Leonardo Padura, gu¨ªa literario de La Habana
El escritor cubano hace un recorrido ¨ªntimo por las novelas que han construido el imaginario moderno de la capital de la isla
Mario Conde, ese polic¨ªa taciturno, desencantado pero honesto, amigo del alcohol y la socarroner¨ªa, es quiz¨¢ el personaje de ficci¨®n que mejor est¨¢ contando la Cuba reciente. Leonardo Padura (La Habana, 1955) lo hizo nacer en 1994 y este a?o se publicar¨¢ la novena entrega. El ¨²ltimo reconocimiento a su carrera, que trasciende la saga noir pero que mantiene siempre la insularidad, se lo ha concedido esta semana la UNAM al nombrarle doctor honoris causa. Invitado por la universidad insignia de M¨¦xico, dio este mi¨¦rcoles una conferencia donde traz¨® un recorrido ¨ªntimo por las novelas clave sobre La Habana. Padura se visti¨® en M¨¦xico de gu¨ªa literario de su ciudad.
En lo m¨¢s alto del podio est¨¢n tres libros de la d¨¦cada del sesenta, tres cl¨¢sicos. El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, ¡°que con su narrativa contribuy¨® a construir el imaginario moderno de la ciudad y de todo el pa¨ªs¡±. Paradiso, de Lezama Lima, ¡°que a?adi¨® una visi¨®n culterana a esa imagen¡±. Y Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, ¡°porque cre¨® el lenguaje habanero¡±.
¡°De ellos hemos ido aprendiendo el resto, la generaci¨®n que empez¨® a escribir en los 70 y los 80, los que hemos seguido construyendo y a veces deconstruyendo esa imagen nacional¡±, coment¨® refiri¨¦ndose a su propia obra, un caleidoscopio de ¡°la vida cotidiana de los cubanos¡± a partir del parteaguas econ¨®mico, pol¨ªtico y social que supuso la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico, contado por un cubano que nunca ha abandonado la isla.
En lo m¨¢s alto est¨¢n El siglo de las luces, de Carpentier; Paradiso, de Lezama Lima y Tres tristes tigres, de Cabrera Infante
Toda la vida en la Habana, en el mismo barrio y en la misma casa. Cuando se cas¨® con, Luc¨ªa L¨®pez Coll, guionista y editora, los dos se mudaron a la planta de arriba de la vivienda que su padre levant¨® con sus manos en los a?os 50. ¡°En Mantilla nac¨ª yo, mis padres, mis abuelos y creo que mis tatarabuelos. Ah¨ª hice a los amigos, jugu¨¦ pelota como un loco y tuve mi primera novia. Si no me fui antes, cuando todo era dif¨ªcil, no lo har¨ªa ahora. Yo hoy en Cuba soy un privilegiado: tengo mi casa y mi carro¡±, dijo hace un par de a?os en una entrevista.
Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras y autor de ¨¦xitos editoriales como El hombre que amaba los perros, Padura ya tiene en el horno el noveno tomo de su serie polic¨ªaca, La transparencia del tiempo, donde la desaparici¨®n de una escultura religiosa empujar¨¢ a un Mario Conde a punto de cumplir sesenta a?os hacia el turbio mundo de tr¨¢fico ilegal de obras de arte en La Habana.
De vuelta a la ciudad, apunt¨® otros dos nombres clave, esta vez cuentos, enclavados en la tradici¨®n vanguardista. El acoso, tambi¨¦n de Carpentier; y Cayo Nanas, de Lino Nov¨¢s Calvo. ¡°Curiosamente, los dos tratan de una persecuci¨®n por las calles de La Habana¡±.
M¨¢s atr¨¢s a¨²n, Padura se zambull¨® en el siglo XIX para recuperar a un personaje, que aparece adem¨¢s novelado en uno de sus libros, La novela de mi vida:? Domingo del Monte, ¡°cuya astucia, vista de ¨¢guila, bagaje cultural y falta de escr¨²pulos jugaron un papel clave en la conformaci¨®n de ese imaginario habanero¡±. Alrededor de las tertulias organizadas en casa de este poeta frustado crecieron otros autores como Jos¨¦ Antonio Echeverr¨ªa, copista del poema ¨¦pico fundacional cubano, Espejo de paciencia ciega, ¡°escrito en el siglo XVIII y cuyo h¨¦roe es un liberto negro¡±. O Cirilo Villaverde y su Cecilia Vald¨¦s o La loma del ?ngel, ¡°donde algunos ven ya la preconfiguraci¨®n del s¨ªmbolo nacional en una mujer mestiza, bastarda, arribista y tr¨¢gica, abocada al incesto y la muerte¡±.
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