¡°A Juan Gabriel le debo hasta la comida que como¡±
Ciudad de M¨¦xico homenajea al gran ¨ªdolo popular en el primer aniversario de su muerte
Era una feria del chile en un pueblito del Estado de M¨¦xico y cuando sali¨® a cantar los parroquianos agarraron lo primero que ten¨ªan a mano: chiles en vinagre. Los arrojaron sobre su traje azul turquesa, aullaron, le llamaron puto, joto, pu?al. Era 1998 y Juan Gabriel llevaba ya dos d¨¦cadas arrasando en la canci¨®n mexicana y levantando a su alrededor un estado de excepci¨®n en la homofobia. Pero subido a aquel escenario no estaba Juan Gabriel, sino Javier Lavat, un imitador de Juan Gabriel.
¡°Cuando vi la serie de su vida y supe que a ¨¦l tambi¨¦n le tiraron botellas en sus primeros conciertos me sent¨ª a¨²n m¨¢s identificado¡±, dec¨ªa este lunes, justo un a?o despu¨¦s de la muerte del ¨²ltimo gran ¨ªdolo popular mexicano. ¡°Yo a Juan Gabriel le debo hasta la comida que como y las medicinas de mam¨¢, que es diab¨¦tica¡±, contin¨²a Lavat, que para el aniversario ha elegido un traje rojo con lentejuelas y rosas bordadas en el pecho y en la espalda. ¡°A mi Juan Gabriel me salv¨® la vida¡±.
?44 a?os y 26 de sosias juagabrielero, Lavat cuenta que Tres claveles y un rosal fue su epifan¨ªa. ¡°Yo era casi un ni?o y mi primer novio acababa de morir. Entonces escuch¨¦ aquella canci¨®n por la radio¡±:
Las puertas del pante¨®n, se abrieron de par en par,
Sepultaron a mi amor, jure, no volver a amar
Hasta la tumba llegue, donde hoy descansa en paz
Y en su tumba le deje, tres claveles y una rosa
¡°Llor¨¦ todo lo que no hab¨ªa llorado, saqu¨¦ todo lo que ten¨ªa dentro. Tuve muchos problemas sobre todo con mi padre, que al principio no aceptaba mi homosexualidad, pero decid¨ª dejar la universidad y dedicarme como oficio a ser imitador de Divo de Ju¨¢rez¡±. Hace unos meses Lavat fue nombrado el rey de la comunidad gay de Ecatepec, la dura barriada del Estado de M¨¦xico donde naci¨®. Al terminar la ceremonia, se quit¨® la corona y se la puso a su padre. ¡°Porque ¨¦l ha sido el que ha sufrido el bullying. Yo no, yo fui feliz, a m¨ª no mi afectaban los insultos, y eso tambi¨¦n me lo ense?¨® Juan Gabriel¡±.
En la plaza de Garibaldi, en el coraz¨®n mariachi de la ciudad, subido a un pedestal hay una estatua de bronce del artista, y a su alrededor revolotean y cantan sus canciones imitadores, seguidores y curiosos. Mario L¨®pez, psic¨®logo, 36 a?os, explica su interpretaci¨®n sobre el ins¨®lito fen¨®meno juanga. ¡°Contribuy¨® a la educaci¨®n sentimental de los mexicanos. Sus canciones apelan al sentimiento, que es lo que conecta y genera identidad. Adem¨¢s, ¨¦l como figura es un s¨ªmbolo que sintetiza muy bien nuestras contradicciones. Es el ni?o pobre que consigue fama y ¨¦xito. Es el charro, esa cosa supermachista, pero a la vez es homosexual¡±.
Almibarando con sensibilidad pop la tradici¨®n ranchera, atraves¨® clases, g¨¦neros y razas. ¡°Juan Gabriel ¨Cescribi¨® Carlos Monsivais en la cr¨®nica del primer concierto en Bellas Artes, su asalto al sacro recinto de la alta cultura mexicana¨C es la vindicaci¨®n literal de lo expulsado del canon televisivo o de lo jam¨¢s incluible: los nacos y los traileros y las secretarias rom¨¢nticas y las amas de casa sin casa que aguardan y los ¡°raritos¡± y los adolescentes de las barriadas. Y ese gusto atraves¨® la marginalidad, domestic¨® a los celos modernistas y a la homofobia¡±.
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