El peque?o milagro de Penelope Fitzgerald
'La librer¨ªa', nuevo filme de Isabel Coixet, adapta la novela hom¨®nima y recupera as¨ª a una de las mejores autoras inglesas del siglo XX
La evoluci¨®n de un escritor es siempre misteriosa. ?De d¨®nde surge, y cu¨¢ndo, la necesidad de inventar historias, de componer magn¨ªficas mentiras en las cuales los lectores podemos reconocer nuestras secretas verdades? A veces, casi de ni?o, como en el caso de Rimbaud; a veces ya en los umbrales de lo que las burocracias llaman, con voluntad jer¨¢rquica, la tercera edad. Este ¨²ltimo fue el caso de Penelope Fitzgerald (Lincoln, 1916-Londres, 2000), una de las escritoras inglesas m¨¢s admirable de la segunda mitad del siglo veinte. Penelope Fitzgerald empez¨® a escribir en 1975, a los 58 a?os, publicando primero una biograf¨ªa del pintor prerrafaelita Edward Burne-Jones, luego otra de su padre y sus t¨ªos (los hermanos Knox, destacados hombres de letras). Dos a?os m¨¢s tarde, aparece su primera novela, The Golden Child, una suerte de relato policial humor¨ªstico que transcurre en un museo de antig¨¹edades de Inglaterra.
Le siguieron otras novelas espl¨¦ndidas como Inocencia (que transcurre en Florencia y cuenta una historia de amor con Gramsci como personaje secundario) y El comienzo de la primavera (sobre ingl¨¦s exiliado en Mosc¨² que retoma, y en cierta manera perfecciona, un complejo argumento de Henry James).
Fitzgerald, autora tambi¨¦n de La librer¨ªa (Impedimenta) ahora adaptada al cine por Isabel Coixet, cont¨® en alguna entrevista que su primera novela fue escrita para entretener a su marido que se estaba muriendo de alcoholismo. Se hab¨ªan conocido cuando ambos eran estudiantes veintea?eros en Oxford y, con un gusto compartido por lo literario, fundaron una revista confidencialmente exitosa que public¨® por primera vez en Inglaterra a autores como Salinger y Alberto Moravia. Despu¨¦s de la guerra, su marido, agobiado por el horror de las atrocidades que hab¨ªa vivido, empez¨® a beber, falsific¨® la firma en unos cheques, y finalmente tuvo que abandonar su carrera de abogado.
Empieza entonces para los Fitzgerald una vida menesterosa, alojados primero en un refugio para indigentes, y luego en una barca anclada en el T¨¢mesis, que se hundi¨® un par de veces. Fitzgerald nunca logr¨® gozar de una vida holgada: a¨²n despu¨¦s de sus primeros ¨¦xitos, sigui¨® viviendo cautelosa y modestamente, asistiendo a eventos literarios con sus pertenencias en una bolsa de pl¨¢stico cualquiera.
Reconocida como una de las voces m¨¢s talentosas de la literatura inglesa moderna, public¨® su ¨²ltima novela, La flor azul, tal vez su obra maestra, cinco a?os antes de su muerte en 2000.
Corta experiencia
En 1978, bas¨¢ndose en su corta experiencia de librera, Fitzgerald public¨® la novela de una heroica mujer, amante de la lectura, quien decide instalar una librer¨ªa en una remota aldea del este de Inglaterra, y debe enfrentarse a la incomprensi¨®n y antagonismo de los nativos. Luego de decidir poner a la venta la Lolita de Nabokov, la librera debe enfrentarse a los prejuicios e intolerantes actitudes de sus vecinos, hasta que se ve obligada a renunciar a su proyecto. Menos la historia de una derrota que la cr¨®nica de una batalla personal por algo que ¨ªntimamente importante, La librer¨ªa es uno de los libros m¨¢s conmovedores y perfectos de esta extraordinaria escritora.
En una rese?a de la correspondencia de Fitzgerald publicada p¨®stumamente, el escritor brit¨¢nico Julian Barnes observ¨® que sus lectores enfrentados a una infinidad de detalles narrativos de una precisi¨®n asombrosamente bien documentada y a la vez po¨¦tica (la jardiner¨ªa y el habla popular en Florencia, la geograf¨ªa y las costumbres burguesas de Mosc¨², el vocabulario y las habitudes dom¨¦sticas del siglo XVII en la Alemania de Novalis, la contabilidad y la disposici¨®n de una librer¨ªa inglesa), se preguntan maravillados: ¡°?C¨®mo pudo saber esto?¡±. Sin embargo, dice Barnes, la verdadera pregunta es: ¡°?C¨®mo logr¨® hacerlo?¡±.
Es la misma pregunta que se hicieron los que vieron a Paracelso crear una rosa a partir de las cenizas del hogar. El arte de Fitzgerald es comparable a esa antigua magia que, al mismo tiempo que nos ofrece una experiencia inusitada del mundo, nos convierte en agradecidos testigos de un peque?o milagro.
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