La mirgaman¨ªa se consolida
Mirga Grazinyte-Tyla encabeza una potente generaci¨®n de directoras
En la tienda del Royal Albert Hall puede comprarse un curioso souvenir que representa al t¨ªpico director de orquesta. Un hombre barbado, con cara seria y mediana edad, que viste de frac y porta una batuta. Recuerda a Henry Wood, el director que fund¨® los Proms, aunque responde claramente al famoso estereotipo de El¨ªas Canetti; esa ¡°cuesti¨®n de poder¡± que cincel¨® a partir de Hermann Scherchen en El juego de ojos. Pero la emergente generaci¨®n de directoras de orquesta est¨¢ cambiando las cosas. Y los Proms 2017 son una buena muestra de ello.
En esta edici¨®n del prestigioso festival de la BBC est¨¢n participando hasta seis directoras de orquesta. Tres a destacar: la china-estadounidense Xian Zhang, que dirigi¨® el pasado 30 de julio la Novena, de Beethoven, a la BBC Nacional de Gales; la norteamericana Karina Canellakis, que el pr¨®ximo 5 de septiembre se pondr¨¢ al frente de la BBC Symphony con la Octava de Dvorak en los atriles. Pero el concierto m¨¢s esperado este a?o en los Proms era el regreso de la lituana Mirga Grazinyte-Tyla al frente de la City of Birmingham (CBSO) tras su primera temporada como titular. El programa que dirigi¨® el 21 de agosto fue un interesante ejercicio de contrastes y conexiones. Contrastes por confrontar a Beethoven con Stravinski en la primera parte y con un estreno absoluto de Gerald Barry en la segunda. Y conexiones por proponer su relaci¨®n con el compositor ruso como revolucionario o con el irland¨¦s como pol¨ªtico al basarse incluso en el Coro de los Prisioneros de la ¨®pera Fidelio. Canad¨¢, de Barry, dispone de una teatral parte para el tenor Allan Clayton, y result¨® ingeniosa y divertida. En el Concierto para viol¨ªn, de Stravinski, Mirga buce¨® con tino dentro de su instrumentaci¨®n, aunque se top¨® con el virtuosismo descollante de la violinista norteamericana Leila Josefowicz, que redonde¨® su actuaci¨®n con una propina de Esa-Pekka Salonen.
Lo mejor fue la obertura Leonora III y la Quinta sinfon¨ªa, de Beethoven, que Mirga dirigi¨® sin partitura ni batuta, tratando de inocular una energ¨ªa, preciosismo e intensidad sorprendentes en los m¨²sicos de la CBSO. Fueron dos lecturas tintadas de historicismo, pero tan reveladoras como arriesgadas. Le funcion¨® mucho mejor la sinfon¨ªa que la obertura. La lituana dispone de su propia narrativa para la archiconocida sinfon¨ªa: un primer movimiento pintado como imponente p¨®rtico, el segundo, vertido como funcional intermedio y toda la intensidad en las conexiones entre los dos ¨²ltimos movimientos; la transici¨®n de uno a otro fue quiz¨¢ lo mejor de la noche.
La directora apuesta por la personalidad e individualidad de sus m¨²sicos, tal como demostr¨® en el Aria de la Suite en Re, de Bach, como propina. Su estereotipo tiene mucho m¨¢s que ver con la comunicaci¨®n que con el poder. La mirgaman¨ªa se consolida en los Proms y ya tardan en dise?ar un nuevo souvenir en la tienda del Royal Albert Hall.
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