Alberto Aguilera est¨¢ muerto, que viva Juan Gabriel
Un recorrido por la noche de Ciudad Ju¨¢rez y El Paso (Texas), donde la leyenda del artista mexicano fallecido hace un a?o sigue viva
Una joven menuda aprieta el paso por una de las oscuras calles del centro de Ciudad Ju¨¢rez. Es la ¨²nica alma que deambula por sus aceras, desoladas. Si uno no supiera que se encuentra en la que fuera hace a?os la localidad m¨¢s peligrosa del mundo ¡ª3.000 homicidios en 2010¡ª, podr¨ªa pensar que es un lugar aburrido, un pueblo fantasma. Pero en cualquier momento, en cualquier esquina, puede pasarle lo peor, en su mente est¨¢n grabadas las Muertas de Ju¨¢rez, y aunque grite, no servir¨¢ de nada. En las casas aleda?as ya no hay nadie, la violencia expuls¨® a los vivos. As¨ª es el Ju¨¢rez de hoy, mejor que el de hace 10 a?os, pero nunca como antes. Muy cerca de ah¨ª hay una calle que conserva las huellas de otro tiempo, aquel del carm¨ªn, luces de ne¨®n y glamour. En ese pedazo de asfalto sigue vivo Juan Gabriel.
Cuesta imaginarse la avenida Ju¨¢rez como un "Las Vegas chiquito". Por esta calle, que desemboca directamente en Estados Unidos, concretamente en El Paso (Texas), cruzaban los soldados estadounidenses para beber y bailar poco antes de ser enviados a la guerra de Vietnam. Sus locales, abiertos las 24 horas, se entregaban para satisfacer las necesidades de aquellos que ven¨ªan a disfrutar las ¨²ltimas noches de sus vidas. Y hab¨ªa rock and roll, hab¨ªa jazz, pero tambi¨¦n hab¨ªa mariachis.
A este rinc¨®n lleg¨® Alberto Aguilera Valadez (Par¨¢cuaro, Michoac¨¢n, 1950) cuando era solo un ni?o. Y ah¨ª naci¨® Ad¨¢n Luna primero, y despu¨¦s Juan Gabriel, su nombre art¨ªstico definitivo. Un cantante y compositor precoz que logr¨® tocar el alma mexicana como muy pocos en su historia. Y no fue f¨¢cil. Su presencia felina, con ademanes delicados, vaporosas camisas, le hac¨ªan el candidato perfecto para estrellarse contra el muro de los prejuicios, en un pa¨ªs de canciones de pelo en pecho, de bigote negro y espeso, de "machos". Por encima de todo aquello, Juan Gabriel hizo de s¨ª mismo un sentimiento compartido, un espejo donde todo M¨¦xico se reconoc¨ªa. Despu¨¦s, lo har¨ªa en Am¨¦rica Latina.
En esta ciudad fronteriza, que pas¨® de ser un rinc¨®n cosmopolita a golpe de d¨®lar hasta una localidad cercada por el terror de la narcoviolencia, se cre¨® la leyenda de Juan Gabriel. Un a?o despu¨¦s de su muerte en Santa M¨®nica (California) a los 66 a?os, las calles que quedan y aquellos que lo vieron crecer reviven su historia.
La noche triste y La Meche
Por una de las calles del centro camina fatigada La Meche, Mercedes ?lvarez. Se sienta sola a descansar en uno de los pocos bancos que encuentra en su camino. Y se niega a hablar "de gratis" de su amigo de la juventud, Alberto. Los que los vieron juntos cuentan que Aguilera, que se hab¨ªa escapado del orfanato donde fue abandonado por su madre, se quedaba a dormir con ella en el Hotel Ritz, ubicado entonces en la avenida Ju¨¢rez. ?lvarez era una de esas mujeres de la noche juarense, bailarina de cabaret seg¨²n la versi¨®n oficial. Hoy, cuenta, est¨¢ quebrada, aquejada por los dolores de rodillas y columna. Las arrugas del tiempo no logran esconder la mujer atractiva que un d¨ªa fue, pero aquel rostro se ha vuelto duro: "Cuento lo que quieran si me dan una lana. Oiga, una no vive del aire". A unas calles de ah¨ª, se ubica La noche triste, un tramo del centro donde desaparecieron la mayor¨ªa de chicas en los peores tiempos de feminicidios de Ciudad Ju¨¢rez.
Los Bencomo y el Noa Noa
El empresario David Bencomo habla orgulloso del bar que fund¨® su padre, el Noa Noa, t¨ªtulo tambi¨¦n de una de las canciones m¨¢s coreadas de Juan Gabriel y nombre de su pel¨ªcula autobiogr¨¢fica. "Un lugar de ambiente / donde todo es diferente", reza el tema. El local ya no existe, se incendi¨® en 2004 y el heredero se encuentra en plena batalla legal por el nombre, quiere abrir uno como el original y, a un a?o de la muerte del artista, se encuentra en plena promoci¨®n. Una lona gigante en plena avenida Ju¨¢rez anuncia su apertura "pr¨®ximamente", ¨¦l precisa que ser¨¢ en dos meses.
"?l fue un muchacho de la calle, lo dice en sus canciones. Los de Ju¨¢rez de aquella generaci¨®n ten¨ªamos algo de eso y aquello nos marc¨®. Todos estamos estamos frente a una copa de vino", cuenta Bencomo. Recuerda a Aguilera cancelando una cita en China solo por quedarse a charlar con un cantante local en una de las mesas del Noa Noa, que se llam¨® as¨ª en honor a la esposa de un Sha de Ir¨¢n de la ¨¦poca. El nombre se repite porque el local antes se llamaba R¨ªo Bar y necesitaban seis letras para completar el cartel, recuerda Bencomo.
El Don F¨¦lix y el cantinero
A unas cuadras del lugar donde se encontraba el Noa Noa, est¨¢ la cantina Don F¨¦lix. Sobre la barra hay una foto de 1979 de una noche que Arnulfo G¨®mez Vargas, de 72 a?os, due?o y fundador del lugar, no olvidar¨¢ nunca. En la imagen se observa a un Juan Gabriel muy joven, sentado en una de las mesas del lugar junto al cantinero Felipe, el ¨²nico de los camareros que se atrevi¨® a pedirle un retrato. Hoy muchos visitantes se acercan a este bar, que es incapaz de aplacar el olor a alcantarilla, solo por pisar el mismo suelo que su ¨ªdolo.
"Ju¨¢rez era una ciudad cosmopolita, mucho m¨¢s abierta que el resto del pa¨ªs, pero le toc¨® sufrir mucha discriminaci¨®n homof¨®bica. Precisamente a esta zona era donde ven¨ªan la mayor¨ªa de gais. El Noa Noa, por ejemplo, era heterosexual hasta las dos o tres de la madrugada, entonces, se transformaba con puros hombres hasta las 10 de la ma?ana", recuerda G¨®mez.
El refugio gringo de?Vavy Lozano
Al cruzar el puente al que desemboca la avenida Ju¨¢rez se encuentra ya El Paso (Texas). Y en un estudio de grabaci¨®n alejado de todo, entre trailers acomodados como viviendas fijas, se refugia de los focos Luis Vavy Lozano. Quien fuera uno de los amigos m¨¢s cercanos del artista, desmiente algunos de los mitos generados alrededor del Divo de Ju¨¢rez. "?l nunca cant¨® en el Noa Noa, eso no es cierto, se lo inventaron despu¨¦s", apunta decidido. Hijo de la famosa cantante local de la ¨¦poca, Ana Lilia Arellano, insiste en que fue ella quien lo impuls¨® al estrellato, quien le hizo su primera prueba de canto y quien confi¨® en ¨¦l cuando nadie lo hac¨ªa. A ella recurri¨® Aguilera cuando sali¨® de la c¨¢rcel de Ciudad de M¨¦xico, detenido por un supuesto robo, que nunca se comprob¨®. Y los tres viajaron juntos por el pa¨ªs. Vavy produjo la mayor parte de sus canciones y el disco que grabaron de la mano de Roc¨ªo D¨²rcal. "Yo soy la m¨²sica de Juan Gabriel, ¨¦l pon¨ªa su voz, pero los arreglos y todo lo dem¨¢s lo hice yo", se?ala Lozano queri¨¦ndose reivindicar frente a una parte de la historia que lo ha olvidado.
El "int¨¦rprete" de Juan Gabriel
En un restaurante de mariscos de El Paso, desde donde se ve la frontera y Ju¨¢rez iluminada en el horizonte, Hugo Cort¨¦s se desliza delicadamente junto a un peque?o escenario. Se describe a s¨ª mismo como "el int¨¦rprete" de Juan Gabriel, porque llamarse imitador podr¨ªa ensuciar el nombre del Divo. Sus gestos, su voz aterciopelada a veces y rasgada otras, recuerdan como pocos a Juan Gabriel en sus mejores a?os. Acompa?ado de su esposa Lily, recorren el pa¨ªs y la frontera en una caravana acomodada como camerino. Ah¨ª guardan como un tesoro unos botines de gamuza que us¨® el mismo Juan Gabriel vestido de charro en un concierto que dio junto a Roc¨ªo D¨²rcal en el Teatro Degollado de Guadalajara en 1997. Una amiga cercana a Aguilera, cuando lo vio actuar, se los regal¨®. Cort¨¦s los usar¨¢ en un homenaje por el aniversario de la muerte del artista. "Juan Gabriel nos dijo que deb¨ªamos sentirnos orgullosos de ser como somos. Nos ense?¨® a respetarlo y a admirarlo como ¨¦l era", cuenta al terminar el show,
Sobre la avenida 16 de septiembre de Ciudad Ju¨¢rez se encuentra la enorme casa que Aguilera compr¨® para su madre, una mujer humilde que dedic¨® casi toda su vida a limpiar las mansiones de los ricos. En las rejas de la entrada est¨¢n sus manos grabadas sobre el yeso, coronadas por ramos de flores y fotos de un Juan Gabriel plet¨®rico. Cuando anochece, la fachada blanca e impoluta del Divo parece lo ¨²nico que ha sobrevivido a los a?os m¨¢s duros de Ju¨¢rez. La ¨²nica alma que, muerta, da vida a la calle.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.