La bas¨ªlica del capo Renatino
La iglesia de San Apolinar alberg¨® hasta 2012 la tumba de uno los jefes de la Banda della Magliana, involucrado en casi todas las conspiraciones de la Italia reciente
-?Qui¨¦n? No, ya no est¨¢ aqu¨ª. Y haga el favor de marcharse, esto es algo muy serio. Roma ha borrado ese nombre de su memoria. As¨ª que... buenos d¨ªas.
-Pero, ?se lo han llevado?
-Yo no he dicho eso. Hable con la polic¨ªa y l¨¢rguese. Aqu¨ª no es bienvenido.
El alterado funcionario del cementerio de Prima Porta, al norte de Roma, zanja en dos segundos la espera de una hora en las oficinas funerarias. Y tiene raz¨®n, el cad¨¢ver ya no est¨¢ aqu¨ª. Pero se equivoca en algo: ning¨²n romano ha borrado de su memoria el nombre de Enrico de Pedis, uno de los tres capos de la Banda della Magliana, el grupo criminal surgido a finales de los 70 y alrededor del cual orbitaron la mayor¨ªa de cr¨ªmenes, misterios y conspiraciones de la Italia reciente. Y eso es mucho decir. El nombre de Renatino, como se le conoc¨ªa realmente, plane¨® sobre el secuestro de la ni?a Emanuela Orlandi y el de Aldo Moro, la famosa lista de la logia secreta P2, el atentado de Bolonia, los esc¨¢ndalos del Banco Ambrosiano y hasta la g¨¦nesis de la ¨²ltima gran historia criminal de Roma: Mafia Capitale. Dif¨ªcil olvidarle.
A Renatino [Dandi si han visto la serie Roma criminal] lo cosieron a balazos a plena luz del d¨ªa en el n¨²mero 66 de la calle del Pellegrino, entre la Piazza Navona y el Campo de¡¯ Fiori. 20 a?os dirigiendo el grupo criminal m¨¢s parecido a una mafia que tuvo Roma dan para desayunar con enemigos cada ma?ana. Pero aquel 2 de febrero de 1990 el fuego vino de dentro. Hartos de su arrogancia y de verle amasar una fortuna sin repartir un c¨¦ntimo, los ¨²ltimos miembros de su banda decidieron tenderle una trampa y limpiarle el forro cerca de su casa (ventana con ventana, por cierto, con la del primer ministro Giulio Andreotti). La emboscada la ejecutaron 8 personas, pero solo llegaron vivos al juicio Angelo Angelotti y Marcello Colafigli. El resto, eran a?os de plomo y morgue, muri¨® en otras reyertas.
Renatino, un tipo elegante y previsor que gastaba parte de su fortuna en trajes caros y autom¨®viles, se concedi¨® un capricho final antes de reunirse con sus antepasados. Un rapto de fe le empuj¨® en sus ¨²ltimos d¨ªas a desembolsar generosas sumas para la Bas¨ªlica de San Apolinar, una peque?a y recoleta iglesia junto a la Piazza Navona fundada por el papa Adriano en torno al a?o 780. Su rector, monse?or Piero Vergari, con quien De Pedis hab¨ªa trabado toda la amistad a la que pueden llegar un cura y un mafioso, acept¨® un donativo p¨®stumo que le entreg¨® en mano su viuda y gran amor, Carla Di Giovanni. 450.000 euros que sirvieron para terminar de pagar los plazos de una bonita tumba en la cripta de la bas¨ªlica. Un exclusivo reposo eterno que pas¨® a compartir con Giacomo Carissimi, compositor de m¨²sica barroca y maestro de la bas¨ªlica, a quien se dio sepultura en 1674; y con monse?or Antonio Palombi, nada menos que secretario personal del papa Pio VI (1785).
En las bas¨ªlicas romanas solo suele enterrarse, si lo piden, a los cardenales que la tienen asignada por el Papa. As¨ª que Vergari, un sinuoso cura imputado luego por el asunto, tuvo que esperar la aprobaci¨®n del vicario de la ciudad y entonces presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Ugo Poletti. El documento que dio cobertura legal al ins¨®lito entierro le encumbr¨® para la historia como ¡°un gran benefactor de los pobres que frecuentaban la bas¨ªlica¡± y ¡°ayudaba a los j¨®venes¡±. Los fajos de la viuda pusieron m¨²sica a la letra y peri¨®dicamente, seg¨²n recuerdan hoy quienes vivieron aquello, fue a visitarle. Un esc¨¢ndalo, claro. Pero Italia era entonces una turbulenta naci¨®n en la que Andreotti, su primer ministro, se besaba con el capo de la Mafia, los banqueros de Dios aparec¨ªan suicidados, a Pasolini se lo hab¨ªa cargado un chapero que nunca dijo la verdad y la Rep¨²blica apuraba sus ¨²ltimos d¨ªas de pillaje a las puertas del proceso de corrupci¨®n Mani Pulite. As¨ª que el l¨ªo de Renatino, como tantos otros en aquellos a?os de avaricia, pas¨® m¨¢s o menos desapercibido.
El problema, o m¨¢s bien el mayor problema, lleg¨® durante la transmisi¨®n en Rai3 de Chi l¡¯ha visto, un programa parecido a Qui¨¦n sabe d¨®nde. De repente, una voz an¨®nima interrumpi¨® 14 a?os de silencio.
¡ªPara saber m¨¢s sobre Emanuela, mirad en la tumba de De Pedis y averiguad el favor que le hizo al cardenal Poletti.
Emanuela Orlandi, 15 a?os, hija de un funcionario del Vaticano que trabajaba directamente con el Papa, desapareci¨® el 22 de junio de 1983 cuando sal¨ªa de su clase de flauta. ?Saben d¨®nde? En el edificio pegado a la bas¨ªlica de San Apolinar. El caso Orlandi, de quien hasta Ali Agca, el turco que intent¨® asesinar al Juan Pablo II, asegur¨® tener informaci¨®n, form¨® un remolino de podredumbre en el desag¨¹e de la cloaca italiana que termin¨® salpicando al Vaticano, a los servicios secretos y, como no, a Renatino. Lo confirm¨® Sabrina Minardi, la ex prostituta del Trastevere convertida en amante de De Pedis durante 10 a?os. Y pod¨ªa ser cierto, no era cualquiera. Roma y sus conspiraciones conformaban entonces un c¨ªrculo tan reducido, que hasta ella misma dijo que Roberto Calvi, el banquero de Dios asesinado en Londres, hab¨ªa pasado por su alcoba.
La Minardi, esposa tambi¨¦n del m¨ªtico delantero centro del Lazio Bruno Giordano, aport¨® pistas del secuestro y se?al¨® directamente a su examante. Seg¨²n ella, a la ni?a la hab¨ªa secuestrado y asesinado Renatino. Adem¨¢s, dio modelo y matr¨ªcula del BMW con la que la hab¨ªa transportado, que 18 a?os despu¨¦s apareci¨® donde dec¨ªa y, para colmo, hab¨ªa pertenecido a un empresario relacionado con el Banco Ambrosiano.
La familia de la desaparecida redobl¨® la presi¨®n y al cabo de unos a?os, el 14 de mayo de 2012, rodeada del mayor circo medi¨¢tico que se recuerda en el centro de Roma, la polic¨ªa cient¨ªfica abri¨® un sarc¨®fago de m¨¢rmol intentantdo cerrar una parte de la historia de Italia. Y ah¨ª estaba Renatino. ?l y centenares de huesos de cad¨¢veres que se remontaban a una fosa del siglo XVIII y que tuvieron que archivar uno a uno en 400 cajas durante varios d¨ªas. Pero de la ni?a Orlandi, como hab¨ªa insinuado aquella misteriosa voz que algunos corrieron a relacionar con el poderoso cardenal y ex presidente del Banco Vaticano, Paul Marcinkus, nunca hubo ni rastro.
As¨ª de accidentadas transcurrieron las ¨²ltimas horas de Enrico de Pedis en la bas¨ªlica San Apolinar, hoy una tranquila iglesia que abre de vez en cuando y gestiona una prestigiosa universidad pontificia. El capo fue trasladado al cementerio de Prima Porta, pero como sostiene el exaltado funcionario, tambi¨¦n se march¨® de ah¨ª. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas se perdieron en el mar junto a la piedra Rosetta de la mayor¨ªa de misterios de la cr¨®nica negra italiana. O, al menos, eso dice la versi¨®n oficial.
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