno cipotudo.