Cuando el Raval era el Chino
Joan Colom nunca fue ¡°el fot¨®grafo de las putas¡±, como alguien dijo: era el fot¨®grafo de los supervivientes
De peque?o nunca tuve miedo al Chino. Ni yo ni, dir¨ªa, ninguno de los chavales que crecimos en la Barcelona Sur de los a?os sesenta. De la mano de mi abuela cruzaba el Chino hasta el Apolo, donde mi abuelo tocaba el viol¨ªn, para llevarle la fiambrera con la cena. Para m¨ª era Chino por igual la zona de Escudillers y alrededores, a la izquierda de las Ramblas, donde malvivi¨® Sergio Pitol, reci¨¦n llegado de M¨¦xico, entre putas y marinos de la Sexta Flota, y el territorio que los gitanos llamaban el Portal, cuyo epicentro era la calle Padr¨®, donde naci¨® la rumba catalana de Peret y familia, o el racimo de callejuelas que se extend¨ªan entre Hospital y el Paralelo, que tambi¨¦n fue llamado, a efectos catastrales, Distrito Quinto.
No tengo ninguna nostalgia de la dureza de aquella vida que ve¨ªa a mi paso, de la explotaci¨®n, de los pisos insalubres ni de las calles estrechas y sin sol, donde para m¨ª no sonar¨¢ la voz de Genet sino la de Gen¨¦, Pere Gen¨¦, el l¨ªder de los Lone Star brotando de la gramola de un bar, un lluvioso s¨¢bado por la tarde: ¡°Mi calle tiene un oscuro bar / h¨²medas paredes / pero s¨¦ que alguna vez / cambiar¨¢ mi suerte¡±. Tengo nostalgia de caminar sin miedo, porque era el barrio de mis abuelos (mi abuela hab¨ªa nacido en la calle del Roig) y la gente con la que me cruzaba no eran extra?os para m¨ª. Eran, de alg¨²n modo, familia.
A primeros de los setenta, en plena adolescencia, el Chino era nuestro. Y de nuestros hermanos mayores: V¨¢zquez Montalb¨¢n, Terenci y Ana Maria Moix, Papitu Benet, Maruja Torres, que all¨ª nacieron. Los jovenzuelos ¨ªbamos a la calle San Ram¨®n a comprar chocolate, y al bar Marsella, donde bastaba un copazo de Pic¨®n para dejarte trompa toda la tarde. El Chino era el bar Salchich¨®n, donde siempre sonaba el ventilador rumbero (¡°Que junta en la guitarra / la armon¨ªa y la percusi¨®n¡±), y el Quiosco de la Cazalla del Arco del Teatro, y el Barcelona de Noche, donde descubrimos al gran Pavlovsky. Todo esto suced¨ªa antes de que el Chino fuera el Raval.
Leo que Joan Colom, que acaba de fallecer, comenz¨® a retratar el Chino y a sus gentes, con su Leica camuflada bajo la gabardina, a finales de los cincuenta. Cela le descubri¨® y, en 1964, le llam¨® para ilustrar Izas, rabizas y colipoterras, en Lumen, del mismo modo que dos a?os antes Ramon Masats hab¨ªa sido el gran fot¨®grafo de los aprendices de boxeador en los gimnasios de barrio de Neutral corner, de Aldecoa.
El libro de Cela fue el lanzamiento de Colom y, al parecer, su ca¨ªda, porque una de las fotografiadas le puso una demanda, que gan¨®, y eso apart¨® a Colom de su oficio durante treinta a?os. Pero no era ¡°el fot¨®grafo de las putas¡±, como alguien dijo: era el fot¨®grafo de los supervivientes.
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