Arma tor¨¢

¡°No es Arma letal¡±, rezaba el eslogan publicitario de Tiempo de valientes (2005), segundo largometraje del argentino Dami¨¢n Szifron y uno de los muchos ejemplos de una memoria generacional ¨Casociada al blockbuster de acci¨®n de los ochenta- que empezaba a manifestarse en forma de farsa/tributo o ajuste de cuentas. Solo se vive una vez, con sus citas a Kiss y la rotulaci¨®n tan enf¨¢tica como posibilista de sus t¨ªtulos de cr¨¦dito, prolonga de manera algo extempor¨¢nea esa misma tendencia: su principal problema radica en que su grado de originalidad y su potencial para el retorcimiento c¨®mico est¨¢n ya anticipados en su mismo t¨ªtulo.

Especialista de secuencias de acci¨®n y t¨¦cnico de efectos visuales, Federico Cueva debuta con una comedia de acci¨®n que parece llegar diez a?os tarde y que dif¨ªcilmente dejar¨¢ alguna imagen memorable en la cabeza del espectador: si acaso, el plano en que Hugo Silva, en la piel de un asesino rumano, ametralla a unas palomas en el pico m¨¢s forzadamente incorrecto de la pel¨ªcula. Honra a Cuevas que tenga a bien citar Las locas aventuras de Rabbi Jacob (1973), de G¨¦rard Oury, como lejano referente de las peripecias de este chantajista que deber¨¢ disfrazarse de rabino para huir de un grupo de mafiosos. Tambi¨¦n acredita cierto bagaje cin¨¦filo que, en el cl¨ªmax, evoque el cine de Harold Lloyd, pero, lamentablemente, no es suficiente y Solo se vive una vez no logra trascender en ning¨²n momento su condici¨®n de funcional carta de presentaci¨®n ante el gremio de directores.