Demonios, Elvis Presley est¨¢ muerto
Fans de todo el mundo visitan Memphis en el 40 aniversario de la desaparici¨®n del Rey
Sof¨¢ mullido en herradura, cojines blancos y amarillos, ambiente de rinc¨®n de discoteca setentera a media luz. Un simp¨¢tico mono de porcelana en la mesilla. Y los tres antiguos televisores, para ver tres cap¨ªtulos a la vez. El obsesivo visitante de 2017, piensa: qu¨¦ maravilloso, qu¨¦ envidiable ser¨ªa poder ver Juego de Tronos en la salita de TV de Elvis Presley.
Pero no se puede. Es un museo. Podr¨ªa hacerlo su due?o, Elvis La Pelvis, si estuviera vivo, pero el pr¨ªncipe de Graceland, el rey del rock¡¯n¡¯roll, el bienamado novio de Am¨¦rica, est¨¢ muerto.
Demonios. Elvis est¨¢ muerto.
Desde el 16 de agosto de 1977. Si no te lo crees, ve a Memphis, c¨®mprate por 25 d¨®lares la edici¨®n especial del Memphis Press-Scimitar del 17 de agosto de 1977 y repite, lento, su sereno y majestuoso titular: A Lonely Life Ends on Elvis Presley Boulevard.
Aquel d¨ªa, en su casa colindante con Graceland, Sara Erwin, 76 a?os, pas¨® horas contemplando desde la ventana su propio jard¨ªn repleto de ¡°miles de extra?os¡±. Los adoradores de Elvis rodeaban la mansi¨®n.
La se?ora Erwin lo conoci¨® desde que compr¨® Graceland en 1957. Era una ni?a. A veces Elvis paseaba en tractor. La finca a¨²n no ten¨ªa vallas y los ni?os del barrio corr¨ªan a perseguir al rockero campesino. ¡°Era tan guapo¡±, recuerda, ¡°y nos dejaba subir al tractor¡±. Todo cambiaba cuando aparec¨ªan las fans arrebatadas y el adonis de Tupelo (Misisipi) apuraba el tractor para escapar.
Esta semana, Memphis es un cofre abierto de historias de seres humanos peculiares unidos por el im¨¢n de la nostalgia por Elvis. En Sun Studio, donde grab¨® su primera canci¨®n en 1954, That¡¯s all right, una mujer pelirroja tomaba fotos de la fachada. Viaj¨® desde Polonia con su hija. Es conductora de tranv¨ªa en Varsovia y tiene nueve tatuajes de Elvis sobre su piel blanca de Europa del Este. Uno en el pecho izquierdo que muestra con desembarazo retir¨¢ndose el sost¨¦n. Teresa Rek tiene 48 a?os. Cuando empez¨® a escuchar al Rey viv¨ªa en un pa¨ªs enemigo de Estados Unidos. No fue un obst¨¢culo: ¡°Yo me enamor¨¦ de Elvis siendo una ni?a comunista¡±.
El Sun Studio es aristocracia del rock. En su vieja fachada de ladrillo, una enorma guitarra Gibson. Su ingeniero de sonido, Ples Hampton, 34 a?os, sale a la calle a fumar un cigarro y a dar su visi¨®n sobre el significado de Elvis en la historia de la m¨²sica: ¡°Cuando empez¨® a cantar aqu¨ª, el rock¡®n¡¯roll era una expresi¨®n de arte popular fuera de la corriente mayoritaria, b¨¢sicamente limitado a los afroamericanos. Elvis lo llev¨® a las masas¡±. Dentro del estudio se suced¨ªan los recorridos guiados. La gu¨ªa Mar¨ªa relataba las influencias de Elvis, sobre todo m¨²sicos negros de talento natural como The Prisonaires, unos presidiarios de la penitenciar¨ªa de Tennessee a los que el gobernador indult¨® por un maravilloso hit compuesto en la trena titulado Just walkin¡¯ in the rain. M¨¢s tarde, un taxista negro de 72 a?os, Sterling Jeter, admirador de B. B. King, Muddy Waters y Marc Gasol (p¨ªvot de los Memphis Grizzlies), reconoc¨ªa a Elvis como ¡°uno de los nuestros. Un blanquito con voz de negro¡±.
Elvis contaba con millones de personas que dar¨ªan su piel por ¨¦l. Pero se sent¨ªa solo, sobre todo porque su madre, Gladys, se le hab¨ªa ido, en 1958. Elvis Aaron Presley era un semidi¨®s. Pero sobre todo era un ni?o de pueblo, hijo ¨²nico, que quer¨ªa a su madre. Un d¨ªa vio con ella una pel¨ªcula en la que acababa abatido a balazos. Gladys se puso a llorar. ¡°No quiero que te maten ni en las pel¨ªculas¡±, dijo la mujer.
Y sin embargo, los creyentes siguen queriendo salvarlo de su solitario desenlace, de su desmoronamiento final en un cuarto de ba?o de su mansi¨®n. A base, ellos, de peinarse tup¨¦s, dejarse patillas, caminar como rockabillies; de lucir, ellas, bolsos, pendientes y blusas con su celeb¨¦rrimo rostro estampado, conf¨ªan en la resurrecci¨®n. Memphis espera alrededor de cien mil elvismaniacos esta semana. Algunos est¨¢n molestos porque este a?o, por primera vez, se ha cobrado (28 d¨®lares) por poder entrar a la vigilia desde ayer al anochecer hasta el alba en Graceland.
Los fans est¨¢n en todos los puntos de la ciudad relacionados con el mito. Como el restaurante Arcade, fundado en 1919 e incluido en el registro nacional de Lugares Hist¨®ricos, con su precioso ne¨®n exterior, donde la rubia camarera te sugiere el pastoso s¨¢ndwich que sol¨ªa elegir el int¨¦rprete de Hound Dog: ¡°?Crema de cacahuete con pl¨¢tano frito, se?or!¡±.
En la mesa donde se sentaba Elvis come una familia espa?ola. Raquel ?lvarez, una ni?a de 12 a?os a la que Elvis le suena demasiado antiguo, su padre, Jorge ?lvarez, de 54, y su madre, Esther Calpena, de 50, que rememora c¨®mo en los preparativos de su enlace nupcial le dijo al cura: ¡°Don Ram¨®n, le tengo que pedir una cosa: quiero escuchar m¨²sica g¨®spel de Elvis el d¨ªa de mi boda¡±.
En Graceland, junto al jet privado de Elvis, bautizado con el nombre de su hija Lisa Marie, el puertorrique?o de 64 a?os Pedro G¨®mez posa vestido como su ¨ªdolo. As¨ª luce cada d¨ªa desde hace una d¨¦cada. Es electricista. Afirma que su aspecto no interfiere en su trabajo. ¡°Al contrario: los clientes est¨¢n encantados con mi aspecto y mis instalaciones el¨¦ctricas son impecables¡±.
En la mansi¨®n todo sigue como lo dej¨® El Rey. El Jard¨ªn de la Meditaci¨®n, donde reposan sus restos, el frigor¨ªfico para sus ataques de hambre, la sala de billar con el cortinaje multicolor, la escalera hacia el s¨®tano entre espejos, el sal¨®n con tallas africanas. La gente desfila asombrada por los pasillos de Graceland. Una mansi¨®n de ensue?o, pero tambi¨¦n una pesadilla cargada de toneladas de fama: 42 a?os, pronto para morir. Se necesitaron 100 furgonetas para retirar las coronas de flores.
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