Paquirri, una extra?a y desangelada despedida
El diestro, que cort¨® dos orejas, fue volteado sin consecuencias Los toros, de seis ganader¨ªas, no colaboraron al ¨¦xito de la tarde
Varias ganader¨ªas / Ventura, Paquirri, El Fandi, Castella, Perera y Cayetano
Toros de Cort¨¦s de Moura (rejoneo), Daniel Ruiz, Garcigrande, Torrealta, y Juan Pedro Domecq (quinto y sexto), correctos de presentaci¨®n, blandos, mansones y muy nobles. Sobrero, de Jandilla, descastado.
Diego Ventura: rej¨®n trasero (dos orejas).
Rivera Ord¨®?ez Paquirri: tres pinchazos (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (dos orejas).
El Fandi: estocada -aviso- (oreja).
Sebasti¨¢n Castella: estocada (oreja).
Miguel ?ngel Perera: estocada (dos orejas).
Cayetano: gran estocada (dos orejas).
Plaza de toros de Ronda. LXI Corrida Goyesca. 2 de septiembre. Lleno de 'no hay billetes'.
No fue lo que se dice una despedida triunfal y espectacular, como se espera cuando dice adi¨®s, en su casa, un torero que ha dedicado 26 a?os de su vida a esta bendita profesi¨®n.
Se reuni¨® Rivera Ord¨®?ez de cinco amigos (Ventura, El Fandi, Castella, Perera y Cayetano) que respondieron a su llamada, lo arroparon, le brindaron sus toros y lo abrazaron (sentido parlamento el de su hermano). Y tambi¨¦n se hizo acompa?ar por siete amiguetes, novillotes escogidos, dise?ados en el laboratorio de pitoncitos sospechosamente manipulados, mansotes, blandos y nobles -huelga decir que no existi¨® el tercio de varas-, que no siempre colaboraron al ¨¦xito de los toreros. Suele ocurrir con los amiguetes que, a veces, te juegan un mala pasada y te fastidian una tarde organizada para el triunfalismo.
Eso le ocurri¨® a Paquirri con el primer toro que lidi¨®, un animalito con escaso recorrido y aparentes buenas intenciones que no le permiti¨® alcanzar el ¨¦xito y, en cambio, lo volte¨® de mala manera y a punto estuvo de darle un disgusto en ocasi¨®n tan especial. Estaba el toro remiso a embestir cuando Paquirri de desplant¨® con la muleta en la izquierda y el animal alarg¨® el cuello y casi lo engancha; instantes despu¨¦s repiti¨® la jugada con la mano derecha, y el toro lo volte¨®, lo busc¨® en el suelo sin sa?a y el diestro se levant¨® empolvado y sin rasgu?o alguno por fortuna. Mat¨® mal y solo pudo saludar.
Triste comienzo para un espect¨¢culo organizado a mayor gloria del diestro de raigambre ronde?a, hijo, nieto, biznieto, sobrino y primo de toreros, que se present¨® en esta se?orial plaza abarrotada -el cartel de ¡®No hay billetes¡¯ se hab¨ªa colgado d¨ªas antes-, vestido con un original traje goyesco dise?ado por su esposa, Lourdes Montes, sobre el que discut¨ªan los supuestos expertos del tendido si era de terciopelo azul oscuro o morado, pero era un¨¢nime la opini¨®n de que estaba floridamente adornado con dibujos estrellados bordados en oro sobre fondo claro, unas sobresalientes hombreras del mismo tenor, un chaleco color agua de mar bien abotonado dorado y una camisa blanca sin corbata. Hecho un pincel que iba el hombre.
El callej¨®n, atestado de amigos enchaquetados de azul marengo, que aplaudieron a rabiar, pocos famosos en los tendidos y un p¨²blico fr¨ªo y desangelado; quiz¨¢, primero, porque no hubo motivo para la emoci¨®n en el festejo puramente taurino, y, despu¨¦s, porque Francisco Rivera es un personaje popular, pero no entra?able, conocido, pero poco querido; nacido en Madrid por accidente, ronde?o por historia familiar, pero m¨¢s asiduo de revistas y plat¨®s de televisi¨®n que del trato popular.
Quiz¨¢, por eso, no fue recibido con una ovaci¨®n cuando se rompi¨® el pase¨ªllo, ni fue aclamado por la plaza en ning¨²n momento. Eso no evit¨® que Paquirri se volcara en su despedida con su mejor versi¨®n torera. Se luci¨® con templadas ver¨®nicas en ese primer toro de la lidia ordinaria de la tarde, puso banderillas como mandan los c¨¢nones, compartido el tercio con El Fandi, y volvi¨® a tomar los palos con soltura en los dos toros siguientes.
El resto del festejo no tuvo mucha historia. Los amiguetes con piel de toro fueron tan nobles como sosones, y un presidente serio puso orden en la concesi¨®n de trofeos.
Pidi¨® el sobrero Paquirri, lo veronique¨® con gusto, coloc¨® con soltura banderillas, lo brind¨® a su hija Cayetana, y se vaci¨® como si ello le fuera la vida; pero el toro, blando y hundido, solo le permiti¨® mostrar una extraordinaria entrega y voluntad. El palco le hizo un favor y le concedi¨® las dos orejas. Un amigo le cort¨® la coleta y lo pasearon a hombros.
El rejoneador Diego Ventura abri¨® plaza con un animalito bondadoso, con el tranco justo, para que su magn¨ªfica cuadra se luciera de principio a fin. El caballo nazar¨ª, torer¨ªsimo, jug¨® con su oponente y los dem¨¢s jamelgos torearon de sal¨®n.
El Fandi hizo una faena larga y sin emoci¨®n a un toro noble y generoso por el lado derecho. Muchos muletazos hubo, pero no acab¨® de concitar la atenci¨®n de un p¨²blico necesitado de mayores gestas.
Castella se atrevi¨® a poner un par de banderillas al quiebro a su toro, con m¨¢s voluntad que acierto, y se justific¨® sobradamente antes de que su oponente se lastimara una pezu?a.
Destac¨® el subalterno Curro Javier en dos grandes pares de banderillas al quinto, antes de que Miguel ?ngel Perera volviera a demostrar que est¨¢ en un momento dulce de su carrera. El toro era poca cosa y el torero se limit¨®, como sus compa?eros, a torear de sal¨®n.
Un pasional Cayetano salud¨® al sexto con tres largas cambiadas de pie, e invit¨® a banderillear a su hermano y a El Fandi. ?l mismo puso un gran par de banderillas cortas al quiebro. Se entretuvo, despu¨¦s, en muletazos airosos ante un animal tan noble como ayuno de fortaleza. El presidente le neg¨® el rabo y el propio torero se dirigi¨® con las dos orejas al palco para encararse con el us¨ªa. Una chuler¨ªa impropia de torero serio.
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