La pel¨ªcula de la guerra de Colombia
Tres documentales muestran distintas versiones del proceso de paz que termin¨® con medio siglo de conflicto armado en el pa¨ªs
La presidencia de Donald Trump, los atentados de ISIS en Europa, las cat¨¢strofes naturales,... La actualidad informativa le ha reservado solo un minuto de gloria al final de medio siglo de guerra en Colombia. El cine intenta saldar la deuda con tres documentales, en apenas seis meses, sobre el proceso de paz que desarm¨® a las FARC, la guerrilla m¨¢s potente y antigua de Am¨¦rica Latina.
La periodista colombiana Natalia Orozco fue la primera en presentar su relato sobre los cuatro a?os de di¨¢logo en La Habana que culminaron en la firma final del Teatro Col¨®n de Bogot¨¢ el pasado noviembre. El silencio de los fusiles se present¨® en la pasada edici¨®n del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. A la proyecci¨®n acudieron el presidente Juan Manuel Santos, el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, y altos miembros de la ya exinsurgencia. Fue en marzo, meses antes de que todas las armas de las FARC estuvieran en manos de la ONU. Una suerte de ejercicio previo de reconciliaci¨®n ante la pantalla grande que les devolv¨ªa el reflejo de los peores momentos de la negociaci¨®n.
"Me interesaba retratar el lado m¨¢s ¨ªntimo de ambos bandos. No juzgar, pero tampoco justificar las acciones de ninguno de ellos. Para m¨ª es tan culpable la guerrilla que secuestraba y mutilaba como el Ej¨¦rcito que mat¨® a civiles [se refiere al esc¨¢ndalo de los 'falsos positivos', campesinos asesinados que hicieron pasar por guerrilleros para cobrar recompensas] y los pol¨ªticos que robaron plata", dijo la directora en una entrevista en el diario El Mundo.
Orozco consigui¨® un acceso privilegiado al Gobierno y a las FARC. Marc Silver, autor de To end a war, otra de las pel¨ªculas sobre el proceso que se estrena este fin de semana en las salas colombianas, abri¨® unas cuantas puertas m¨¢s. El cineasta londinense no da muchas pistas de c¨®mo consigui¨® meterse en el coche blindado de Santos. "Fue un gran trabajo del equipo de producci¨®n", cuenta durante su visita a Bogot¨¢. El documental cuenta con el apoyo de la productora colombiana Miracol Media y Univision Story House.
Para ganarse a las FARC y conseguir que, mientras 900 periodistas batallaban por una declaraci¨®n en la X Conferencia de la guerrilla (la ¨²ltima en armas, el pasado septiembre en los Llanos del Yar¨ª), su equipo tuviera acceso ilimitado, la tarea fue m¨¢s tediosa. Silver les mostr¨® uno de sus trabajos, 3 1/2 minutos, 10 balas, sobre los disturbios raciales en Estados Unidos. Suficiente.
"No quer¨ªa hacer una pel¨ªcula de datos y entrevistas, sospechaba que otra gente estaba haciendo eso", relata. Su aproximaci¨®n al conflicto es m¨¢s art¨ªstica desde el punto de vista t¨¦cnico, sin olvidar los hechos. Para explicar la complejidad de la guerra y el proceso a todos los p¨²blicos, no solo al colombiano, encontraron un mediador para transmitir informaci¨®n precisa: el periodista Jorge Enrique Botero, uno de los mayores expertos en el conflicto armado. Pero tambi¨¦n uno de los principales objetivos de ese sector que se ha opuesto a la negociaci¨®n desde sus inicios. Botero y terrorista se convirtieron en sin¨®nimos durante demasiado tiempo en Colombia. "No solo es un reportero, su historia se desarrolla de manera paralela a la del pa¨ªs", apunta el director. Una de las mujeres del informador fue desaparecida.
El ¨²nico que falta en To end a war es el expresidente ?lvaro Uribe, principal opositor al proceso de paz con las FARC. "Es una pena, soy consciente de que falta una parte de la historia, sobre todo teniendo en cuenta la importancia del resultado del plebiscito", reconoce Silver. "Pero nos puso una condici¨®n imposible: no pod¨ªamos editar su parte".
La tercera propuesta es de la tambi¨¦n reportera colombiana Margarita Mart¨ªnez Escall¨®n. Rostros de paz se ha convertido en la versi¨®n oficial del Gobierno. El propio presidente convoc¨® a un pase especial en un teatro de Bogot¨¢. Los protagonistas son los mismos, los escenarios en La Habana y Colombia se repiten, pero el relato de Santos y su equipo prima sobre el de los guerrilleros y el de la oposici¨®n.
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