Pap¨¢ Brexit
La pel¨ªcula captura la esencia del personaje fijando su atenci¨®n en un momento particular
La silueta de Winston Churchill se recorta imponente sobre el paisaje, como un colosal monumento a la gran¨ªtica integridad del alma brit¨¢nica. En diversos momentos de esta pel¨ªcula, la lente se ajusta para fijar en impecable nitidez las im¨¢genes desenfocadas que han abierto la secuencia. Son dos motivos estil¨ªsticos que subrayan que de lo que se trata aqu¨ª es de limpiar (la imagen) y erigir (la estatua): un uso del biopic a la medida del Gran Hombre en may¨²sculas, convenientemente colocado sobre el pedestal de la posteridad. Un r¨®tulo final remacha que el primer ministro ha sido el brit¨¢nico m¨¢s c¨¦lebre de toda la Historia. Ninguna tentaci¨®n, pues, de hurgar en claroscuros. Estamos muy lejos, tambi¨¦n, del m¨¦todo Larra¨ªn, consistente en convertir al biografiado en enigma que tiene que ser desvelado mientras se le aplican capas de ambig¨¹edad y se le cuestiona a cada trazo.
CHURCHILL
Direcci¨®n: Jonathan Teplitzky.
Int¨¦rpretes: Brian Cox, Miranda Richardson, John Slattery, Ella Purnell.
G¨¦nero: biopic. Reino Unido, 2017
Duraci¨®n: 105 minutos.
Churchill captura la esencia del personaje fijando su atenci¨®n en un momento particular: las dudas del l¨ªder frente a los riesgos de la operaci¨®n militar aliada que culminar¨ªa en el desembarco de Normand¨ªa. Una elecci¨®n que sit¨²a al personaje en el territorio inestable de la crisis personal: Brian Cox lo encarna como un le¨®n enjaulado, una fuerza de la naturaleza enfrentada al abismo de su propia caducidad, que, finalmente, reformular¨¢ su aparente derrota en el arte del liderazgo asumiendo su condici¨®n de s¨ªmbolo ¨Cla secuencia de la conversaci¨®n entre Churchill y el rey Jorge VI, encarnado por James Purefoy, es el coraz¨®n de una pel¨ªcula que, de hecho, parece m¨¢s movida por las turbinas de un mecanismo infalible (el del biopic para masajear el orgullo nacional) que por algo realmente vivo y falible-.
Este trabajo de Jonathan Teplitzky engrosa las filas de ese cine brit¨¢nico de auto-exaltaci¨®n para la era Brexit que ha tenido en las recientes Su mejor historia y Dunkerque a sus cabezas de pelot¨®n. De hecho, el personaje de esa secretaria que, en el cl¨ªmax final, se rebela ante Churchill ¨Cy, de paso, le inspira- parece salido directamente de la pel¨ªcula de Lone Scherfig y sirve a un claro uso propagand¨ªstico: los brit¨¢nicos pueden estar tranquilos, porque su Madre Patria no dejar¨¢ a nadie atr¨¢s. Que Miranda Richardson d¨¦ vida a Clementine Churchill en clave de madre de un entra?able e irascible beb¨¦ grande demuestra que, donde podr¨ªa haber algo susceptible de ser problematizado, la pel¨ªcula prefiere la simp¨¢tica funcionalidad del arquetipo.
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