Decapita que algo queda
Un libro analiza el descabezamiento y la humillaci¨®n del cuerpo del enemigo, de la prehistoria a los narcos y el Isis
Es dif¨ªcil realizar un paseo tan estremecedor por el lado m¨¢s oscuro de la historia. Ah¨ª est¨¢n la cabeza de Lucio Postumio Albino descarnada por los celtas boyos y recubierta de oro (en plan dothraki) para usarla de vaso en las libaciones; la del rey Ladislao, ca¨ªdo en la batalla de Varna contra los turcos, paseada en el extremo de una pica, todav¨ªa con su corona de plata, por orden del sult¨¢n Murad II; la de Mar¨ªa Estuardo, que tanto cost¨® separar del cuerpo (?tres hachazos!, ?zas, zas, zas!); la de Gordon Pacha (¡°sus ojos azules estaban abiertos y la boca ten¨ªa una expresi¨®n casi natural¡±, explicaba Rudolf Slatin, que la vio) presentada ante el Mahdi tras la muerte a lanzazos del general en Jartum; la del soldado japon¨¦s que adornaba (con casco y todo) un tanque en Guadalcanal, las de las v¨ªctimas de los c¨¢rteles de la droga mexicanos y colombianos, las de los periodistas Foley y Sodoff asesinados por el verdugo del Daesh, Jihadi John...
Hay que ver qu¨¦ viaje nos propone el catedr¨¢tico de Prehistoria de la Universidad de Barcelona Francisco Gracia Alonso en su libro Cabezas cortadas y cad¨¢veres ultrajados que publica la editorial Desperta Ferro. Un recorrido, desde nuestros or¨ªgenes hasta la guerra contra el Isis, por el tratamiento dispensado al cuerpo del enemigo, con especial atenci¨®n a la decapitaci¨®n, una pr¨¢ctica tan definitiva como recurrente en la historia. Pasa uno las 350 p¨¢ginas del libro, erudito, detallad¨ªsimo, fascinante, muy ameno e inevitablemente despertador de morbo, tragando saliva y tratando en lo posible de mantener la cabeza (!) fr¨ªa para seguir el hilo cient¨ªfico de la argumentaci¨®n. Cu¨¢nta gente ha perdido la testa: Varo, Cicer¨®n, Ana Bolena, Maria Antonieta, el general Moragues...
Gracia Alonso (Barcelona, 1960) es autor de m¨¢s de 200 trabajos de investigaci¨®n y de obras tan reconocidas como Los intelectuales y la dictadura franquista: cultura y poder en Espa?a de 1939 a 1975, La guerra en la protohistoria, ¡®Furor barbari¡¯: celtas y germanos contra Roma, o el imprescindible La arqueolog¨ªa durante el primer franquismo, 1939-1956. Con su aspecto de sabio profesor, Gracia Alonso se parece poco a la Reina de Corazones de Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas (aquella que gritaba: ¡°?Que le corten la cabeza!¡±). De hecho, ¨¦l mismo reconoce que transitar por un tema tan cruento le ha dejado hecho polvo.
La multitud revolucionaria de Par¨ªs mojaba pan en la sangre de la descabezada princesa de Lamballe
Subraya que las decapitaciones y dem¨¢s mutilaciones y horrores que trata pulsan una cuerda de horror at¨¢vico en nuestras mentes y en nuestro inconsciente que tiene que ver en buena medida con el espanto ante el arma blanca pues, ¡°estamos acostumbrados a la muerte por efecto de la p¨®lvora y esa intimidad f¨ªsica del descabezamiento con una hoja afilada, el degollamiento o el apu?alamiento que practican algunos terroristas como los recientes de Cambrils, nos perturba mucho¡±.
La decapitaci¨®n tambi¨¦n nos morbea, lo que explica el ¨¦xito de algunas escenas de Los Tudor o Juego de tronos. ¡°Me temo que as¨ª es, de alguna manera, todos tenemos algo de las tricoteuses, las mujeres que hac¨ªan punto mientras presenciaban el espect¨¢culo de la guillotina, a todos nos gusta mirar¡±.
El estudioso contin¨²a: "Mi cat¨¢logo, que examina episodios desde la prehistoria a nuestros d¨ªas no es exhaustivo, me temo, pero creo que analiza bien el concepto de muerte por decapitaci¨®n y sobre todo la humillaci¨®n pre o post m¨®rtem del cuerpo del vencido que ha estado presente en todas las civilizaciones. El prop¨®sito es siempre acabar con el enemigo de la manera m¨¢s cruenta para rebajarlo a sus propios ojos, y a los nuestros¡±.
Cabezas cortadas y cad¨¢veres ultrajados muestra con creces que las peores acciones no est¨¢n restringidas a los primitivos, b¨¢rbaros o salvajes, es decir a todos aquellos a los que agrupamos bajo la tranquilizadora denominaci¨®n de los otros. Desde gente con tan buena prensa como Carlomagno y El Cid hasta el ej¨¦rcito estadounidense en el teatro del Pac¨ªfico en la Segunda Guerra Mundial, en Vietnam o Irak, sin olvidar el ilustrado siglo XVIII en Francia ¡ªque presenci¨®, por ejemplo, c¨®mo la multitud mojaba pan en la sangre de la princesa de Lamballe tras arrastrala desnuda por las calles de Par¨ªs para luego decapitarla¡ª, ¡°con los enemigos hemos hecho las mismas animaladas que los dem¨¢s¡±.
Normalmente se cuentan las atrocidades de los japoneses como su afici¨®n a decapitar prisioneros y hasta a com¨¦rselos, pero EE UU rebaj¨® la condici¨®n de los soldados imperiales al de infrahumanos y fue habitual que se utilizaran sus cabezas cortadas como trofeos e incluso regalos a la novia. Para los japoneses, se?ala Gracia Alonso era un trance adentrarse en las junglas de Borneo donde los aliados pagaban a los dayaks para que retomaran su pr¨¢ctica ancestral de la caza de cabezas.
En todos estos fen¨®menos, destaca Gracia Alonso, hay que ver una parte vehemente, de odio desatado, cuando la gente deviene turba (al respecto se pregunta qu¨¦ hubiera pasado de haber apresado los paseantes al conductor de la camioneta en La Rambla: probablemente, apunta, hubiera habido un linchamiento), pero tambi¨¦n otra racional de c¨¢lculo pol¨ªtico y uso meditado del terror. Los poderes y reg¨ªmenes, recuerda, han alentado la deshumanizaci¨®n del enemigo para sus fines. Y el cuerpo ha sido asimismo una parte m¨¢s del bot¨ªn de guerra.
?Y ese ¨¦nfasis en la cabeza? ¡°Es el recept¨¢culo del individuo, donde se re¨²nen todos los sentidos, concentra el discurso, los s¨ªmbolos del prestigio (la corona real o la de los santos). Cortar la cabeza, exhibirla, empalarla, humillarla es despojar al decapitado de los atributos de lo que ha sido y de su estatus¡±. En otros casos se han cortado tambi¨¦n manos, pies o penes. ¡°En la Grecia cl¨¢sica cortaban los dedos para impedir que los prisioneros volvieran a empu?ar la lanza o el remo¡±.
El ¡®top ten¡¯ en el cat¨¢logo de atrocidades
"Posiblemente los asirios se llevan la palma en un cat¨¢logo de atrocidades", contesta Gracia Alonso, al preguntarle por lo el top tenen la degradaci¨®n de los cuerpos. "Llegaron a desenterrar cad¨¢veres y arrastrarlos con sus carros hasta que se disolv¨ªan convertidos en polvo de huesos.
Sin embargo, apunta, en la Inglaterra de la Edad Media encontramos tambi¨¦n cosas espantosas como la ejecuci¨®n del famoso William Wallace, ahorcado pero no del todo, emasculado (eso no sal¨ªa en la peli, Braveheart, ?cualquiera castra a Mel Gibson!), eviscerado, y quemadas sus entre?as ante sus ojos, decapitado finalmente y descuartizado. Tampoco se quedaba atr¨¢s Vlad Draculea, que en una expedici¨®n empal¨® a casi 24.000 personas.
Pero lo peor, lo peor, considera el estudioso, el horroroso linchamiento de los hermanos Witt en La Haya en 1672. Despu¨¦s de hacerles de todo les arrancaron el coraz¨®n, los colgaron y se los comieron en parte. ¡°La Horda de Oro mongola entiendes que fueran bestias, en cambio la Holanda de Rembrandt...¡±.
Babelia
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