¡°Lo de Weinstein es una verg¨¹enza. Pero siempre ha habido hombres que quer¨ªan meterte mano¡±
Anna Karina, cara visible de la Nouvelle Vague, recibe un homenaje en el Festival Lumi¨¨re de Lyon
Se la tild¨® de musa de la Nouvelle vague, aunque fuera mucho m¨¢s que eso. Anna Karina (Copenhague, 1940) dio la cara por esa revoluci¨®n cinematogr¨¢fica. Fue ella, m¨¢s que cualquier otro int¨¦rprete, quien le puso rostro y le contagi¨® su modernidad. Su mirada perdida, su gesto p¨ªcaro y su acento abstruso, del que hoy no queda rastro bajo una voz bastante m¨¢s cavernosa. Pocos encarnaron tan bien los sesenta como esta mujer de ojos oscurecidos.Por eso, cuando esa d¨¦cada termin¨®, tambi¨¦n lo hizo su momento de gloria.
El Festival Lumi¨¨re de Lyon, certamen de cine cl¨¢sico que se celebra hasta el domingo en la ciudad francesa, acaba de recuperarla del olvido, rindi¨¦ndole un doble homenaje con la proyecci¨®n de un nuevo documental que repasa el conjunto de su carrera ¨CAnna Karina souviens-toi, dirigido por su marido, Dennis Berry, viudo de otro icono de la Nouvelle vague como Jean Seberg¨C y de su debut como directora, Vivre ensemble, rodado en 1973 y que regresar¨¢ en primavera a las salas francesas en versi¨®n restaurada.
Antes de que Jean-Luc Godard la encumbrara como actriz y de que Serge Gainsbourg le hiciera cantar sus himnos, Anna Karina lleg¨® a Par¨ªs a los 17 a?os haciendo autoestop desde su Dinamarca natal, huyendo de una infancia en la pobreza y de un padrastro violento. ¡°Nos llev¨¢bamos muy mal. La ¨²ltima vez que me peg¨®, decid¨ª marcharme. Ya hab¨ªa estado una vez en Par¨ªs y me hab¨ªa encantado. Escog¨ª esa ciudad porque all¨ª me sent¨ªa libre¡±, relata delante de una copa de blanco, junto al antiguo hangar donde los hermanos Lumi¨¨re inventaron el cine.
Fue descubierta por una agencia de modelos en el barrio de Saint-Germain, en la terraza del m¨ªtico caf¨¦ Les Deux Magots, donde Sartre y Beauvoir ten¨ªan mesa asignada. Le propuso hacerse unas fotos de moda para H¨¦l¨¨ne Lazareff, papisa de la revista Elle. Al llegar a su despacho, conoci¨® a una mujer ¡°elegante, imponente y algo autoritaria¡±. Su nombre era Coco Chanel.
Por aquel entonces, la actriz respond¨ªa al nombre de Hanne Karin Bayer. Pero, a la m¨ªtica dise?adora le pareci¨® espantoso. ¡°Me dijo que con ese nombre no ir¨ªa a ninguna parte. 'A partir de ahora se llamar¨¢ Anna Karina', decidi¨® por m¨ª. Y yo le hice caso¡±, recuerda la actriz. Aquella muchacha esquel¨¦tica, que hab¨ªa crecido ¡°sin probar la carne y alimentada a base de margarina¡± ¨Cel racionamiento de la posguerra tambi¨¦n lleg¨® a la pr¨®spera Dinamarca¨C se encontr¨®, de repente, convertida en la cara de moda entre los anunciantes. ¡°Pero ser modelo no me gustaba nada. Yo so?aba con ser actriz¡±, afirma.
Godard dio con ella gracias a uno de esos anuncios. La descubri¨® en un video publicitario para el jab¨®n Palmolive y le propuso un papel en su debut, Al final de la escapada, que Karina rechaz¨®. ¡°Me dijo que tendr¨ªa que desnudarme. Como me pareci¨® un tipo muy raro, escondido detr¨¢s de unas gafas negras que no se quitaba nunca, sal¨ª corriendo¡±, rememora. Se dio cuenta de su error cuando se estren¨® la pel¨ªcula. Pero no tuvo tiempo de arrepentirse: Godard, que no sol¨ªa aceptar un no por respuesta, la volvi¨® a llamar para su siguiente proyecto, El soldadito, que ser¨ªa censurada por Andr¨¦ Malraux, entonces ministro de Cultura, por sus alusiones la Guerra de Argelia.
¨C Esta vez ser¨¢ la protagonista¡ ¨C le dijo Godard.
¨C Pero¡ ?tendr¨¦ que desnudarme? ¨C respondi¨® ella.
¨C ?No! Va a ser una pel¨ªcula pol¨ªtica¡
¨C Pero, se?or Godard, tengo 18 a?os y medio. ?Qu¨¦ sabr¨¦ yo de pol¨ªtica?
¨C Usted lim¨ªtese a hacer lo que yo le diga.
As¨ª funcionaba todo con Godard, con quien se cas¨® en 1961 y del que se divorci¨® cuatro a?os despu¨¦s. La actriz no tiene problemas en admitir que el director, diez a?os mayor, fue su Pigmali¨®n. ¡°Yo era muy joven y me lo ense?¨® todo. Me ense?¨® a leer. Me fue muy bien para el cerebro¡±, admite. ¡°El problema es que se marchaba sin parar. Me dec¨ªa que iba a comprar tabaco y volv¨ªa d¨ªas despu¨¦s. Fue una relaci¨®n extraordinaria. Y, al mismo tiempo, era imposible vivir con ¨¦l. Quer¨ªa que me pasara la vida esper¨¢ndole en casa¡±, sostiene Karina.
Su relaci¨®n dur¨® poco, pero cambi¨® para siempre la historia del cine. Con Godard, rod¨® Vivir su vida, Banda aparte, Una mujer es una mujer, Alphaville y Pierrot el loco. Despu¨¦s, Karina colabor¨® con Jacques Rivette en La religiosa (¡°fue un hombre muy sensible, que sufri¨® mucho por la censura¡±), con Luchino Visconti en El extranjero (¡°se port¨® como un padre¡±), con George Cukor en Justine (¡°un honor inmenso, sustituy¨® a otro director al que despidieron¡±), con R. W. Fassbinder en Ruleta rusa (¡°un tipo raro y perverso¡±) y con Ra¨²l Ruiz en La isla del tesoro (¡°no entend¨ª nada de su pel¨ªcula¡±).
¡°Cultura machista¡±
Con el dinero ganado en Estados Unidos, financi¨® su debut como directora. Vivre ensemble es la historia de amor entre un profesor casado y una mujer bohemia, que describe trasvase de identidades que se produce en toda relaci¨®n: ella se transformar¨¢ en una mujer seria, mientras que ¨¦l se volver¨¢ algo m¨¢s alocado. La pel¨ªcula, imperfecta pero con calidades innegables, fue presentada en el Festival de Cannes de 1973, donde ser¨ªa mal acogida. ¡°No se entendi¨® que una actriz quisiera hacer de directora. Era una cultura machista, mucho m¨¢s que hoy¡±, se?ala.
Anna Karina ha seguido de cerca la reciente pol¨¦mica provocada por el caso Weinstein, que ha dejado al descubierto los abusos y vejaciones que las actrices suelen sufrir en la industria del cine. ¡°Es algo que no he vivido personalmente. No dejaba que me enga?aran. Si un tipo me daba cita en su habitaci¨®n de hotel, le dec¨ªa que no¡±, afirma la actriz. ¡°Siempre ha habido tipos que quer¨ªan meterte la mano en las nalgas. Eso ya lo vivieron nuestras abuelas. Me parece muy triste. Lo de Weinstein es asqueroso, una verg¨¹enza. Pero no es el ¨²nico. Ha habido m¨¢s, y tienen nombres conocidos. Pero me los voy a callar¡¡±.
Babelia
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