Cr¨¢neos privilegiados
En 'La calavera de Connemara', negr¨ªsima comedia de Martin McDonagh, hay un mano a mano de Pol L¨®pez y Oriol Pla que merece pasar a las antolog¨ªas
?Qu¨¦ falta me hac¨ªa re¨ªr como la otra noche con La calavera de Connemara, de Martin McDonagh, en La Villarroel! ?Y qu¨¦ gusto ver al p¨²blico re¨ªr tambi¨¦n y aplaudir puesto en pie! McDonagh se dio a conocer en los noventa con una serie de exitosas comedias negras que exacerbaban los clich¨¦s irlandeses, cosa arriesgada trat¨¢ndose de un autor de doble nacionalidad, nacido de padres irlandeses pero crecido en Londres. Acorde a esa dualidad, parec¨ªan inspiradas en la an¨¢rquica locura de Brendan Behan, pero estaban m¨¢s cerca de la ferocidad del brit¨¢nico Joe Orton, y McDonagh declar¨® m¨¢s tarde que sus mayores influencias proced¨ªan del cine, con el primer Tarantino y el primer Scorsese en lo alto de su pedestal. Los irlandeses de la ¡°trilog¨ªa de Leenane¡± y la ¡°trilog¨ªa de las islas de Aran¡± suelen ser gente desballestada, cerril y violenta, a menudo macerados en whisky (o en poteen de ba?era, seg¨²n su pecunio), aunque hay que descartar una animadversi¨®n territorial: su retrato de los paisanos de Lancashire en la reciente Hangmen, ambientada en Oldham, es igualmente salvaje.
Aqu¨ª hemos visto buena parte de su teatro, desde La reina de belleza de Leenane, que Mario Gas mont¨® en 1998, hasta El cojo de Inishmaan, dirigida por Gerardo Vera en 2013, pasando por El teniente de Inishmore (a cargo de Josep Maria Mestres en el TNC, 2003) o las dos versiones de El hombre almohada, una f¨¢bula centroeuropea de acentos kafkianos que firmaron Denis Rafter (2007) y Xicu Mas¨® (2009).
La obra es un triunfo del estilo, con una estructura de relato que avanza hacia una gran culminaci¨®n grotesca, casi shakespeariana
La historia de La calavera de Connemara quiz¨¢s no tenga la pegada de La reina de belleza de Leenane o la poes¨ªa casi on¨ªrica de Escondidos en Brujas, memorable pel¨ªcula de McDonagh, pero es un aut¨¦ntico triunfo del estilo, con una estructura de relato que avanza hacia una gran culminaci¨®n grotesca, casi shakesperiana, donde la ambig¨¹edad y la emoci¨®n se dan la mano, a lomos de unos di¨¢logos llenos de malicia, pr¨®digos en an¨¢lisis delirantes (?Qu¨¦ es peor? ?Ahogarse en v¨®mito o en orina?) y en insultos demoledores que los protagonistas dejan caer como quien habla del tiempo. Para montar a McDonagh hay que tener un o¨ªdo musical y un afinad¨ªsimo sentido del ritmo. Su director, Iv¨¢n Morales, est¨¢ sobrado de ambos, y en su puesta en escena de La Villarroel, sobre brillante versi¨®n catalana de Pau Gener, no da una nota falsa. El escen¨®grafo Marc Salicr¨² ha unificado los espacios en una verde pradera que solo tiene de buc¨®lica la apariencia.
Mick Dowd (Pol L¨®pez), viudo solitario y hosco, que no sabe ni en qu¨¦ mes vive, es el encargado de vaciar las tumbas del exiguo camposanto local cada siete a?os. El p¨¢rroco le env¨ªa a un ayudante, el zumbado Mairtin Hanlon (Oriol Pla), para que haga algo de provecho. No es plato de gusto tener que trizar el esqueleto de Oona, la esposa de Mick, muerta en extra?as circunstancias, seg¨²n se rumorea en el pueblo. Y tampoco es agradable descubrir lo que Mick y Mairtin descubren.
Marta Mill¨¤ encarna a la vecina de Mick (y t¨ªa de Mairtin). Los nortes de su vida son el alcohol (de gorra), la religi¨®n (siempre y cuando haya fuego eterno), la maledicencia y el bingo. Ah, y estafar a los turistas yanquis cont¨¢ndoles que en su casa se rod¨® El hombre tranquilo. El cuarto en discordia es Thomas Hanlon (Xavi S¨¢ez), hermano mayor de Mairtin, un poli rural sin excesivas luces, que quiere ser el Colombo de Connemara. Los cuatro int¨¦rpretes est¨¢n impecables de principio a fin, aunque la parte del le¨®n se la lleva Oriol Pla como el joven Mairtin, un fool alegre y pirad¨ªsimo, algo as¨ª como una versi¨®n irlandesa de Beavis y Butthead (s¨ª, de los dos) cruzado con el Johnny Boy de Malas calles. La culminaci¨®n grotesca antes mencionada es la larga y portentosa escena de la mesa y los cr¨¢neos, cuando Mick y Mairtin deciden rematar a lo grande su tarea, borrach¨ªsimos y con la versi¨®n de Nothing Compare To U de Sin¨¦ad O¡¯Connor a guisa de himno. No acaba ah¨ª la funci¨®n, pero perm¨ªtanme detenerme en ese tour de force. Pol L¨®pez, que hasta entonces hab¨ªa calzado imaginarios zapatos de plomo para dar la son¨¢mbula amargura de Mick, echa a volar como un personaje de Father Ted, y Oriol Pla se convierte en un arrasador Stan Laurel lis¨¦rgico. Los dos no pueden estar mejor conjuntados como clown y augusto, y su n¨²mero deber¨ªa formar parte de cualquier antolog¨ªa de la comedia, pero el trabajo de Pla, uno de los grandes talentos aparecidos en los ¨²ltimos a?os, me dej¨® babeante. Calificarle de ¡°explosivo¡± es quedarse corto: ¡°at¨®mico¡± ser¨ªa m¨¢s adecuado. Siempre es magn¨¦tico, haga una criatura dostoievskiana como el Soler¨¢s de Incerta gl¨°ria, en la pel¨ªcula de Villaronga, o en el rol de Mairtin, que, siendo desaforad¨ªsimo, no pierde nunca la humanidad. No se pierdan ustedes La calavera de Connemara.
¡®La calavera de Connemara¡¯, de Martin McDonagh. La Villarroel (Barcelona). Director: Iv¨¢n Morales. Int¨¦rpretes: Pol L¨®pez, Marta Mill¨¤, Oriol Pla, Xavi S¨¢ez. Hasta el 29 de octubre.
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