Stephen Colbert, el c¨®mico que se quit¨® la careta contra Trump
El presentador de los Emmy ha logrado ser el rey del 'late-night' gracias al humor pol¨ªtico
El verdadero Stephen Colbert (Washington D.C., 1964) es alguien at¨ªpico en la televisi¨®n. Puede recitar de memoria tanto salmos de la Biblia como pasajes de El Se?or de los Anillos. Incluso se enfrent¨® a Peter Jackson en directo para ver qui¨¦n sab¨ªa m¨¢s de Tolkien (el director acab¨® invit¨¢ndolo a El Hobbit junto a su familia). Es un intelectual aparentemente callado y t¨ªmido y, al mismo tiempo, una fuerza de la naturaleza, amante del surrealismo y el humor visual. "En realidad es un trekkie que jugaba a Dragones y mazmorras", lo describi¨® una vez su jefe Jon Stewart.?
Pero ese aspecto de buen cat¨®lico no significa que Colbert, de 53 a?os, se quede callado ante lo que est¨¢ sucediendo en EE UU. Todo lo contrario. La voz de su mon¨®logo, lleno de blasfemias contra el presidente que no aceptar¨ªan sus profesores, se ha convertido en el arma m¨¢s efectiva contra Trump, la que por fin le ha hecho encontrar su p¨²blico y salir de la sombra del personaje al que satiriz¨® durante m¨¢s de una d¨¦cada.
El presentador solo comparte un dato biogr¨¢fico con el rimbonbante presentador de la derecha al que convirti¨® en una estrella. El maestro de ceremonias de los Emmy de este domingo creci¨® siendo el peque?o de 11 hermanos en una familia ultracat¨®lica irlandesa en Charleston (ciudad de Carolina del Sur que salt¨® a los titulares en 2015 por un tiroteo en una iglesia afroamericana que dej¨® nueve muertos y que llev¨® al Estado a decidir quitar las banderas confederadas). Hoy, ya adulto, Colbert (pronunciado con la T muda como en franc¨¦s para darle "mayor pretenciosidad") no esconde su semblante de ni?o bueno, padre de familia ideal y creyente, que le sirve en su espacio para compartir experiencias eclesi¨¢sticas con Caroline Kennedy o para tener un interesante debate en directo frente al c¨®mico ateo Ricky Gervais.
Pero el programa de madrugada de Colbert, que huy¨® desde el comienzo de los juegos de su competidor Jimmy Fallon, no fue exitoso de la noche a la ma?ana. En la anterior ceremonia de los Emmy, cuando incluso se hablaba de cancelaci¨®n, nadie habr¨ªa predicho que el c¨®mico ser¨ªa hoy el rey de la audiencia del late night. Nadie pod¨ªa haber predicho tampoco, claro, que Trump acabar¨ªa en la Casa Blanca. Sin sus arrebatos casi diarios, Colbert hoy no tendr¨ªa Late Show ni ser¨ªa la estrella en la que CBS conf¨ªa hoy para conducir los premios de la televisi¨®n. La audiencia habr¨ªa seguido apostando por el buen rollo de Fallon y el colegueo con las estrellas antes de ir a dormir. Algo con lo que el sustituto de David Letterman nunca se sinti¨® c¨®modo.
Tan a gusto se siente ahora el alumno de The Daily Show con su oposici¨®n pol¨ªtica que ni siquiera cuando la Comisi¨®n Federal de Comunicaciones decidi¨® investigarlo en mayo por pronunciar expresiones calificadas de "obscenas", se amedrent¨®: "Lo ¨²nico para lo que sirve tu boca es para aguantar la polla de Putin", exclamaba Colbert en una de sus aperturas contra Trump. La t¨®nica del mon¨®logo casi monotem¨¢tico es ya hoy encontrar palabras malsonantes tapadas por el habitual pitido. "Fuck you", respond¨ªa el presentador con simpleza, por ejemplo, al tuit del comandante en jefe con el que este aseguraba vetar¨ªa a los transexuales de entrar en el ej¨¦rcito. "Tengo chistes. ?l, los c¨®digos nucleares. Es una pelea justa", argumentaba Colbert mientras celebraba los insultos en su contra del propio Trump.
El momento donde su vida cambi¨® fue precisamente la noche en la que el magnate dio la sorpresa. Esa fat¨ªdica jornada, 8 de noviembre, le hab¨ªan encargado presentar un especial electoral en el cable. Era la noche de romper techos de cristales. Y, sin embargo, el momento que nadie hab¨ªa esperado cada vez estaba m¨¢s cerca. Pasaban las 11 de la noche y el productor ejecutivo Chris Licht, recuerda en The New York Times, dio su mejor consejo a Colbert: "Deja de ser gracioso y s¨¦ t¨² mismo". Ese fue el momento en el que encontr¨® su voz.
Tras casi una d¨¦cada meti¨¦ndose diariamente en la piel de un exagerado facha en The Colbert Report (hab¨ªa espectadores que cre¨ªan que ese era su verdadero yo), se dio cuenta que pod¨ªa quitarse la careta. No siempre ser¨ªa divertido, pero s¨ª sincero y maduro. Su discurso final aquella traum¨¢tica noche lo dejaba claro: "Frente a algo que puede parecer terror¨ªfico, la risa es la mejor medicina. No puedes re¨ªrte y tener miedo al mismo tiempo. Y al diablo no le gusta la burla". Ya no era el hijo de Letterman ni de Jon Stewart, sino a quien esperaban los estadounidenses. Sus mon¨®logos responder¨ªan cada noche a las noticias bombas minutos despu¨¦s de que sucedieran. No hab¨ªa tiempo para el descanso. Todo era reescritura alrededor de esta Casa Blanca de reality show.
Pero Colbert lleva la improvisaci¨®n en la sangre. En ese mundo, en la escuela Second City de Chicago, se cri¨® al lado de Chris Farley, Steve Carell o Amy Sedaris. All¨ª se form¨® para ser c¨®mico, algo en lo que que nunca hab¨ªa pensado, y, desde su escenario pas¨® a convertirse en uno de los guionistas recurrentes en programas de sketches m¨¢s revolucionarios. Ya fuera en su propio Exit 57 (junto a su amigo Paul Dinello, hoy todav¨ªa vigil¨¢ndolo detr¨¢s de las c¨¢maras), en el surrealista y ef¨ªmero programa de culto de Dana Carvey o guionizando los dibujos m¨¢s alocados de SNL (Sus personajes m¨¢s famosos: una pareja de superh¨¦roes conocido como el D¨²o ambiguamente homosexual).
Aquellos trabajos, cortos pero continuados, le sirvieron para entrar como uno de los primeros corresponsales pol¨ªticos del falso informativo The Daily Show, presentado entonces por Craig Killborn y que no tard¨® en dar su relevo a Jon Stewart y una versi¨®n m¨¢s c¨ªnica del formato. Fue la presidencia de George W. Bush entonces la que dio alas a su discurso. Colbert pronto se convirti¨® en la imitaci¨®n perfecta del palmero de los republicanos en Fox News Bill O'Reilly. Comedy Central solo querr¨ªa m¨¢s de su personaje. Era la primera vida de Colbert.
Tras a?os haciendo una caricatura ha sido, sin embargo, su sinceridad la que ha ayudado a confirmar su ¨¦xito en esta segunda etapa ya en abierto. Hoy es la estrella de CBS, que hasta hace un a?o estaba preocupado por su devenir. Gracias a ¨¦l (y a Trump) Late Show ha alcanzado cotas de audiencia in¨¦ditas desde 1995, cuando Letterman comenz¨® su andadura. Algo similar a lo que ha ocurrido con el veterano Saturday Night Live. Y el punto ¨¢lgido esta vez no lleg¨® por una pol¨¦mica entrevista sobre prostituci¨®n con Hugh Grant, sino cuando el pasado julio traslad¨® a Rusia su programa durante toda una semana. Llegar¨¢ un momento que esto acabar¨¢, pero, de momento, Colbert es el rey del late.
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